Capítulo 6

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   Empiezo a caminar con pasos pausados para calentar mis músculos y activar mi circulación. Según leí hace días, la playa cuenta con una formación de palmeras, árboles y riscos perfectos para hacer senderismo. Así que con esa información me vine a despejar la mente y a olvidarme de lo caótica que es mi vida en estos momentos. 

A medida que aumento la velocidad de mis pisadas voy sintiendo mis músculos listos para trotar, empiezo un trote lento y luego alargo mis pasos obteniendo como resultado lo que tanto anhelaba antes de llegar aquí; que mi mente se ponga en blanco escuchando solamente el sonido constante de mi respiración agitada.

Una de las ventajas de poder despejar la mente es que te olvidas de todo a tu alrededor, puedes tener paz en ese instante y nada puede arruinar ese momento. Tanto así, que no recuerdo el momento exacto que empecé a correr como si me estuvieran persiguiendo, en mi mente solo existe la idea de escapar, olvidar por un segundo quien soy y lo que he hecho, y por lo visto lo estoy logrando, ya que mis músculos arden y el cansancio se hace presente. Con la mente en blanco, y con la belleza de la naturaleza frente a mí me permito tomarme un descanso y admirar a alrededor.

 Definitivamente los menorquines son afortunados al tener tal belleza. Desde el punto en el que me encuentro se ve perfectamente el atardecer que pinta el cielo de naranja, rojo y amarillo. Ver de cerca un atardecer en la playa es una maravillosa experiencia que no cualquiera tiene el privilegio de ver.

Mientras veo en lo alto el atardecer, me doy cuenta de lo tarde que es, deben ser más de las seis de la tarde. Miro alrededor tratando de ubicarme y no hay ni rastros del hotel o algún punto conocido. Si comienzo a descender en línea recta tal vez vuelva por el mismo lado y consiga llegar al hotel... creo

<No tengo ni idea por donde vine> — pienso angustiada.

Estaba tan absorta en mis pensamientos que no presté atención por donde iba. Empiezo a desesperarme al momento de comprender lo que está pasando. PERDIDA, estoy jodidamente perdida entre árboles. Busco desesperadamente mi teléfono. Cierro los ojos con fuerza al caer en cuenta que lo he dejado en la habitación. — Piensa Agatha, piensa que hacer en estos momentos, no puedes dejar que el pánico te nuble la razón. Lo mejor es tranquilizarse y buscar una solución— me doy ánimos.

Me tomo un momento para tomar aire. Inhalo y exhalo varias veces ahuyentando el pánico y tratando de atraer la calma. Después de "tranquilizarme" empiezo a bajar la pendiente, veo a ambos lados rogando a Dios encontrar un punto conocido. Pero para mí desgracia, lo único que hay son árboles. Muchísimos más árboles de los que normalmente hay en la isla. Cada paso que doy me voy adentrando más a una zona boscosa. La inminente llegada de la noche hace su aparición, llevando consigo los últimos rayos de sol de este día.

No sé con certeza cuánto tiempo llevo caminando en círculos. Tengo que aceptar el peso de la realidad en estos momentos, estoy jodidamente perdida. De igual manera, sigo caminando y oteando el lugar en busca de algo que me indique que estoy cerca. No obstante el ruido de los animales salvajes hace que mi piel se erice y los nervios aumenten. 

El silencio que anteriormente me tranquilizaba ahora está reemplazado por los aullidos de los monos, el cantar de los pájaros, el siseo de otro animal que no puedo reconocer y el siseo constante de un grillo haciendo que el pánico se cale en mis entrañas.

Estoy agotada. El cansancio, los nervios y la incertidumbre junto con el ulular del búho tienen mi cabeza confundida. No quiero estar aquí, quiero que todo sea como antes, no quiero sentirme de este modo, ya mis pies están adoloridos y siento los labios resecos, y como no, si la última vez que tomé agua fue en la habitación. 

De pronto, mis cavilaciones se ven interrumpidas abruptamente por un desgarrador grito femenino. Me quedo paralizada justo en donde estoy para después correr, corro lo más rápido que mis piernas adoloridas me permiten, siguiendo desesperadamente el eco del grito.

El Silencio Del Cuervo © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora