Capítulo 48: Monstruo

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¿No creéis que hago mucho hincapié en echar de menos? Siempre os hablo sobre que echo de menos algo, o que extraño cualquier cosa... Pero nunca os hablo de lo ''afortunada'' que soy. Y sí, soy afortunada. He de valorar todas esas veces en las que he estado a punto de morir y, miradme, sigo viva. Con esto quiero decir que todos, o la gran parte de nosotros, no valoramos lo que tenemos, o al menos no al 100%...

No podía dormir, me sentía mal y no sabía el por qué. Salí del saco y cogí mi revólver. Con cuidado, para que nadie me escuchase, me levanté y andé carretera hacia abajo.

Me senté en un bordillo. Dejé el arma en el suelo y apoyé los codos en mis rodillas. 

Vi como una silueta se acercaba a mí. Era Ángel. Se sentó a mi vera y empezó a hablarme.

- ¿No puedes dormir? -preguntó.

- No... no puedo. Veo que estás en mi situación.

- ¿Por qué haces esto, Patri? -me preguntó mirándome. - El ir a Madrid, digo -bajó la vista.

- No lo sé Ángel, no lo sé. A veces me siento sin fuerzas. ¿Sabes de lo que realmente tengo miedo?

- ¿De qué?

- De encontrar a mi madre, encontrarla viva. Pero que no sea ella... que me vea y pronuncie mi nombre sin cariño alguno. Por eso Ángel, por eso tengo tanto miedo de ir a Madrid.

- ...

- ¿Sabes qué? Lo único que realmente hace feliz a una persona es dejarse llevar. Y si me dejo llevar y me estrello contra la pared, da igual, porque sé que lo he intentado.

Ángel me miró. Sus ojos verdosos brillaban entre la luz que la luna desprendía. Bajó su mirada hacia mis carnosos labios, yo al acto, los mordí sin poder evitarlo. Nuestras cabezas empezaron a acercarse. Su mano izquierda acarició mi mejilla derecha. Sus labios rozaron inquietos los míos, desprendiendo un peculiar sonido. Mi labio superior se entre-colocaba entre sus dos mullidos labios. Entre pequeños besos y caricias que su mano desprendía en mi rostro y cuello, nuestras lenguas empezaron a entrelazarse. Mordió mi labio inferior, dejando claro que quería juguetear con él.

Despegamos nuestras cabezas y nos miramos.

- Vamos a dormir, venga -dijo levantándose.

Cogí mi revóvler y agarré su mano. Me llevó hacia mi saco, que estaba pegado al de Julia, y se fue dejando una sonrisa en mi rostro.

- Si quieres condones, tengo yo en la mochila -susurró Julia dándose la vuelta y con tono enfadadizo.

¿Perdona? Creo que me he perdido... ¿qué hace reprochándome las cosas? encima de todo, solo ha sido un beso. Ni siquiera sé qué hacía mirándonos.

- Vamos, ¡arriba! -dije estirándome para despertar a todos.

- Buenos días -dijo Tati con voz adormilada.

Julia me miró, se incorporó en el saco y tapó su cabeza con la cubierta de éste.

- Iré a lavarme la cara... -dije.

Cogí una botella de agua y fui a una bocacalle. Hice algunos estiramientos y recogí mi pelo dejando un pequeño mechón en el flequillo.

Recapacité algo de tiempo... quería tener el camino en paz y debía calmar mi carácter. Lo primero que tenía que hacer era hablar y aclarar las cosas con Julia; lo segundo, Ángel y yo...

Era raro, porque no sé qué sentía por Ángel después de ese beso. Está claro que me gustó, pero no sé, faltaba algo.

- Julia -dije acercándome a ella-. ¿Podemos hablar un momento?

Apocalipsis finalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora