- ¡Abrid, hijos de puta! -gritaba mientras golpeaba la puerta.
- Patri, tranquila -decía Julia.
- ¿Cómo quieres que me tranquilice? ¡Son unos cabrones! -contesté furiosa.
- No nos van a dejar aquí encerradas de por vida, no te preocupes.
Hasta hace un tiempo estaba en casa tomando un café que Julia me había hecho, pero claro, para mí las cosas siempre tienen que torcerse.
Como decía, estaba tomándome un café frío ya que el gas estaba completamente desactivado. Julia estaba arriba haciendo la cama, cuando empezó a llamarme. Yo, sobresaltada, subí corriendo y fui hasta mi dormitorio. Julia me señaló la ventana donde pude ver como dos furgonetas se acercaban a mi casa. Rápidamente, cogimos todas las armas y cerramos las puertas y ventanas de la casa.
Nos escondimos en mi cuarto y esperamos a que todo pasase. Después de un rato, vimos que las furgonetas habían desaparecido y el camino estaba libre, así que decidimos salir para emprender el viaje a Madrid. Pero justo cuando creíamos que esas furgonetas no eran de los micras, una armada de lo que parecían soldados, nos cortaron las salidas de la calle.
Por mucha resistencia que pusimos, acabaron cogiéndonos y metiéndonos en las furgonetas que habían escondido para que no las viéramos. Lo más seguro es que nos durmieran con un tipo de cloroformo, porque no recuerdo el viaje que tomaron, solo recuerdo despertar aturdida en una habitación.
- Patri, murmullos -susurró Julia.
- ¿Dónde están? -preguntaba una voz masculina.
- En la 101 -contestó otra voz masculina.
- Julia, hazte la dormida -susurré.
- ¿Qué? ¿Para qué?
- Hazme caso, joder.
Miguel abrió la puerta. Estaba totalmente cambiado; presentaba un tipo de cojeo peculiar al andar; una quemadura rodeaba todo su ojo izquierdo; una barba castaña y con canas hacía de él un hombre aparentemente de 40 años, aunque estaba claro que no llegaba a los 30. Su físico era espectacular, tenía unos fuertes brazos y una camisa que remarcaba sus pectorales.
- ¿QUÉ LE HABÉIS HECHO? -grité señalando a Julia.
- Solo la hemos dormido, cállate -contestó Miguel.
- Es asmática, ¡puede morir! -repliqué.
- Juan, llévatela a la enfermería -mandó Miguel al chico que le acompañaba.
Miguel cogió una silla y se sentó delante de mí.
- ¿Y bien? -preguntó.
- ¿Cómo que ''y bien''? ¡Sácame de aquí!
- Me vas a explicar cómo os escapásteis el chico ese y tú, y me vas a decir dónde está el chico.
- Muerto -contesté fijando mi vista en sus ojos.
- ¿Muerto...?
- Muerto. Lo maté. Con mis propias manos. Muy poco a poco. Saboreando su dolor. Viendo como su mirada me pedía clemencia. ¿Y sabes lo mejor?, que haré lo mismo contigo, malnacido.
- ¿Sigues yendo de listilla, no?
- Compruébalo tú mismo -dije poniendo una pequeña mueca en mi sonrisa.
- Genial, nos lo vamos a pasar muy bien.
Miguel se levantó y me agarró fuertemente del brazo. Golpeó mi costado y me arrastró hasta un pasillo sin luz. Abrió una puerta y me metió a la fuerza.
- Cuidado con los cadáveres, pueden despertar en cualquier momento -insinuó riéndose.
- ¡Hijo de puta, sácame de aquí! -gritaba mientras sacudía las rejas de la celda.
El eco de su risa se hacía dueño del lugar. Estaba muy asustada. La celda era tan oscura que no podía visualizar nada. El lugar era grande, lo pude saber por el eco que había producido la risa de Miguel. Comencé a andar en línea recta contando los pasos que daba para no perderme. Después de 21 pasos, toqué la pared y me senté muy lentamente. No podía permitirme hacer ningún tipo de ruido, aunque todavía no había tocado ningún cuerpo no quería arriesgarme a hacerlo. Necesitaba idear un plan para poder salir de allí.
Tenía un pro y un contra de mi lado. El pro era que Julia era lo suficientemente lista para saber lo que tenía que hacer. El contra era que, si había cuerpos en ese lugar, acabaría muerta.
Por un momento pensé que lo mejor era recorrerme paso a paso toda la celda para ver si era cierto lo que Miguel había dicho, pero era demasiado arriesgado.
Mi mente estaba en blanco. Me moría de rabia al saber que no se me ocurría nada. Por el frío que se estaba metiendo en la celda, notaba que la noche llegaba. El tiempo pasaba demasiado deprisa y demasiado lento a la vez. Se podía escuchar como la gente de arriba estaba revolucionada, algo estaba pasando.
De repente, unas luces iluminaron toda la celda y el exterior.
- ¡MIERDA! -grité sin querer.
Estaba rodeada de cuerpos, pero, ¿estaban muertos? Esa era la pregunta constante en mi cabeza. Eran cuerpos pálidos y, a simple vista, se podía ver como forzaban sus pulmones para poder respirar, pero ni siquiera se movían del sitio al verme.
Me acerqué muy poco a poco a uno de ellos. Mientras, escuchaba como alarmas y tiroteos se oían en el exterior. Los ojos del individuo presentaban un color grisáceo; en su piel se podía apreciar los conductos sanguíneos, no era exactamente el cuerpo putrefacto de un zombi, ni tampoco el cuerpo de un ser humano vivo. Alcé mi mano poco a poco para tocar su cara. Acaricié su rostro notando como mi mano se enfriaba al entrar en contacto con su piel. Los otros cuerpos estaban completamente pendientes de mí pero mostraban mucha tranquilidad.
El 'muerto' se levantó aturdido. Me fijé en cada detalle de su piel, hasta que por fin vi algo que me dio una respuesta a su estado de ánimo. En su brazo izquierdo tenia inyectado un 'aparato' que transmitía un tipo de medicamento a su cuerpo. Miré a los demás cuerpos y también tenían ese 'aparato', la diferencia es que en algunos cambiaba el color del medicamento. Lentamente, cogí el aparato y fui sacándoselo poco a poco.
El ruido de una puerta abriéndose me asustó. La reacción del susto produjo que le arrancase el aparato rápidamente. Empezó a gruñir e intentó lanzarse sobre mí. Corrí hacia las rejas de la celda para alejarme de él.
- ¡Corre, joder, corre! -gritaba a la persona que se estaba acercando.
- ¡CUIDADOOO!
Giré mi cabeza y vi como en milésimas de segundo todos los cuerpos se habían levantado.
Siento deciros que esta vez no fui la chica valiente. Esta vez nadie estaba ahí para meterle un balazo en la cabeza al 'zombi' y poder salvarme. Esta vez no tenía ninguna escapatoria. Siento deciros que esta vez...., esta vez me mordieron.
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Apocalipsis final
Horror¿Adolescentes, zombis y comedia? Este es tu libro. Patri es una chica de 16 años a la que su mayor sueño se le convierte en su mayor pesadilla. Obra registrada en Safe Creative. Cógido: 1502043180002 Licencia: All rights reserved