Capítulo 11

14 3 0
                                    

El abogado Fernando terminó de leer el onceavo relato, lo guardó con mucho cuidado en el cofre y les comentó a todos seriamente:


-Todo lo que menciona mi prima en esos relatos es muy fuerte y estoy seguro que en los demás, debe de haber cosas peores. En fin, me tendré que llevar todas estas evidencias para estudiarlas con mejor concentración.


-Me parece perfecto sobrino, tenemos que ser muy certeros en el momento del juicio -expresó el señor Tello igual de serio.


-¿Entonces nosotros en qué les podemos ayudar? -preguntó Julio dispuesto.


-Ahorita para evitar mal entendidos y para no ensuciar todo este proceso, sería de mucha ayuda que citen a todos los involucrados en este caso -indicó pensativo.


-Entendido, pero, ¿los cito aquí o en algún otro lugar? -preguntó Julio con duda.


-Normalmente se citan a esas personas en un despacho, pero como este caso es de mucha trascendencia, cítalos aquí en la estación de policías para que estén más seguros -explicó Fernando.


-Está bien, entonces los citaré para que vengan en los próximos días por separado y no armar una confusión -informó Julio seriamente.


Enseguida de eso, Fernando se levantó de su silla para después despedirse de todos los presentes. Pasaron los días, Fernando reunió junto con los demás las evidencias y los testigos para el juicio. Llegó el día del juicio y desde temprano se citaron todos a excepción de Josué, ya que a él lo habían asignado para ser el guardia durante el juicio. Pasaron algunas horas y a falta de 40 minutos para el juicio, Julio los llevó en su patrulla a la mayoría de los involucrados, incluido a Raúl, quien a consideración del abogado Fernando, era de los testigos más valiosos en todo esto, solo por debajo del pequeño Luis. Llegaron al juzgado y todos se bajaron, pero como habían demasiados reporteros, Julio y Jimena tuvieron que abrirle paso a sus acompañantes. Al ingresar, Fernando y el papá de María se separaron del resto para preparar los últimos detalles. Mientras tanto, Julio y los demás ingresaron a la sala de juicio donde ya estaban algunas personas incluido el padre de Felipe, quien estaba platicando en una puerta a lado del estrado con quién iba a ser el juez del caso. Esto a Julio se le hizo muy extraño, fue directamente hacia ellos para confrontarlos y cuando llegó a reclamar, el juez trató de irse de ahí para que no lo vieran, pero Julio lo detuvo y le reclamó muy enfadado.


-¿Qué pasó aquí señor juez? Creí que usted era incorruptible.


-Usted está confundiendo las cosas, oficial Sánchez. El señor y yo somos amigos desde hace mucho y estábamos hablando de algunas cosas ajenas al caso. Si no me cree, pregúntele a las personas encargadas del jurado y al oficial Ortega que estuvieron todo el tiempo escuchando nuestra conversación -justificó el juez de cabellera canosa y cuerpo robusto.


-Si puedo ayudar en todo esto, cuando llegué aquí ya estaban hablando, pero si alcancé a escuchar de sus viejos tiempos -apoyó Josué para que Julio estuviera más tranquilo.


-De acuerdo, pero aún así están advertidos y no quiero inconsistencias -mencionó un poco más calmado.


Julio regresó a la parte donde se sentaba el público y esperó a que iniciará el juicio. Pasaron aproximadamente 10 minutos y entró el público restante, incluidos algunos camarógrafos de las televisoras principales, ya que se estipuló de que se haría el juicio a puertas abiertas. Transcurrieron otros 10 minutos y dio inicio el juicio del caso de María.


-Todos de pie para recibir al señor juez Bernardo Pineda Galindo -vociferó Josué a todos los presentes.


Después de eso, la mayoría se puso de pie por algunos segundos hasta que el juez dijo de manera calmada:

El monstruo del que me enamoré ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora