Capítulo 35: Heroína del fin

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Versión de Jhon:

Asustado, depravado, inquieto, inseguro... Todo eso siento. 
Recuerdo como Julia cayó al suelo y Ángel disparó a la cabeza de Patri. Recuerdo como Patri cayó al suelo vomitando una especie de sangre negra y teniendo un tipo de taquicardias. Recuerdo como el tiempo se me paró por momentos. Recuerdo como me acerqué poco a poco al cuerpo e intenté reconocer si era Patri sin tener éxito.

Entré a la fábrica, bueno, a lo que quedaba de ella, mientras Ángel socorría a Julia. Docenas y docenas de cuerpos apilados en el suelo... humo y humo por todos lados... un olor desagradable a carne quemada... Pero ni rastro, ni rastro del revólver de Patri, ni del rifle que llevaba, ni de su mochila.

- No hay nada -dije mirando a Ángel mientras salía de la fábrica.

- Mira en el 4x4, quizás encuentres algo.

El coche tenía algo raro, marcas de sangre por la guantera y ciertos indicios de forcejeo de esta. Era raro... no sé cómo explicar que no hubiese explotado después de todo el fuego que había en el lugar. Sigo sin entender qué ocurrió ahí dentro.
Intenté arrancarlo, pero no conseguí nada. Y era bastante peligroso, con que una simple chispa de fuego cayese sobre el coche, explotaría.

- Tenemos que irnos -dijo Ángel.

- Cogeré a Julia entre mis brazos. Porta mis armas -contesté dándole mi mochila.

Comenzamos a andar. La verdad es que no sabíamos adónde íbamos, supongo que volveríamos a ese pequeño piso donde habíamos pasado la noche. Recuerdo que ahí iba siempre que estaba agobiado en la fábrica, lo encontré un día de casualidad haciendo la ruta con Kim. Era bastante arriesgado volver allí, lo sé, Kim sabía que yo conocía ese lugar y seguro que recurriría a ir a por nosotros.
¿Y Salva? ¿Dónde está Salva? La última vez que lo vi recuerdo que sus ojos desprendían odio y a la vez miedo. Sigo sin entender qué ha pasado en solo cuestión de horas.

- ¿Era... Patri? -preguntó Ángel en un tono bajizo.

- Era ella.

- ¿Estás seguro? 

- ¡PATRI ESTÁ MUERTA! -grité rompiendo a llorar.

- No está muerta... -susurró Julia mientras agonizaba.

- ¡Julia! -dijimos yo y Ángel. - Agua, necesitamos darle agua, Ángel.

- Queda poco para llegar... El susto ha tenido que causarle un bajón de azúcar, además, lleva mucho tiempo sin comer proteínas.

Empezamos a andar lo más rápido que mi cuerpo me permitía, Ángel se deshacía de zombis de vez en cuando. 
Ese cuerpo era Patri. Lo supe desde que la vi salir de la fábrica. Estaba quemada entera, y era muy difícil identificarla, pero algo me decía por dentro que habíamos perdido a la heroína de este puto apocalipsis.

Una vez que llegamos al piso, dejé a Julia en el sofá y me dirigí a la cocina. Había guardado varias latas de comida por si alguna vez pasaba algo así, y mira, ha pasado... 
Con un poquito de alcohol en un trapo, Ángel despertó a Julia. Empezamos a comer, judías crudas y frías. Nadie dijo nada. El silencio estuvo presente casi todo el día. Julia se encerró en una habitación sola. Ángel se pasó el día mirando por la ventana y sellando la puerta. Yo... yo solo pensaba y torturaba mi mente mientras intentaba leer revistas viejas.

Ya era de noche, Ángel dormía en un colchón tirado en el suelo. Yo daba vueltas en el sofá, volviendo a torturar mi mente.
Me armé de valor y decidí ir a hablar con Julia.

- Julia... -dije tocando la puerta.

- Vete -contestó.

Abrí la puerta y volví a insistir. - Julia, tenemos que hablar.

- No era ella, dime que no era ella.

- No puedo asegurar que no lo era...

- Está viva, ¿entiendes? ¡Está viva! -dijo golpeando la pequeña estantería que había en la habitación.

- Acéptalo, se ha terminado. Tenemos que seguir con nuestro destino.

- No entiendes nada, ¿verdad? No tienes ni puta idea de nada. Sé que está viva, lo noto. ¡La noto!

- ¿Por qué te haces la víctima? Dime, ¿por qué? Estoy harto, estoy harto. Aquí quien peor lo está pasando soy yo. ¡LA QUERÍA! -grité rompiendo a llorar.

- No sabes lo que es querer a nadie. Todo fue tu culpa, todo fue tu maldita culpa.

- ¿El qué? ¿Que nos pillara? 

- Yo no quería hacerlo, Jhon...

- Yo no te obligué a hacerlo.

- Me obligaste. 

Mis ojos se clavaron en sus ojos. Me acerqué a ella, acaricié su pelo, noté su respiración en mi muñeca. En cuestión de segundos su lengua estaba enredada a la mía. Mis manos agarraban fuertemente su culo. Sus piernas se enlazaron a mis caderas. La empotré contra la pared mientras ella mordía mi labio. Mi lengua rozaba su cuello, sus manos arañaban fuertemente mi espalda. Mis dientes se apoderaron de su oreja mientras un fuerte gemido salió de su boca.
La lanzé a la cama. Desabroché su pantalón y poco a poco introducí mi mano mientras mordisqueaba su pecho. Mis dedos empezaron a notar como ella deseaba lo mismo que yo. Ella gemía, a la vez que lloraba. Me quité el pantalón, a ella sus bragas. Me coloqué encima de ella y la penetré. 
Sudados, cansados y llorando, dormimos abrazados.

La luz que se metía en la persiana entreabierta me despertó. Giré mi cabeza y miré a Julia. Ella me miró a mí. Tenía los ojos rojos, hinchados. Con solo mirarla sabía lo que estaba pensando.

- ¿Qué hemos hecho? -dijo.

- El cobarde. Lo que más odiaba Patri.

- Ni siquiera entiendo por qué...

- ¿Qué pensabas mientras lo hacíamos?

- Lo mismo que pensabas tú; en ella.

Mis lágrimas empezaron a caer y Julia susurró:

- Está muerta, lo he sentido esta noche.

Apocalipsis finalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora