Capítulo 49: Cadenas

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Odio estar confusa, saber que en mi cabeza dos términos semejantes pero a la vez totalmente distintos se contradicen. Odio cuando hay que elegir entre dos caminos y no saber la elección que va a llevar al sitio correcto. Odio... odio esto. Pero más odio haberme dado cuenta de lo que me he convertido.

- Patri, ¡para! -dijo Julia persiguiéndome-. ¿Qué coño haces? -agarró mi brazo girándome hacia ella.

- No lo sé, ¡no lo sé! -contesté entre suspiros.

- ¿Y Patri? ¿Dónde está Patri? ¡Joder! -una lágrima se posó en su ojo.

- Estoy aquí Julia, soy yo... -contesté abrazándola.

- ¡Acabas de reventarle las narices a Jhon sin motivo alguno! -dijo separándose de mí.

- ¿Por qué, Julia? ¿por qué? ¿Por qué te empeñas en defenderlo a él y en no ver lo que yo sufro? ¡Tengo sentimientos!

- Ya basta Patri, vuelve a ti. Todo esto te está consumiendo y cada vez más rápido.

- ¿Todo esto? ¿El qué? ¿Ver como toda mi familia ha desaparecido? ¿Recordar el cuerpo muerto de mi hermana en mis brazos? ¿Saber que he matado a personas vivas?

- Maté a mis padres. ¡JODER!

Me paralizé, intentaba hablar pero en mi garganta había un nudo que no me dejaba sacar a fuera mis pensamientos.

Julia empezó a llorar. Lloraba mientras miraba fijamente mis ojos y a mi vista perdida.

- ... -intenté hablar.

- Mi padre era agricultor, trabajaba en el campo y todos los días volvía sobre las 20h. Pero ese día no... ese día ya eran las 21:30h y el salón de mi casa seguía sin su presencia. Mi madre, preocupada tras realizar numerosas llamadas que no tenían respuesta, decidió salir a buscarle -empecé a llorar-. Cogió su coche, un Renault ya viejo y desgastado. Salió de casa pronunciando un ''Hay pollo en la nevera, cuando te dé la gana cenas''. Yo, cansada después de una tarde de entrenamiento intenso de tenis, decidí ir a dormir. Poco después de quedarme dormida empecé a escuchar gritos y sollozos que provenían del garaje de mi casa. Bajé las escaleras poco a poco, tenía miedo. y entonces, lo vi. Vi a mi padre con un tono de piel grisáceo, forzando su respiración y con una especie de mordedura en su antebrazo derecho. Mi madre lloraba mientras sacaba, a duras penas, el cuerpo inerte de mi padre del coche. Yo no lo pensé, mi cuerpo empezó a andar solo hacia la cocina, cogí un cuchillo y lo empuñé mientras el sudor caía de mi frente. Me acerqué a mi madre, sentada en el suelo mientras el cuerpo recostado de mi padre se posaba en sus muslos. Ella gritaba que le ayudase, y así fue, la ayudé. Primero apuñalé a mi padre en la barriga, luego se la rajé, pasé a su cuello que quedó cortado y desangrado tras pasarle el cuchillo.

-... -abrí la boca.

- Mi madre gritaba y gritaba que parase, pero no me impedía seguir. La miré, sonreí mientras las gotas de sangre caían de mi rostro y dije ''Ya era hora de que te deshicieses de tus cadenas, ahora tengo que deshacerme yo de las mías'', y cruelmente jugué con el cuerpo de ella y con el cuchillo...

La carne se me puso de gallina, todo el cuerpo se me revolvió.

- No sé qué decir... -dije temblando.

- Desde pequeña recuerdo como mi madre era azotada por mi padre. Primero era eso, solo azotes, pero día a día fue aumentando... golpes, arañazos e incluso utilizaba objetos para hacer daño físico a mi madre. Luego el muy canalla, insatisfecho del dolor que provocaba en mi madre, empezó conmigo, a mí se me hicieron costumbre e incluso me dejaron de doler sus golpes. Pero lo que me dolía, y más que nada en el mundo, eran los insultos que mi madre me decía después de cada enfrentamiento con mi padre. Era una cadena que me ataba...

- Pensé que esto que estoy viviendo es una tortura, pero ahora me doy cuenta de lo equivocada que estaba -dije entre lágrimas.

- Después de despedazar y asesinar a mis padres, empecé a llorar abrazada al cuerpo de mi madre. De repente, mi padre empezó a realizar ciertos gemidos muy desagradables, yo lo miré y vi como sus párpados se habían vuelto a abrir, esta vez sus ojos eran blanquizos y estaban cubiertos de sangre. Intentaba ''atacarme'' pero apenas podía ni siquiera levantar los brazos. Seguía gimiendo hasta que empezó a vomitar sangre de un color negrizo. No sabía qué hacer, seguía abrazada al cuerpo de mi madre que cada vez estaba más frío. Me levanté y le clavé el cuchillo nuevamente en la barriga, que sirvió de poco ya que él seguía produciendo esos desagradables gemidos mientras intentaba atraparme con sus manos. Entonces, intenté clavárselo en el cráneo, la primera vez fue imposible, muy costoso, no imaginé que el cráneo de una persona -si a eso se le puede llamar persona- tenía ese grado de durabilidad, pero tras intentarlo de nuevo, lo conseguí. Mi padre se paró y quedó totalmente muerto.

- ¿Y el cuerpo de tu madre? ¿Qué pasó con él? -pregunté.

- No sé el por qué, pero después de ver lo que había hecho con mi padre, también destrocé su cráneo. Lo hice como instintivamente...

- Julia, me parece asombroso todo lo que me has contado y ahora sé que eres una persona valiente, muy valiente. Pero, ¿por qué me cuentas a mí todo esto?

- Porque con el paso de los días me fui sintiendo sucia... empecé a darme asco. Cada vez que cogía un arma la mano me temblaba. Y estoy arrepentida Patri, muy arrepentida, echo de menos a mi madre día sí y día también, aunque ella nunca tuvo valor para sacarme de casa y llevarme a un lugar seguro con mi padre lejos. Pero, con todo esto te quiero decir que por eso voy a Madrid con vosotros, no por otra cosa, porque sinceramente, pienso que vamos a acabar perdiéndonos, y que seguro que por el camino alguien muere o tenemos que separarnos... Pero hay esperanzas, tu madre sigue viva y la vamos a encontrar.

Abracé a Julia fuertemente mientras las dos empezamos a llorar. Jamás pensé que ella había sufrido tantísimo... Siempre me demostró ser una chica sensible y no siempre era valiente, que digamos, pero poniéndome a pensar, me di cuenta de que era la chica más valiente que jamás había conocido, incluso más que yo.

- Patri, también quiero que aprendas que pegar a alguien no es la solución para enseñar algo a esa persona... Te vas a sentir mal, acabarás sucia como yo lo estoy.

- Ahora ya lo sé, ahora sé que hay distintas soluciones para cada situación.

- ¡PATRI, JULIA! -gritó Tatiana-. ¡VENID YA!

Corrimos hacia ella, nos llevó hacia donde habíamos pasado la noche. Allí estaba Jhon, con un paño mojado tapándose la hemorragia de la nariz, también estaba Ángel, tirado en el suelo y socorriendo a alguien. Me acerqué más a Ángel y vi a Albert con convulsiones y una camiseta rajada que hacía de torniquete en su brazo izquierdo.

- ¡¿Qué ha pasado?! -preguntó Julia.

- ¡LO HAN MORDIDO! -gritó Ángel nervioso.

- ¡Jodeeer! -grité.

- Chicos, mierda, mierda, mierda -dijo Jhon señalando carretera hacia arriba.

Una lenta aunque enorme manada de zombis se dirigía hacia nosotros. Estaba claro que teníamos tiempo suficiente para cargar con nuestras mochilas y salir corriendo entre pequeños atajos, pero teníamos un problema, un gran problema... Albert estaba a punto de ser uno de ellos.


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Apocalipsis finalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora