Capítulo 63: Atadura

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¿No os ha pasado nunca que acumuláis tantísima rabia en el cuerpo que llega un momento en el que explotas con lo primero que pilles? O que sientes muchas ganas de llorar y que, justamente, cuando alguien te dice lo más mínimo, ¿haces un río con tus lágrimas? Los humanos, en la mayoría de las ocasiones, no somos capaces ni siquiera de controlar nuestras propias sensaciones.

Giré un poco la cabeza y volví a escuchar la misma voz.

- ¿Qué no entiendes de no moverte, maldita zorra? 

Julia rozó mi mano lentamente, como queriéndome decir que tenía mucho miedo. Pensé en sacar mi revólver, pero, aunque tuviese la grandísima suerte de conseguir dispararle, el ruido atraería a toda su pandilla.

- El revólver -dijo el hombre.

Apreté fuertemente mi puño y volvió a exigírmelo.

- Que dejes el jodido revólver en el puto suelo.

Lo saqué de la funda y lo coloqué lentamente en el suelo poniéndome de cuclillas. 

- Muy bien... -añadió el hombre mientras nos rodeaba lentamente. - Una perra dócil y con buenas tetas -contestó mirándome.

Era un hombre mayor, deduzco que pasaba los 45 años. Tenía rapado de pelo negro, una nariz puntiaguda, las orejas bastante grandes, y su cara era alargada. En su piel poseía muchas magulladuras, es probable que hubiese salido de una pelea recientemente.

Yo seguía de cuclillas y Julia me miraba. El hombre cogió el revólver y empezó a observarlo.

- Mmmm... -dijo sarcásticamente. - No está mal, preciso y muy bonito, pero tan solo le caben 6 cartuchos -hablaba mientras lo manoseaba. - Levántate -me ordenó. - ¡Que te levantes jodida zorra!

¿Os he mencionado alguna vez lo mucho que odio a los tíos machistas? Me dan asco, ASCO. No entiendo por qué desde el principio de la humanidad, el hombre es ''mejor'' que la mujer, o por qué siempre va primero. Bueno, en realidad sí lo entiendo... todo es culpa de las putas religiones. Desde que naces te están inculcando que ''Dios'' es un ''HOMBRE'' todopoderosos y blablabla. Y ahora pregunto yo... ¿no se supone que en la religión cristiana Dios no tiene imagen? Es decir, no se sabe si es hombre o mujer. Y es que no hay más machismo que las religiones en sí.

La ira se apoderó de mi cuerpo. En un movimiento milésemo, apreté el antebrazo y lo metí entre pierna y pierna del hombre. Fue tan fuerte la presión que hice en su entrepierna, que cayó al suelo soltando incluso su arma. Se quedó en posición fetal haciendo una especia de ruidos bastante raros, algo así como ''ohgg..''.

Cogí mi revólver y Julia agarró el arma del individuo. A primera vista, deduje que era browning, aunque a saber.

Corrimos hasta salir del callejón donde estábamos. Llegamos a una bocacalle y empezamos a escuchar las voces y gritos de los hombres.

- Joder... -dije preocupada.

Julia me miró confiando en que planease algo. Yo estaba sudando, nerviosa y con la respiración agitada.

- Patri... -susurró.

El tiempo se nos acababa y seguíamos en el mismo lugar bloqueadas por mi pánico. En ese momento me replanteé: ¿es peor morir por un mordisco de un zombi o morir por la cólera de un grupo de hombres?

Julia agarró mi nuca y me besó apretando sus labios contra el mío inferior.

- ¿¡Qué haces?! -dije cabreada.

- Una vez que te he besado, es imposible dejar de hacerlo...

- Julia, escúchame, tienes que hacer lo que yo te diga, sin quejas y sin dudas. ¿Me lo prometes?

- Te lo prometo -sonrió.

Después de darle las instrucciones, subimos dos calles hacia arriba siguiendo el tono de las voces.

- ¡ESTAMOS AQUÍ! -grité mientras poníamos las manos arriba.

5 hombres armados se giraron hacia nosotras y empezaron a comentar.

- Uoooh, esta noche ya tenemos postre -dijo un hombre calvo y alto.

- ¡Dani átalas! -ordenó otro hombre lleno de sangre.

- ¡Al suelo! -gritó otro.

Julia y yo nos agachamos y miramos mutuamente.

- Patri... -susurró ella.

- Shhh -dije intentando transmitirle calma.

El hombre calvo se acercó hacia mí y empezó a rozarme el cuello con su mano mientras chuleaba.

- Está para mí -soltó una carcajada. 

- Deja... de... tocarla... -dijo Julia histérica mientras se apretaba los dientes.

- ¡Wooooow! La rabiosa para mí -dijo otro chico.

Es gracioso, se supone que los hombres son intuitivos, ágiles y sutiles, pero fueron tan gilipollas que ni siquiera nos cachearon. Estaban como perros en celo, ilusionados pensando en que nos iban a violar.

- Yo soy Jesús -dijo el hombre calvo. - Esta noche nos lo vamos a pasar muy bien... -me guiñó el ojo. - Venga, vámonos.

- ¿Y Anuar? -preguntó otro hombre con una metralleta en sus dos fuertes brazos.

- ¡Qué le den a ese capullo! -añadieron.

Nos obligaron a levantarnos y nos ataron las manos con una cuerda. Los hombres no paraban de mirarnos y eso a mí me estaba poniendo muy nerviosa. Recorríamos las calles para llegar a donde tenían los vehículos.

- Deberíamos transladar aquí el campamento -conversaban.

- De eso nada, gilipollas. Granada y Almería ya están completamente infectadas, Murcia lo estará dentro de poco.

- ¿Oísteis lo de Francia? 

- Bah, eso no son nada más que pamplinas. También dijeron que Portugal era seguro y os recuerdo de donde venimos...

- Pero esta vez es verdad... tiene que ser verdad. Francia es seguro -Julia y yo nos miramos. - Tiene que haber algo puto lugar en el mundo en el que esta mierda no haya llegado.

- La Segunda Guerra Mundial no llegó a España -dijo un hombre canoso.

- Cállate Manolo. Ya empiezas con tus jodidas teorías.

Los hombres hablaban y hablaban mientras que detrás nuestra nos seguían dos tipos armados.

De pronto, alguien empezó a oírse.

- ¡JESÚUUUUUUS! -decía un individuo acercándose calle arriba hacia nosotros.

- ¿Qué pasa? -preguntó corriendo hacia él.

- 60... quizás 70. Tenemos que irnos.

- ¡¿70 ''chupasangres''? ¡Joder! -contestó el tal Jesús. 

- Vienen por el norte, desde lo alto de la furgoneta Álvaro los ha podido ver -dijo cogiendo aire.

- Vamos, vamos, ¡vamos! -ordenó Jesús a todos sus hombres.

- ¿Y qué hacemos con ellas? -preguntó uno de los dos hombres que venía detrás de nosotras.

- No caben en la furgoneta, Jesús... -dijo el tal Manolo.

- Qué le den por culo -contestó Jesús.

- ¿Pero las vamos a dejar atacas? 

- ¡Vámonos!

Los hombres empezaron a correr y Julia a llorar. Yo me puse más nerviosa de lo que aún estaba. Escuché como la furgoneta se iba mientras intentaba desatarle las manos a Julia.

''Mierda, mierda y mierda'', solo podía pensar eso.


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