Capítulo 65: Redada

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Una vez que te acostumbras a una situación, un sentimiento o un estado, es como que todo se te hace rutina. Al principio de todo esto, yo no podía imaginarme que acabaría enfrentándome a tantos peligros, que iba a sobrevivir tanto tiempo, y mucho menos podía imaginarme que entre tanto caos y tanta mierda, pudiese sentir cosas que jamás había sentido...

- Deberíamos coger la carretera nacional de Valencia y llegar a Madrid por ahí -dijo Ángel mientras yo seguía mirando a Julia.

- Espera, espera, espera -dijo Jhon con un tono algo desagradable. - ¿Cómo estáis pensando en ir a Madrid ya? ¡Mirad como está Julia! Tenemos que encontrar algún sitio para pasar la noche...

- ¿Otra vez? -contestó Ángel. - Siempre pasa lo mismo, como sigamos así nunca llegaremos a Madrid.

- Comparto lo que dice Jhon... Deberíamos parar -añadí.

- ¿Qué hacemos? -preguntó Tati mientras seguía conduciendo.

- Si queréis parar que sea ya, porque va a oscurecer dentro de nada -indicó Ángel.

De repente, Julia empezó a toser.

- ¡Julia! -grité ansiosa. 

- ¡Para Tati! -dijo Jhon.

Julia abrió poco a poco los ojos y colocó su mano encima de la mía. Tati paró el coche rápidamente y Jhon se bajó para abrirnos la puerta.

- ¡Estate quieto! -dije mientras Jhon intentaba subirse. - ¿No ves que no es bueno moverla? 

- Necesito agua... -dijo Julia entre jadeos.

Jhon sacó su cantimplora lo más rápido que pudo.

- ¿Cómo estás? -preguntó él mientras yo mojaba los labios de Julia de agua.

- Me siento muy mareada... 

- Tenemos que darle algo con azúcar -añadió Tati,

Ángel vino hacia nosotros mientras Tati revisaba el motor.

- Toma -me dio Ángel una chocolatina.

- Ay, está derretida -dije con cara de niña pequeña.

Jhon no paraba de manosear a Julia, y me estaba poniendo muy nerviosa. Es como que lo hacía intencionadamente, sabía que algo había pasado entre nosotras.

- Déjala, Jhon. Está bastante débil -dije mientras le daba la chocolatina a Julia.

- Sería bueno que estirase un poco las piernas -dijo Ángel.

Después de un rato discutiendo y socorriendo a Julia, por fin se pudo poner de pie. Decía que tenía la mente en blanco, que algo extraño le había ocurrido, pero no quería contar el qué.

Jhon y Julia se alejaron un poco para hablar mientras Tati, Ángel y yo nos sentamos en el asfalto a comer y recuperar energías.

- Cómo quema, joder -dijo Tati refiriéndose a la carretera.

- Normal... Supongo que estaremos a unos 35 grados -añadió Ángel.

- Pues sí, eso mínimo... -contestó abriendo una lata en conserva. - Patri -me dijo mirándome. - ¡Patri! -llamó mi atención.

- Perdón, perdón -contesté volviendo a mí.

- ¿Qué te pasa con ellos? -preguntó Ángel. - No dejas de mirarlos.

- No, nada... Es que Julia está débil, no debería hacer muchos esfuerzos.

- Mmmm... -dijo Ángel con una mueca en la boca.

- Patri, creo que tengo que pedirte disculpas y agradecerte lo del otro día -me dijo Tati mientras yo me mordía las uñas.

- Quizás la que deba pedirte disculpas sea yo... Era tu decisión, no debí impedirla -contesté.

- No digas eso. Simplemente fue un mal día, no me sentía a gusto en este grupo. Pero ya veo que de verdad os importo.

- Somos una familia, ¿no? -contesté volviendo a girar la cabeza.

Adivinidad... Julia y Jhon estaban morreándose como unos perros en celo, joder. Me empecé a poner muy nerviosa y tiré sin querer mi botella de agua.

- ¡Patri! -dijo Ángel. - ¿Qué pasa?

- Qué... qué... qué... cabr... -me controlé. - Qué calor. Hace tanto calor que me estoy poniendo muy nerviosa.

- Sí, es verdad. Será mejor que nos vayamos yendo.

- Avísales de que nos vamos -le dije a Tati.

Ella fue a decirles que nos íbamos, y Ángel y yo abrimos el mapa en el capó del coche.

- Estamos por aquí -dije señalando la salida de Murcia. Ángel se colocó detrás de mí y apretó su cuerpo contra el mío.

- Si vamos ahí, encontraremos algo para pasar la noche -cogió mi mano y señaló un pequeño pueblo que no pillaba muy lejos.

Acercó su boca a mi cuello y lo giré lentamente en busca del beso.

- ¡EH! -dijo Julia cortando el momento. - Eh, gracias por la ayuda -añadió disimuladamente.

La miré y solté una carcajada de superioridad. Ángel se dirigió a meter las mochilas nuevamente en la furgoneta mientras yo me alejé un poco para hablar con ella.

- ¿Qué haces? -susurré agarrándola del brazo.

- Lo que me da la gana -contestó soltándose.

- Puta -dije cabreada.

- Zorra de mierda.

Julia se aproximó a mi boca y me agarró de la cintura.

- Venga, ahora vuélvemelo a decir -susurró despacio.

- Julia, quita... -dije entrecerrando los ojos.

- No quieres que lo haga.

De pronto, se escuchó como el sonido de una pistola había abierto fuego. Miramos rápidamente hacia donde provenía.

- ¡TENEMOS QUE IRNOS, JODER! -gritó Ángel mientras se subía al vehículo.

Corrimos hacia él y escuchamos como los motores de unos coches se acercaban a nosotros.

- ¡Vamos, coño! -grité mientras cerraba las puertas de la parte trasera.

Estábamos asustados, y Ángel nervioso. Aunque él era el que conducía y el que mejor lo hacía, se notaba como la presión se adueñaba de su cuerpo.

- ¡Más rápido Ángel! -ordenaba Jhon.

- ¡Cállate la puta boca! ¡Le vas a poner nervioso! -dije enfrentándome a él.

- ¡La que se va a callar la puta boca eres tú! -Jhon cogió su Glock y apuntó hacia mí.

Me quedé asombrada, sin palabras, y encima no podía controlar mis temblores. ¿Qué estaba haciendo? ¿Qué coño le pasaba por la puta cabeza? Hacía unos días estaba pidiéndome perdón y dándome un abrazo y ahora me estaba apuntando con su jodida pistola. Para colmo, dos coches nos perseguían y estaba apunto de oscurecer.


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Apocalipsis finalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora