Capítulo 10

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Los policías cuando terminaron de leer ese décimo relato, solo lo guardaron sin contaminarlo. Hablaron algunas cosas sobre el caso de María y después cada quien se fue a su oficina por sus cosas para irse a su casa. A la mañana siguiente, Julio llamó por teléfono al padre de María para darle toda la evidencia del caso y así ayudarle en el juicio. Cuando el padre de María llegó a la estación de policías, fue directamente a la oficina de Julio y en cuanto entró, el oficial se levantó de su silla y le estrechó la mano con amabilidad.


-Me alegra que haya venido, señor Tello. Por favor siéntese -dijo Julio con una sonrisa.


-Sé que usted tiene mucha evidencia sobre el caso de mi hija, así que dígame, ¿cuál es esa evidencia? - comentó el señor Gilberto un poco serio.


-No sé si ya le había comentado sobre unos relatos que su hija escribió donde contaba su historia con el señor Felipe. También tenemos el testimonio de su nieto Luis y el informe de la autopsia, al igual que la grabación donde se ve como él llega y a los pocos minutos se va de la casa de María. De igual manera tenemos el testimonio del amigo de Felipe que se convirtió en una especie de testigo protegido -informó Julio al padre de María, mostrándole el cofre de los relatos.


-Me parece muy bien, solo deje llamarle a mi sobrino que es abogado para que nos ayude en esto - mencionó sacando su celular para después llamarlo.


Luego de comunicarse y citarlo ese mismo día. Mientras llegaba, Julio le empezó a mostrar las evidencias para que tuviera mayor conocimiento de lo que le pasó a su hija. Una hora más tarde, Josué y Jimena aparecieron en la oficina de Julio y solamente saludaron a Gilberto para después sentarse en un par de sillas que había en ese lugar. Algunas horas más tarde y casi al medio día, el sobrino del señor Gilberto llegó a la estación de policía. Cuando le avisaron a Julio de su llegada, él fue hacia donde estaba para llevarlo a su oficina.


-Usted debe de ser el sobrino del señor Gilberto, ¿verdad? -dijo caminando hacia él y señalándolo con una sonrisa.


-Así es oficial, soy el licenciado Fernando Ortega Tello -se presentó el joven amablemente mientras estrechaba la mano.


-Es un gusto conocerlo joven, yo soy el oficial Julio Sánchez y llevo el caso de tu prima. Pero para agilizar las cosas ven conmigo a mi oficina -mencionó también estrechando la mano para después regresar a su oficina.


Llegando ahí, Julio lo invitó a sentarse en una silla que trajo de afuera. Estando sentados todos, le empezaron a enseñar todas las pruebas que tenían para el caso. Lo primero que le enseñaron fue la grabación de audio que le hicieron al hijo de María. Después de escucharlo, le dieron el informe de la autopsia y lo empezó a verificar línea por línea. Enseguida le pasaron la grabación en dónde se veía a Felipe entrar y salir en la hora y minutos cuando se cometió el crimen. Al final le acercaron el cofre donde venían los relatos.


-Mire licenciado, en este cofre están hojas con relatos de María y en ellos cuenta todo lo que vivió con Felipe y son cosas demasiado fuertes -explicó Julio abriéndole el cofre.


-Entiendo, entonces también tomaremos en cuenta todo lo que digan estos relatos, pero para que tengan validez, le tienen que tomar muestras de ADN, tales como alguna huella dactilar, porque si no se tiene eso, no les serviría de nada al momento del juicio -sugirió el abogado para no tener errores.


-Tiene razón el licenciado, tenemos que tener un sustento si queremos meter esos relatos como pruebas; así que Josué, llévate los relatos al área de criminalística para que encuentren esas huellas y confirmen que María si escribió esos relatos -repuso Julio.


-Pero si les tengo que decir, antes del juicio se hace una junta de conciliación para evitar el juicio y una condena al acusado. En esa junta también se busca que las dos partes salgan beneficiadas -informó lo que seguía en el caso de María.


-Pues yo de una vez les digo que no voy aceptar nada de lo que me ofrezcan, quiero ver a ese infeliz tras las rejas todos los días de mi vida -dijo con firmeza y un poco exaltado.


-Está en todo su derecho tío, pero si nos debemos de presentar a esa junta para que pueda proseguir el juicio -comentó Fernando.


-Pues si no hay otra opción, ni modo -expresó con un suspiro.


-Entonces agilicemos las cosas y que ahorita el oficial Josué vaya a lo de las huellas dactilares, mientras revisamos a fondo todo -sugirió el joven Fernando.


Josué obedeció al abogado y fue con los criminalistas para que le ayudaran. Mientras que los demás se quedaron analizando las grabaciones de audio y vídeo que consiguieron, al igual que el informe de la autopsia. Pasaron 5 días cuando los resultados de cada una de las hojas estuvieron listos. El encargado de ir por los resultados fue Josué y cuando los recogió, llevó los informes a la oficina de Julio para que junto con el abogado, confirmaran la validez de todas las hojas. Al llegar, le entregó los resultados al abogado y este mismo confirmó que en las hojas, solo estaban huellas dactilares de María. Al saber esto, probaron que efectivamente los había escrito María y por consiguiente incluyeron los relatos como una prueba importante para el juicio. Dos días más tarde, llegó la mencionada junta para conciliar a las dos partes. En esa junta solo entraron el señor Gilberto, su abogado Fernando, Felipe y su abogado. Mientras que Julio se quedó en la puerta para cualquier cosa. El licenciado encargado de hacer esa junta, cerró la puerta de esa oficina y les empezó a explicar todo lo que iban hacer en esa ocasión, pero antes de que los abogados y Felipe dijeran algo, el padre de María habló de manera clara y contundente.


-Solo les diré para que no pierdan el tiempo, yo no aceptaré nada de lo que ustedes me ofrezcan y si esto tiene que ir a juicio obligatorio, pues se hará y llegaré hasta las últimas instancias.


-Señor, le pido que se calme y escuche las propuestas de los señores -le dijo de manera más serena.


El padre de María no le hizo mucho caso al licenciado y solo dejó que el abogado de Felipe le explicará todo lo que tenían por ofrecerle.


-Señor, sé que está muy dolido por la muerte de su hija, pero usted sabrá que mi cliente Felipe viene de una familia importante y valiosa para esta ciudad, por eso le ofrecemos en primer lugar, una mensualidad de veinte mil pesos para la manutención del pequeño Luis hasta que él termine su universidad. Lo segundo que le ofrecemos, es un seguro por cinco millones de pesos que se le pagaría en cuestión de días.


-Suena tentadora la oferta, pero no acepto. La memoria y la dignidad de mi hija vale mucho más que sus millones y saben que, yo me retiro antes de perder la paciencia. Nos vemos en el juicio, infeliz -despotricó muy enfadado y salió rápidamente de esa oficina.


Cuando Julio los vio salir, solo les preguntó:


-¿Tan rápido terminaron?


-Si oficial, la oferta que nos dijeron no valía la pena -respondió Fernando.


Después de escuchar esto, Julio solo entró a esa oficina y esposó a Felipe para luego llevárselo a la prisión preventiva. Estando en su oficina, todos platicaron sobre el juicio, a lo que Jimena mencionó muy acertadamente.


-Estaría bien que el abogado leyera los relatos para que esté más informado y pueda armar un mejor caso.


-Me parece perfecto -aceptó Fernando con disposición.


Julio le dio un par de guantes al abogado para que pudiera leerlo uno por uno. Luego de algunas horas, al fin pudo leer los relatos que ya llevaban leídos los demás y para agilizar el tiempo, sacó el onceavo relato para enseguida leerlo.

El monstruo del que me enamoré ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora