Capítulo 53: El precio del silencio

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¿Por qué? Decidme un porqué de por qué dejábais que las notas que sacábais en vuestros estudios o el peso que marcaba la báscula, controlasen vuestro estado de ánimo. ¿En serio? ¿En serio pensáis que por sacar en todas las asignaturas -o en la mayoría de éstas- más de un 7 sois mejores personas? Y, ¿en serio pensáis que por tener un vientre plano o un torso musculado la gente os va a querer más? ¿De qué sirve sacar buenas notas si no sabes nada de la vida? ¿De qué sirve tener un ''buen cuerpo'' si eres un puto egocéntrico?

- ¡Disparooooooos! -gritó Jhon.

- ¡Tranquilos! -intervinió un hombre. - Es la señal que dan para que nos despertemos.

- ¿Disparan para despertarnos? No saben el peligro que corren... -dijo Ángel.

Me sorprendió mucho que abriesen fuego para despertar a la gente. Ese ruido solo podía atraer a zombis, pero en fin...

- ¿Adónde van? -preguntó Tati viendo que todos estaban yéndose pasillo hacia delante.

- No lo sé... pero mejor que los sigamos -dijo Julia.

Me calzé las botas y fui tras de ellos. La luz del sol penetraba hasta dentro de la estación, así que ya era fácil ver.

Estaba todo bastante sucio, no parecía un refugio muy seguro, la verdad.

Llegamos a lo que parecía haber sido la cafetería de la estación. Había dos militares en la entrada que saludaban cordialmente cuando pasábamos.

David nos vio y se dirigió a nosotros abriéndonos conversación:

- ¡Buenos días!

- Buenos días - intervinieron Jhon, Ángel, Julia y Tatiana.

- ¿Cómo habéis pasado la noche? Sentaros allí -señaló hacia una mesa redonda de color negro. - Ahora servirán el desayuno.

Nos sentamos y Ángel se puso a mi izquierda; a mi derecha, Julia.

- ¿Vas a hablar ya? -susurró Ángel.

Le miré y rápidamente bajé la vista. Él bolteó la cabeza y me dio la espalda.

- Patri... -dijo Julia. - Tenemos que decidir qué hacer respecto -bajó la voz y miró alrededor para ver si alguien estaba observándonos- respecto a... ya sabes... la escapatoria.

- ¡¿Escapatoria?! -gritó un militar que rápidamente se acercó a nosotros.

- ¡Toria, toria, noria giratoria toriaaaaaa! -me puse a cantar. - Entendiste mal, solo estábamos cantando.

- Ah, sí, perdón... -dijo el militar alejándose.

- Joder... -susurró Jhon.

- Julia, eres subnormal. Maldita estúpida -dije.

No sé de qué me estaba hablando, ¿qué era eso de 'escapatoria'? No podíamos escaparnos, o por lo menos no ahora.

 Nos trajeron el desayuno, varios chicos nos lo sirvieron. Apenas era un café aguoso con unas rebanadas de pan integral poco apetecibles. Tampoco podíamos pedir mucho... La verdad es que hacía muchísimo que no comía pan.

Una vez que desayunamos, David nos llevó a las vías del AVE.

Recuerdo que esa mañana hacía calor, muchísima por cierto. Estábamos en verano, pero hasta ahora no me había percatado de la estación del año en la que nos situábamos.

- Si tomáis el camino directo sin pararos en contratiempos ni nada por el estilo, llegaréis a Madrid en menos de dos semanas, como mucho... -dijo David mientras sacaba un mapa. - El problema está aquí -señaló a Albacete dando varios golpecitos sobre él. - Está infectado, totalmente infectado...

- ¿Albacete? ¿Infectado? Pero... podemos rodearlo, o tomar otros caminos, no sé... -dijo Jhon.

- Seguro que no es para tanto -contestó Julia.

- Sí es para tanto. Tanto es así que tuvimos que descarrilar las vías del tren de su estación para usarlas como ''muralla'' e impedir que los putrefactos tomasen dirección sur hacia nuestra estación...

- ¿Qué ocurrió? ¿Por qué tanto infectado allí? -preguntó Ángel tocándose la barba.

- No creo que sea de vuestra incumbencia ni mucho menos, solo os aconsejo que no vayáis por esa estación...

No le creí. Algo guardaba. Hablaba inseguro de sus palabras y forcejeaba mucho sus gestos. Cuando le miraba, bajaba la vista como intentando esconderme algo.

- Bueno, no pasa nada. Hay más direcciones, aunque es cierto que nos retrasaremos más -añadió Tati.

Estaban indecisos. Todos estaban indecisos. Me miraban de vez en cuando esperando a que yo aportase la solución o que dijese alguna alternativa. Pero no, esta vez no, esta vez Patri no existía.

Al cabo de un rato, David y su equipo nos explicaron el plan de saqueo y por fin nos dieron nuestras armas e incluso nos ofrecieron más munición.

Tenían una buena estrategia, la típica que digamos; querían entrar a un Mercadona y después a varias casas para buscar ropa, sábanas, y cosas de utilidad. 

Y así fue, nos unimos y conseguimos cargar con más reservas de las previstas. Incluso, dejaron que nosotros nos llevásemos provisiones para el camino hacia Madrid.

Volvíamos de vuelta cuando Julia me habló:

- ¡Patri! -me gritó mientras intentaba esquivarla. - Habla ya, tu silencio me enerva.

Seguí caminando, sin intección alguna de abrir mi boca. 

— Ya está, joder -cogió mi brazo e hizo que me parase. - Lo siento, ¿vale? Lo siento.

La miré, reí irónicamente y volví a caminar.

- Ella está mal. Julia necesita que le hables... -me susurró Jhon caminando a mi lado.

- Ey, Jhon, ven aquí -dijo Tati. Parecía que Tati era la única que realmente me comprendía, me estaba ayudando sin que yo ni siquiera se lo pidiese.

Seguimos caminando, en pequeños grupitos. Yo me junté con refugiados, no quería saber nada de los demás. Los refugiados no hablaban nunca, mostraban una especie de miedo, o algo así.

Llegamos a la estación y David nos hizo parar en la puerta.

- Gracias -dijo. - ¿De verdad que queréis iros?

- Por supuesto. Nosotros ya cumplimos con nuestra parte del trato -contestó Ángel.

David asintió con la cabeza y sonrió. Nos despedimos de todos y nos llevó a las vías del AVE.

- Tomad -nos dio un mapa. - Están marcadas todas las estaciones de España, espero que os sirva.

- Gracias. Da gusto saber que todavía hay gente buena en este caos -dijo Julia.

David entró a la estación y cerró la puerta. Ángel, Jhon, Julia y Tati nos pusimos a andar en las vías del tren, cuando de repente...

- ¡Quietos! Aquí nadie va a ningún lado -dijo una voz masculina.


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