¿Sois de los que se dejan llevar o de los que dejan que los lleven? Una pregunta un poco retórica, pero que muchos de vosotros no conocéis la respuesta. Hay personas que no tienen el carácter suficiente como para decidir sobre su propia vida. Con el paso de los años, te das cuenta de que hay que ser un poco hija de puta si no quieres llevar tantos palos. Por eso mismo, no permitáis que decidan por vosotros pero tampoco decidáis por los demás.
- ¡He dicho que no os mováis! ¡Estoy armado! -insitió el hombre.
- No... os... deis... la vuelta -susurré lo más bajito que pude.
Nos quedamos quietos y erguidos. Ninguno de nosotros sabíamos qué hacer.
- ¡Tranquilo! -dije levantando las manos. - Voy a darme la vuelta muy poco a poco, no te asustes...
- ¡Ni se te ocurra! ¡Dejad todo lo que tengáis en el suelo y podréis iros!
- Cuando diga, corréis sin mirar atrás... -volví a susurrar.
Bajé la mano sin todavía darme la vuelta. Coloqué la mano derecha sobre mi canana tocando mi revólver. Poco a poco quité el seguro. El hombre estaba inquiero, inseguro. Lo único que decía con una voz quebradiza es que no nos moviésemos y nos exigía que dejásemos nuestras posesiones en el suelo.
- ¡CORREEEEEEED! -grité. En pocas milésimas de segundo, me giré y saqué el revólver. Disparé tres veces, la primera sin éxito. El hombre empezó a gritar e hizo el amago de disparar, pero el segundo disparo, que dio en su hombro derecho, bloqueó el acto. El último disparo dio justo en medio de su cráneo.
- ¡No paréis! -dije corriendo hacia mi grupo.
Empezaron a oírse voces, provenían de la estación. Jhon se cayó.
- ¡Vamos! -le ayudé a levantarse.
- ¡Por aquí! -nos dijo Ángel.
Salimos de las vías del tren y nos metimos a un secano con hierbajos que estaban secándose por las altas temperaturas.
Jhon estaba cada vez más cansado, hay que remarcar que todavía seguía en condiciones poco estables de salud.
- ¡Ángel! -grité llamándole. - ¡Tienes que encontrar algo!
- ¡MIRAD! -gritó Julia señalando.
Era una fábrica de refrescos, o al menos eso parecía desde lejos.
- ¡Adelántate Ángel!
Ángel corrió hacia ese lugar y tardó poco en retroceder hacia nosotros.
- ¡No podemos meternos ahí! ¡La zona está infectada! -dijo entre sollozos de cansancio.
Nos paramos y Julia sacó su pistola. Jhon se tiró al suelo agotado y sudoroso. Tatiana miraba hacia todos lados en busca de algo, pero no sabía el qué.
- ¿De cuántos estamos hablando? -pregunté moviéndome hacia los lados.
- 20... 30 quizás. Y eso solo por fuera, dentro del recinto seguro que habrá más.
- No podemos arriesgarnos... -dijo Julia.
- Tenemos que arriesgarnos -contesté mirándola.
- Pero... -insistió Julia.
- Pero nada, joder, pero nada. Jhon está exhausto, Tati está perdiendo el control desde lo de Albert... Y los disparos seguro que los han oído muchos zombis, por no decir a todos esos que estaban metidos en la estación -dije cabreada.
- Patri, pero aunque nos alojemos ahí nadie nos garantiza que los de la estación no vayan a venir a por nosotros, o que manadas de zombis no nos vayan a atacar... -contestó Ángel.
- Una noche, joder. Una sola noche. Jhon necesita poder dormir sin tener que tener un ojo abierto. Me quedaré haciendo guardia toda la noche si hace falta.
- Pff... -suspiró Jhon.
- Vale, digamos que nos quedamos esta noche, ¡¿PERO CÓMO COÑO VAMOS A LIMPIAR EL LUGAR?! -gritó Julia.
- Maldita sea, no grites -dije enfadada. Miré a Ángel y me entremordí el labio, estaba claro que sabía lo que le estaba pidiendo.
- No Patri, esta vez no voy a hacerlo...
- Ángel, escúchame. Tú y yo somos los que más destreza tienen del grupo, tenemos que hacerlo nosotros.
- ¡JODER! -dijo dándose la vuelta y pateando el suelo.
- Está bien. Cogeré la pistola de Jhon junto con la munición de Tatiana. También llevo mi revólver con 6 balas. Intentaremos no usar las armas de fuego, al menos si no es una urgencia -dije cogiendo el arma de Jhon. - Julia... Sé lista. Ahora tú tienes el mando. No te arriesgues, si pasa cualquier cosa piensa como si fuese yo la que estuviese pensando.
Ángel seguía sin estar convencido, pero era normal, él estaba dejando de confiar en mí. Tengo que reconocer que me había vuelto mi egocéntrica y que siempre quería estar por encima de todos, pero joder, estaba intentando salvar a mi familia... Porque sí, porque ellos eran mi familia. O al menos Julia y Ángel.
Empezamos a correr intentando hacer el menor ruido posible. Conforme nos acercábamos, oía más gruñidos.
- ¡Bájate! -susurré a Ángel para que se tumbase en el suelo. - ¿Tienes algo que deba escuchar?
Ángel me miró me agarró fuertemente de la nuca y empezó a apretar fuerte.
- Ángel... Me haces daño -dije atemorizada.
Me besó. Simplemente me besó. Enfrente de más de una docena de zombis el hijo de puta va y me besa.
- Confío en ti -me dijo mientras me soltaba.
No sabía qué hacer. Me levanté poco a poco. Estábamos a unos excasos 10 metros del lugar.
De repente, vi un coche gris aparcado en la entrada de la fábrica.
- ¡Mira! -dije señalando el coche.
Ángel se levantó, sacó mi revóvler de mi canana y disparó al coche.
- ¡PERO QUÉ HACES! -grité cabreada.
Es gracioso, porque la bala no llegó a dar en el coche, y es evidente lo que quería, que la bala atravesase el capó y así provocar que la alarma se prendiese.
Los zombis, guiándose por el ruido que había provocado el disparo, empezaron a venir hacia nosotros.
- ¡MIERDAAAAA! -grité atragantándome con mi propio miedo.
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Apocalipsis final
Horror¿Adolescentes, zombis y comedia? Este es tu libro. Patri es una chica de 16 años a la que su mayor sueño se le convierte en su mayor pesadilla. Obra registrada en Safe Creative. Cógido: 1502043180002 Licencia: All rights reserved