¿Habéis sentido alguna vez una especie de ''odio'' hacia una persona sin motivo alguno o insignificiante? Simplemente, odias a esa persona por el hecho de que exista... Eso sentía yo hacia Jhon y desde el primer día en que lo vi. Le tenía como asco, odiaba acercarme a él o siquiera mirarle a la cara. ¿Que por qué? Como ya he dicho anteriormente, no lo sé.
- ¡Tenemos que irnos YA! -gritó Julia.
- ¿Acaso ves que podemos movernos? -dije señalando a Albert-. Además, Jhon tampoco está en condiciones...
La manada de zombis seguía acercándose.
- ¿Cuántos hay? -preguntó Ángel mientras taponaba el brazo de Albert.
- 20... 25 quizás -contesté alzando la vista-. Ángel, me encargo yo de sujetar a Albert, tú acércate todo lo que puedas a la manada para ver si hay algo que podamos hacer contra ellos.
Acto seguido, Ángel se levantó y me puse yo en su lugar.
- ¿De cuántas armas disponemos? -preguntó Tatiana mientras yo inspeccionaba el cuerpo de Albert.
- Armas muchas, dos por cabeza quizás... Munición poca, muy poca después de toda la que gastamos en el centro comercial -contestó Jhon entre pequeños sollozos.
Ángel se acercaba poco a poco a los zombis, ellos estaban cada vez más y más cerca de nosotros.
Quité la camiseta que taponaba la herida del brazo de Albert. La mordida estaba justamente en el antebrazo, la abrí para verla más de cerca. Albert temblaba. Era algo extraño, porque la sangre seguía fluyendo pero al llegar justamente a la vena donde se había producido la mordida, empezaba a formarse una especie de ''pegotes'' de sangre que tomaban un color rojo fuerte tirando a negrizo.
- Dame agua oxigenada, Julia -dije.
- ¿Patri qué dices? ¡Tenemos que irnos, Ángel viene corriendo!
- ¡Que me la des! -grité enfadada.
Julia sin rechistar me la dio. Tatiana, Jhon y Julia cogieron las mochilas y empezaron a apresurarse.
- ¡Vamoooooooos! -gritó Ángel corriendo hacia nosotros.
Yo seguía en el suelo, como evadida de todo excepto de Albert. Su sangre estaba enfriándose pero su cuerpo aún se mantenía caliente. Rocié la herida con el agua oxigenada, sin respuesta alguna me desesperé.
- ¡¡PATRIIIIIII!! -gritó Ángel viniendo hacia mí-. ¡Déjalo y corre!
Ángel me cogió del brazo intentando que me levantase. Forcejeé con él hasta que conseguí que me soltara.
- Déjame. ¡Huye!
Ángel me miró y cogió su pistola.
- No me quedan muchas balas, hazlo rápido o caeremos los dos.
Se colocó delante de mí y comenzó a disparar a los zombis que se acercaban más rápidamente hacia nosotros.
De repente, Albert abrió los ojos y empezó a respirar forzosamente. Sus venas se pusieron negrizas pero su temperatura era estable.
- ¡Lo tengo! ¡LO TENGOOO!
- Patri, ¡tenemos que irnos!
Ángel empezó a correr y los zombis se acercaron a mí. Yo seguía observando las reacciones de Albert.
De pronto, miré hacia arriba y vi a dos zombis a solo centímetros de mí. Empecé a echarme para atrás ayudándome de mis manos y mis pies. Un zombi se avalanzó a mí y empezamos a forcejear. Como pude, saqué mi cuchillo de su funda con la mano izquierda. El zombi putrefacto intentaba morderme el brazo, yo lo sujetaba con mis piernas y la mano derecha.
- ¡Patriiiii! -gritó Julia corriendo hacia mí.
El otro zombi cayó a mi lado.
Un tiroteo empezó a escucharse. Me deshice del zombi que tenía encima y me levanté. La manda de zombis se estaba dando la vuelta y caían uno detrás de otro.
Corrí hacia Julia.
- ¡Lo tengo!
Me miró y golpeó mi cara dejando la silueta de su mano en mi rostro.
- ¡¿Qué haces!? -grité cabreada.
- ¡Eres imbécil!
- ¿Qué está pasando? ¿De dónde vienen esos tiros? -preguntó Tati.
- ¡Mirad! -dijo Jhon señalando a un pequeño grupito de personas.
Tati, Jhon y Julia se dirigieron hacia ellos.
- ¿Adónde vais? Volved aquí -susurré.
Ignorando mis palabras, siguieron andado.
- ¡Vamos! -dije a Ángel cogiendo su brazo.
Rodeamos la calle sin que nos vieran y nos colocamos detrás de esas extrañas personas.
Eran 5, dos chicas y tres chicos. Parecían mayores, el menor de ellos aparentaba unos 30 años. Portaban metralletas en sus espaldas y una mochila cada uno. No parecían peligrosos... es más, tenían pinta de estar asustados y aturdidos.
- Deberíamos acercarnos... parecen inofensivos -susurró Ángel.
- Una vez a Julia y a mí nos hicieron una encerrona unas chicas que parecían ''inofensivas''. Mmm... me pregunto qué habrá sido de ellas.
- ¿Y qué hacemos? No podemos quedarnos aquí.
- Ángel, creo que tengo la solución a todo. Creo que sé cómo se produce el virus...
- ¿¡DE VERDAD!? ¡Cuéntame!
El gripo alarmador de Ángel provocó que dos hombrs se girasen en nuestra busca.
- ¡Mierda! -dije.
- Tenemos que ir con ellos -dijo.
Nos estábamos acercando poco a poco a ellos. Julia hablaba con las dos mujeres que parecían muy interesadas en lo que les decía.
- Cuando te diga, dispárales -susurré bajando la mano a mi revólver.
- ¿Qué?
- ¡AHOOOOOOOOOOOOORA! -grité.
Ángel se encargó del grupito que hablaba con nuestra gente. Yo, sin apenas dejarles reaccionar, volé la cabeza de los dos hombres que se habían girado en busca de ver nuestro rostro.
- ¡¿POR QUÉ HABÉIS HECHO ESO?! -dijo Tatiana enfada y lloriqueando.
- Tienen armas, munición y estoy casi segura de que comida y cosas útiles en sus mochilas. No podemos fiarnos de nadie, y nadie puede fiarse de nosotros -contesté.
- Has hecho bien Patri -dijo Jhon.
No puedo creerlo, Jhon a mi favor... En fin.
Estaba claro que hice una crueldad y puede que más de alguno no entendáis el porqué lo hice. Pero no podía, o mejor dicho, no quería arriesgarme a que esa gente nos pusiera en peligro.
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Apocalipsis final
Horror¿Adolescentes, zombis y comedia? Este es tu libro. Patri es una chica de 16 años a la que su mayor sueño se le convierte en su mayor pesadilla. Obra registrada en Safe Creative. Cógido: 1502043180002 Licencia: All rights reserved