Capítulo 17

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    Eso de buscar personas que quisieran ayudarme en esta locura sí que es difícil. Aquí nadie actúa fuera de la ley, todo es demasiado bueno y hasta exasperante. Tuve que salir escondida varias veces hacia la ciudadela para hablar con los familiares de los desaparecidos, pero nadie puede, o quiere hacer nada; la única respuesta que conseguía era que dejara a la policía hacer su trabajo. Me exaspera que nadie quiera hacer nada. Por Dios, son sus hijos, hermanos o sobrinos los que están desaparecidos y ellos se dan el tupé de quedarse ahí sin hacer nada.

También hablé con los guardaespaldas de mi padrino, pero ellos me aconsejaban que dejara todo quieto como está, o me amenazaban con dejarme encerrada en la habitación si seguía con esa idea en mente. Tuve que darme por vencida con todos ellos. Lo peor del caso, fue comentarles por encima a mis padres y para qué cuento, casi que me encierran en la habitación para jamás dejarme salir, mi única opción es Alex, pero llevo llamándolo a su móvil. Ha decir verdad, tengo una semana que no lo veo, desde mi accidente no he sabido de él.

Suelto un bufido exasperado y por vez quita vez consecutiva vuelvo a llamar, pero nuevamente me envía a la contestadora. Espero el típico mensaje de la grabadora dejando un mensaje — Cara de bola ahuecada, necesito tu ayuda, sé que tienes muchísimo trabajo, pero te necesito aquí en la isla, tu eres el único que puede ayudarme, por favor no me dejes morir, bueno literalmente, bueeeenooo ya entendiste, por favor devuélveme la llamada Alex. Te amo mucho.

Corto el mensaje con un mal sabor en la boca, ya son muchísimos los días que no he sabido nada de Alex. Estoy preocupada, realmente preocupada, él normalmente atiende el teléfono, así esté en una reunión. Frustrada doy vueltas en mi habitación, voy de un lado a otro, trato de pensar que carajos hacer y a quien buscar, ¿quién puede ayudarme? ¿Quién será la pieza fundamental en este plan? ¿Quién puede estar en desacuerdo con la policía?

De pronto, como si de una bombilla se tratara, una idea llega a mi mente. Joder, como no lo he pensado antes. Necesito la ayuda de la ley, y no cualquiera, la oficial Méndez es mi única opción.

Sin pensarlo, salgo corriendo de la habitación y llamo al ascensor. Mientras espero, muerdo el dedo pulgar con ahínco. Espero que esto funcione, espero que sí. Este abre sus puertas permitiéndome entrar, toco la tecla de bajada con el piso correspondiente y me apoyo en el vidrio. Esto es una locura pero ¿Qué es lo peor que puede pasar? Ya todo lo malo me ha pasado. Las puertas se abren y salgo corriendo por el vestíbulo. Debo parecer una loca, pero nada de eso importa.

Para mi suerte el taxi está estacionado a la espera de pasajeros. Voy hasta él y me monto. Mi pierna no deja de saltar en el piso del automóvil, estoy ansiosa, y por primera vez en meses estoy eufórica, y como no estarlo, si puedo ver la luz al final del túnel. Al poco tiempo, el taxi estaciona frente a un edificio, el cual supongo es de unos apartamentos. Tengo que caminar unas cuantas cuadras antes de llegar a la tienda donde venden teléfonos. El aire acondicionado impacta mi rostro al entrar al local, no pierdo tiempo buscando un teléfono de última generación, así que me decido por un teléfono desechable para que no deje rastros en caso que se necesite. Pago lo correspondido en efectivo y ahí mismo, fuera del local agarro un taxi, pero esta vez con dirección a la estación de la guardia civil.

Ruego porque ella se encuentre de guardia esta mañana, no quiero pasar el mal trago de encontrarme con los oficiales que me están haciendo la vida de cuadritos. El taxi estaciona junto frente a la estación, le pago y salgo corriendo como un vendaval hacia adentro, mientras camino apresuradamente, me recreo pensamientos positivos, un mantra positivo atrayendo la buena vibra, la cual se esfuma estrepitosamente al ver sentado en la recepción a otro oficial y no a la oficial Méndez. Me recompongo de todos modos, y como si no estuviera nerviosa voy hasta allí. Con tal, nada pierdo con preguntar.

El Silencio Del Cuervo © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora