¿Sabéis esa sensación cuando te aguantas las ganas de llorar? No puedes hablar, gesticular, ni siquiera respirar, porque sabes que como hagas alguna de esas cosas rompes a llorar de inmediato. Odio tantísimo llorar... y más lo odio si me ve gente haciéndolo. Prefiero hacer cualquier otra cosa antes de dejar caer una lágrima por mis ojos. Y simplemente por miedo, miedo a que una persona pueda llegar a conocerme con solo mirarme a los ojos cuando estoy llorando. Porque con una mirada a alguien mientras llora, conoces todo su mundo.
- Falta poco para llegar a la carretera -dije.
- ¿Cómo lo sabes? -preguntó el chico.
- Porque el suelo se está poniendo cada vez más duro, y eso significa que vamos a llegar a una carretera.
- Ajam...
- ¿Por qué no me dices tu nombre?
- No me lo has preguntado. Me llamo Jhon y tengo 19 años. Soy de Sevilla, y no me preguntes cómo llegué a Murcia porque aún no lo sé.
- ¿Sabes en el día que estamos? O al menos en el mes...
- 25 de marzo.
- ¡No me lo puedo creer! Hace nada era 17 de junio y yo estaba celebrando mi cumpleaños... Pero bueno, eso no importa, ¿cómo sabes el día que es?
- Es de inútiles estar en un apocalipsis zombi y no llevar siempre consigo algún calendario, por muy chico que sea.
- No es de inútiles. Imagínate que entras en coma o te quedas inconsciente varios días y pierdes la noción del tiempo.
- Por suerte hasta ahora no me ha pasado nada de eso, siempre he tenido quien me protegiera o he estado en algún refugio.
- Se te nota...
- ¿Qué insinuas, Patri? -me dijo levantando la ceja.
- Nono, nada, solo que si hubieras pasado por lo que yo, estarías algo más delgado y fornido.
Seguimos hablando un rato, pero no tocamos ningún tema interesante. Comentó algo de que Sevilla había sido una de las ciudades en el que el virus llegó más tarde, y no es de extrañar, ya que no hay playa.
- ¡Por fin, carretera! -dijo.
- Te avisé, pero me tomas por tonta.
- Tenemos que buscar algún coche que funcione, sino tendre...
- ¡CALLA! -dije tapándole la boca. - ¿Los has escuchado? ¡Gritos!
Comencé a correr carretera abajo -de donde venían los gritos-. Aunque no sabían de quien eran, tenía la necesidad de ir hacia ellos.
- ¡PATRI PARAAAA! -gritaba Jhon intentando seguirme el paso.
Vi un pequeño supermercado y me dirigí directa hacia él.
- ¡Corre, joder! -le grité a Jhon mientras le hacía gestos con la mano para que viniese.
La puerta del súper estaba cerrada y en su interior se oían golpes y algún que otro gemido. Recorrí el perímetro y encontré una ventana que daba a dentro del súper.
- Jhon, ven aquí -susurré. -Súbeme en tus hombros e impúlsame hacia arriba y dame mi revólver del pantalón cuando te lo pida.
- ¿Estás loca? ¡No pienso poner en peligro nuestras vidas!
- Vas a poner en peligro MI VIDA, y además, ¿no quieres tener esa satisfación de salvar a alguien o al menos de intentarlo?
- Eres una lianta... -dijo colocándose debajo de la ventana. -¡Arribaaa! -dijo mientras me subía.
- Dame el revólver, rápido.
Al coger el revólver, su mano rozó mis cachetes y...:
- ¡EEEEEEEEEH! -grité cabreada.
- ¡Ha sido sin querer, no veo con tu pierna!
- Maldita sea, esta la vas a cobrar cara, soy demasiada moza pa' tan poco hombre.
Con el mango del revólver empecé a golpear el cristal de la ventana para romperlo.
Una vez roto, Jhon me impulsó con todas sus fuerzas y caí dentro. Al haber cristales en el suelo, me hice daño y eso me retrasó. Apenas veía nada y los gritos iban disminuyendo.
Fui andando entre pasillo y pasillo, evitando los zombis que de vez en cuando había entre ellos.- ¡MIERDAAAAAAAAAAAAA!
Ese grito hizo que me diese cuenta de dónde se habían metido las personas que estaban gritando. Había unas escaleras cerca de la puerta.
Corrí hacia las escaleras, las bajé y encontré a Julia con Kimberly encerradas por una horda de zombis.
- ¡JULIA, TOMA! -grité lanzándole mi revólver.
Cogí mi cuchillo y subí las escaleras para matar a los zombis que había en el supermercado. Cuando me deshice de ellos, bajé corriendo para ayudar a las chicas.
- ¡PATRIIIIIIIIIIIIIII! -gritó Julia con todas sus fuerzas.
Corrí tanto que me caí y torcí el tobillo. No podía apoyar el pie en el suelo y la situación empeoraba. Lo único que me mantenía con fuerzas era que volvía a ver a Julia, aunque fuesen los últimos segundos de mi vida...
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Apocalipsis final
Horror¿Adolescentes, zombis y comedia? Este es tu libro. Patri es una chica de 16 años a la que su mayor sueño se le convierte en su mayor pesadilla. Obra registrada en Safe Creative. Cógido: 1502043180002 Licencia: All rights reserved