Capítulo 11

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— ¡Oh por dios, es ella! ¡Es ella! — Nerviosa, empiezo a mirar a todos lados. Ella es la prueba que todo lo que había vivido es cierto. En el fondo de mi alma esperaba que si hubiese sido una alucinación, pero la realidad es mucho más cruda.

— ¡Cálmese, Montt! Necesito que esté calmada para que prosigamos. Respire profundo. Aquí está a salvo— El Oficial Aspen dice otras cosas que quedan silenciadas por mi mente. Algo en mí me exige que salga corriendo de allí. Mi mente trabaja a mil, imaginando y torturando mi tranquilidad.

— Siéntese nuevamente señorita Montt— su grito me saca de la nube de terror en la que estaba —siéntese Agatha, sé que es difícil para usted, pero su declaración ahora es lo único que tenemos. Empecemos desde el principio— dice inexpresivo

— ¿Qué estaba haciendo usted sola en el bosque hace cuatro días atrás?

— Como ya le dije anteriormente oficial, — digo con la voz entrecortada — Salí a correr para despejar la mente. En un momento dado perdí el sentido del tiempo y del momento... Cuando quise darme cuenta estaba perdida. Hice todo lo posible por volver pero era prácticamente imposible.

— Si usted estaba perdida en el bosque, ¿cómo y de qué forma encontró a Mercedes García?

— Estaba caminando, tratando de seguir mi propio rastro cuando un grito desgarrador me hizo correr hacia ella.

— ¿Por qué corrió hacia allí y no a salvarse de lo que sea que fuese eso?

— Porque lamentablemente he tenido una personalidad humanitaria, si veo un perrito arroyado lo ayudo, y si una mujer grita más rápido corro a ayudarla.

— Supongamos que fue así como sucedieron los hechos Agatha, mi pregunta es ¿Quién la mató?

— ¡No lo sé! — grito con frustración Eran muchos, ya le dije todo oficial, no sé qué quiere conseguir haciéndome revivir nuevamente esto.

— ¿Cuántos Agatha? Vamos trata de recordar — exigió

— ¡No lo sé! cuantas veces tengo que repetirle que no se, NO LO SE — sollozo

— Así no vamos a lograr nada Agatha, será mejor que descanse y en otra oportunidad y con la cabeza más fría vuelva a declarar. Tómese su tiempo

Asiento, es mejor dejar el intenso interrogatorio para otro momento. No me siento mental ni físicamente preparada para seguir. Necesito estar serena y despejar mi mente para poder proseguir. Ambos nos paramos de nuestras sillas y antes de salir de la oficina policial, hablo un poco con él, — estaré siempre dispuesta a ayudar, oficial para lo que necesite, siempre será de mi agrado contribuir con la justicia, Aspen— digo un poco más calmada

Terminamos hablando de los desaparecidos y hasta me recomendó que vaya a la óptica para unos nuevos lentes. Cuando me voy a despedir el oficial Aspen me detiene —Señorita Montt tiene prohibido salir de la isla hasta que el caso se resuelva, usted es nuestra única pieza en este rompecabezas.

— Está bien — digo dubitativa

Al salir de la estación llamo a Javier para informarle que voy a estar cerca. Al llegar a la óptica le diré el nombre para que me espere allí. Camino por la acera, mirando los rostros de las personas. Tal vez los asesinos estén caminando en este momento a mí alrededor, tal vez he tratado con ellos, tal vez los he mirado y ellos a mí. La sensación de ser observada vuelve nuevamente. Me digo a mi misma que tengo que dejar de ser paranoica. Nada puede pasarme en plena luz del día, o ¿sí?

Justo como dijo el oficial a unas cuadras hay una óptica. Gracias al destino, a Dios o a la vida, no tengo que caminar mucho para poder llegar allí, ya que ésta está a solo unos cuantos pasos de la estación. Al entrar hablo con la chica para hacerme el examen visual y todo lo relacionado a eso, actuó con rapidez en el examen indicándome que esperase unos momentos. Mientras espero, saco el iPhone llamando al hombre que en pocos días ha vuelto mi mundo patas arriba

El Silencio Del Cuervo © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora