Capítulo 26: Reencuentro

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¿Sabéis esa sensación cuando te aguantas las ganas de llorar? No puedes hablar, gesticular, ni siquiera respirar, porque sabes que como hagas alguna de esas cosas rompes a llorar de inmediato. Odio tantísimo llorar... y más lo odio si me ve gente haciéndolo. Prefiero hacer cualquier otra cosa antes de dejar caer una lágrima por mis ojos. Y simplemente por miedo, miedo a que una persona pueda llegar a conocerme con solo mirarme a los ojos cuando estoy llorando. Porque con una mirada a alguien mientras llora, conoces todo su mundo.

- Falta poco para llegar a la carretera -dije.

- ¿Cómo lo sabes? -preguntó el chico.

- Porque el suelo se está poniendo cada vez más duro, y eso significa que vamos a llegar a una carretera.

- Ajam...

- ¿Por qué no me dices tu nombre?

- No me lo has preguntado. Me llamo Jhon y tengo 19 años. Soy de Sevilla, y no me preguntes cómo llegué a Murcia porque aún no lo sé.

- ¿Sabes en el día que estamos? O al menos en el mes...

- 25 de marzo.

- ¡No me lo puedo creer! Hace nada era 17 de junio y yo estaba celebrando mi cumpleaños... Pero bueno, eso no importa, ¿cómo sabes el día que es?

- Es de inútiles estar en un apocalipsis zombi y no llevar siempre consigo algún calendario, por muy chico que sea.

- No es de inútiles. Imagínate que entras en coma o te quedas inconsciente varios días y pierdes la noción del tiempo.

- Por suerte hasta ahora no me ha pasado nada de eso, siempre he tenido quien me protegiera o he estado en algún refugio.

- Se te nota...

- ¿Qué insinuas, Patri? -me dijo levantando la ceja.

- Nono, nada, solo que si hubieras pasado por lo que yo, estarías algo más delgado y fornido.

Seguimos hablando un rato, pero no tocamos ningún tema interesante. Comentó algo de que Sevilla había sido una de las ciudades en el que el virus llegó más tarde, y no es de extrañar, ya que no hay playa.

- ¡Por fin, carretera! -dijo.

- Te avisé, pero me tomas por tonta.

- Tenemos que buscar algún coche que funcione, sino tendre...

- ¡CALLA! -dije tapándole la boca. - ¿Los has escuchado? ¡Gritos!

Comencé a correr carretera abajo -de donde venían los gritos-. Aunque no sabían de quien eran, tenía la necesidad de ir hacia ellos.

- ¡PATRI PARAAAA! -gritaba Jhon intentando seguirme el paso.

Vi un pequeño supermercado y me dirigí directa hacia él.

- ¡Corre, joder! -le grité a Jhon mientras le hacía gestos con la mano para que viniese.

La puerta del súper estaba cerrada y en su interior se oían golpes y algún que otro gemido. Recorrí el perímetro y encontré una ventana que daba a dentro del súper.

- Jhon, ven aquí -susurré. -Súbeme en tus hombros e impúlsame hacia arriba y dame mi revólver del pantalón cuando te lo pida.

- ¿Estás loca? ¡No pienso poner en peligro nuestras vidas!

- Vas a poner en peligro MI VIDA, y además, ¿no quieres tener esa satisfación de salvar a alguien o al menos de intentarlo?

- Eres una lianta... -dijo colocándose debajo de la ventana. -¡Arribaaa! -dijo mientras me subía.

- Dame el revólver, rápido.

Al coger el revólver, su mano rozó mis cachetes y...:

- ¡EEEEEEEEEH! -grité cabreada.

- ¡Ha sido sin querer, no veo con tu pierna!

- Maldita sea, esta la vas a cobrar cara, soy demasiada moza pa' tan poco hombre.

Con el mango del revólver empecé a golpear el cristal de la ventana para romperlo.
Una vez roto, Jhon me impulsó con todas sus fuerzas y caí dentro. Al haber cristales en el suelo, me hice daño y eso me retrasó. Apenas veía nada y los gritos iban disminuyendo.
Fui andando entre pasillo y pasillo, evitando los zombis que de vez en cuando había entre ellos. 

- ¡MIERDAAAAAAAAAAAAA! 

Ese grito hizo que me diese cuenta de dónde se habían metido las personas que estaban gritando. Había unas escaleras cerca de la puerta.

Corrí hacia las escaleras, las bajé y encontré a Julia con Kimberly encerradas por una horda de zombis.

- ¡JULIA, TOMA! -grité lanzándole mi revólver.

Cogí mi cuchillo y subí las escaleras para matar a los zombis que había en el supermercado. Cuando me deshice de ellos, bajé corriendo para ayudar a las chicas.

- ¡PATRIIIIIIIIIIIIIII! -gritó Julia con todas sus fuerzas.

Corrí tanto que me caí y torcí el tobillo. No podía apoyar el pie en el suelo y la situación empeoraba. Lo único que me mantenía con fuerzas era que volvía a ver a Julia, aunque fuesen los últimos segundos de mi vida...

Apocalipsis finalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora