Capítulo 20: Nueva era

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- Para aquí -dijo Julia. - Tengo ganas de estirar las piernas.

- Vuelve rápido al coche, yo mientras revisaré el motor.

Julia y yo estábamos 'bien'. Con suerte, escapamos de la base de los micras y pudimos llegar a mi casa esa misma noche. En mi casa cogí todo lo que pude, sobre todo fotos y recuerdos de mi familia. 
Decidimos ir a Murcia, una ciudad próxima a Almería. Conseguimos llegar en tres días, y la verdad es que la ciudad estaba muy tranquila, eso sí, había cadáveres por todos lados. 
Realmente, no teníamos ningún plan, solo llegar a Murcia.

Julia ahora era la que controlaba nuestro destino, yo ya no tenía ganas de luchar. Incluso estuve a punto de volarme la cabeza, pero Julia lo evitó.
La mordedura y la herida ya estaban totalmente curadas, solo quedaban sus cicatrices en mi piel. 
Y de mí... de mí decir que ya no era la misma, ya no era esa Patri dispuesta a todo y valiente.
Cada día recordaba el cuerpo de mi hermana en mis manos, la última mirada que me echó mi madre, el último beso que recibí de mi padre... y eso me mataba por dentro, me dejaba sin ganas de luchar.

- Volvamos -dijo Julia acercándose a mí. - Va a oscurecer.

- Conduce tú, a mí todavía me cuesta manejar el coche.

- No Patri, tienes que aprender a conducir perfectamente -insistió Julia.

- No. No quiero. Solo quiero dormir.

- He dicho que conduzcas -dijo dándome un tirón en el brazo.

Cada vez tenía más ganas de deshacerme de ella, siempre tenía que decir la última palabra y yo eso lo odiaba. Me trataba como si yo ya no le importase, cual perra abandonada.

Estábamos alojadas en una pequeña casa que encontramos al llegar a la ciudad. 
Cuando llegué, subí corriendo a mi cuarto y cerré la puerta de un portazo. Me tiré a la cama y comencé a dormir.

El olor a humo me despertó. Me asomé por la ventana y no vi nada sospechoso.

- ¡Juliaaa! -grité bajando las escaleras. - Maldita sea, ¡Julia dónde estás!

En la casa no había rastro de ella, así que decidí salir a la calle. En la parte trasera de la casa encontré a Julia con una pequeña hoguera y una caja que me era muy familiar.

- ¡VETE! -gritó Julia.

- ¿Qué estás haciendo? ¿Qué es eso?

- ¡Que te vayas, he dicho! 

- Julia, ¿¡qué es?!

Me acerqué a la hoguera y vi como el fuego quemaba el rostro de mi madre en una foto. 

- ¡HIJA DE PUTA! 

Después de pegar ese grito, me tiré sobre Julia y empecé a golpearle la cara. Ella ni siquiera ponía resistencia, solo intentaba decir algo. Cuando mi ira desapareció, me levanté de encima de Julia y pude ver como había dejado toda su cara llena de sangre, los pómulos de sus ojos hinchados, y su nariz descolocada. 
Sinceramente, me dio igual. Fui rápidamente hacia la caja y solo quedaba una foto donde salían mi padre, mi madre y mi hermana. 
Julia había quemado todos mis recuerdos, desde la foto de mi madre hasta mi manta de cuando era bebé.
Cogí la foto y arrastré a Julia hacia la casa. Coloqué a Julia encima del sofá y empecé a hervir agua para curar las heridas que mi puño habían provocado. 

Cuando llegué al salón mis manos fueron directas a su cuello y mis dedos cada vez apretaban más y más fuerte, mientras el cuerpo de Julia se movía sin conseguir ningún resultado...

Apocalipsis finalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora