Relato trece

9 3 0
                                    

Ya pasaron 4 meses de lo último que escribí. En esta ocasión ahora si vendrán solo cosas buenas en esta trágica historia. Todo esto sucedió 6 meses después de lo último ya contado. Felipe llevaba solo un día fuera de la casa, ya que lo habían mandado por cuestiones de trabajo afuera durante algunos meses. Siendo más directa en lo que estoy contando, estaba como siempre aseando la casa, cuidando a mi hijo que ya tenía 2 años y 4 meses de edad. Salí a comprar algunas cosas para preparar de comer y como tenía algunos moretones por algunas golpizas recientes, tuve que salir con lentes un poco grandes para que no se me notara mucho. Cuando llegué primeramente me atendió el dueño de la tienda que se llamaba don Vicente y le empecé a pedir todo lo que necesitaba, pero como un producto en lata estaba casi hasta arriba de los mostradores, el señor tuvo que mandar llamar a su hijo para que le ayudara. Al llegar, el hijo de don Vicente bajó la lata que necesitaba y cuando estaba por irse, su papá le dijo que me ayudara con algunas cosas para que no hiciera doble viaje. El joven de cabello lacio y castaño aceptó, tomó una bolsa y me acompañó hasta mi casa sin ningún problema. En la entrada de la casa, el hijo de don Vicente me preguntó que en dónde me dejaba la bolsa y yo le indiqué que en la mesa. Al terminar de hacerlo, se dirigió a la salida y me dijo "ya me voy señora María". Le respondí "no me gusta que me digan señora, además es raro que alguien de mi edad me llame así". Amablemente solo sonrió y me siguió la plática "es verdad, entonces, ¿cómo quiere que la llame?". Sorprendentemente estaba teniendo una conversación amistosa con un hombre después de mucho tiempo. Eso me trajo demasiada satisfacción y un poco de atracción por él. Teniendo eso en cuenta, le respondí "para empezar no me hable de usted, desde ahora lo considero un amigo y me gustaría que nos habláramos de tu, en segunda me encantaría que me llames Mari y para ser más formal, ¿cuál es tu nombre?". Mi nuevo amigo soltó una leve risa y mencionó "me parece una excelente idea el tener una amiga tan guapa como tú y perdón por ser tan mal educado, me llamo Ricardo". Enseguida de ese mensaje, lo invité a sentarse por algunos minutos, ya que no quería desaprovechar la oportunidad de conocer a alguien más. Estando sentado, le seguí platicando: "mucho gusto Ricardo. Cuéntame, ¿cuáles son tus gustos?". Ricardo pensó durante algunos segundos y enseguida contestó "en cuestión de música, me gusta variado. En películas me gustan las de terror, también me gusta el fútbol, la fotografía. Con mis amigos me encanta ir de campamento". Me pareció muy interesante lo que dijo sobre sus gustos, pero para no levantar sospechas, fui al grano en mis aspiraciones con él: "eres muy interesante, ahora me gustaría que me contarás un poco sobre tus aspiraciones". En esta ocasión él se puso a pensar más tiempo, pero después dijo un poco motivado "últimamente he estado pensando en poner mi propio negocio, tal vez una tienda, pero no como la de mi familia, quisiera establecerme a lo grande. Invertiré para poner un súper mercado con un nombre propio. Al ya tener un base sobre eso, me gustaría formar una familia y así poder realizarme por completo". En ese momento vi mi gran oportunidad "¿cómo piensas invertir en ese negocio que quieres?". Al ver el interés, me siguió platicando "he estado ahorrando por mucho tiempo y tengo el dinero suficiente para poner las bases, solo me faltan los proveedores". Cada vez me interesaba más en él y en su gran mentalidad, pero en esta ocasión fui directa "te felicito por eso y sobre lo segundo, ¿actualmente tienes a alguien en tu vida en cuestión de amor?". Se puso nervioso y solo respondió "no, actualmente no tengo a nadie". A esta altura de la plática, le hice la propuesta que tanto me interesaba hacer "pues en mi puedes ver esa opción que tanto buscas, podemos salir de vez en cuando y conocernos mejor". Él se me quedó viendo raro y preguntó "pero tú tienes esposo, ¿no?". Con cara de desagrado le contesté "ese señor es un cero a la izquierda, desde hace mucho me quiero separar de él y ahora que te conozco, me gustaría tomarme ese riesgo para liberarme". Ricardo hizo una mueca, pero al final aceptó. Luego de esto, hablamos por algunos minutos más hasta que se retiró. Hasta aquí dejaré este relato, hasta la próxima.

El monstruo del que me enamoré ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora