Capítulo 3

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     Al día siguiente, mi madre y yo decidimos pasar el segundo día de vacaciones juntas e ir de compras. Papá quedó en esperar a August, mientras Alexander iba de aquí para allá de don juan. En fin, he perdido la cuenta de las horas que llevamos fuera del hotel, entre bikinis, zapatos, libros y un sinfín de objetos que mi madre y yo hemos escogido se nos ha pasado hasta la hora de comer. Mi madre se ha probado ya diez vestidos y hasta ahora solo se ha convencido con uno, por mi parte, ya tengo lo que voy ponerme en la gala. 

Sé que mi madre no se quedará solo con un vestido, por lo que seguirá probándose las mil y un cosas. Estoy aburrida y necesito salir de aquí. Merezco un descanso de la ropa y de ella. Dejo las prendas y calzados a un lado del vestidor viendo como mi madre toma cualquiera y las pone en un carrito para después probárselas.

— Ángela, si no te falta mucho te esperaré en el café que está allá en la esquina — Señalo mientras me arreglo las gafas

— Perfecto mi amor, en unos minutos terminaré de elegir y nos vemos allá. Pide para mí un cappuccino.

— No tardes mucho Ángela, que no quiero llegar demasiado tarde al hotel— le advierto

— No tardaré nada loquita mía, ve, ve y pide mi café, que tú eres la que está tardando — suelto un suspiro cansado, si ella supiera que la que parece loca es otra.

Antes de irme me vuelvo y beso su mejilla. Salgo de ahí con paso enérgico imaginando el café deslizándose por mi garganta y casi vuelvo los ojos extasiada de solo imaginar el amargo líquido. Coloco mis audífonos y metálica empieza a sonar a todo volumen.

 Camino tarareando la estrofa de mi canción favorita apunto de ponerme a cantar a todo pulmón. De repente, mi cuerpo se pone en tensión y se paraliza. Un escalofrío sube por mi columna vertebral haciendo que mi cabeza gire a todos lados asustada, veo con nerviosismo de un lado a otro pero nada fuera de lo normal llama mi atención.

Tengo esa sensación de ser observada fijamente, como si quisieran traspasarme con la mirada, pero para mí desgracia o mi fortuna no encuentro a nadie más. Sigo caminando hasta llegar a la cafetería el ESCOCÉS. El olor a café inunda automáticamente mis fosas nasales haciendo que lo ocurrido hace segundos quede en el olvido. Cierro los ojos y al abrirlos veo extasiada las letras en las paredes que citan a varios autores. Definitivamente tiene todo lo que un amante de la literatura ama.

Mi vista está fija en citas literarias en las paredes. Me coloco frente a una que llama mi atención, es de Edgar Allan Poe, que dice: "Los monstruos más temibles son los que se esconden en nuestras almas" al lado de la frase se encuentra una foto de él. Paso por otra frase, esta vez, es de Gabriel García Márquez que habla sobre el amor. Sonrío tontamente mientras leo las frases. Poso mis ojos por todo el lugar y mi sonrisa se esfuma al toparme con una cartelera gigante, ésta realmente llama mi atención, debido que en ella se encuentran fotos de niños, adultos, y ancianos. Todos con un membrete de "Se busca" o "desparecido" inevitablemente me acerco y veo los rostros de todos ellos.

Un nuevo escalofrío recorre mi cuerpo, mi instinto me grita que salga corriendo de ahí, coja un avión, regrese, me esconda y no vuelva jamás a Menorca. Retrocedo varios pasos asustada disponiéndome a hacer lo pensado, cuando unas manos posadas en mis hombros impiden mi escapatoria. Mi cuerpo se pone rígido y podría jurar que tiemblo desde las puntas de los pies hasta mi cuero cabelludo

 — Sé que los turistas somos raros la mayoría de las veces, pero eso de caminar hacia atrás sin mirar por donde vas no es como que muy común — dice una voz profunda y varonil desde atrás.

Aún aturdida y temblorosa me vuelvo y lo primero que veo son unos ojos tan extraños; Azules con motas verde y amarillas que contrastan con su piel caramelo y su cabello oscuro. Él me mira interrogante esperando una respuesta que no llega.

El Silencio Del Cuervo © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora