Capítulo 16: Ojo por ojo, diente por diente

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- ¿Escuchas eso? ¡Es lluvia! -dije a Wilsa.

- Los gruñidos de los zombis están disminuyendo, por fin.

- Creo que, a veces, tengo demasiada suerte -contesté.

- Esperemos a ver si llueve más fuerte y podemos salir.

- ¿Pero y si deja de llover y los zombis vuelven? Deberíamos salir ahora. Además, ya no aguanto más con este olor a muerto.

- Patri, no podemos hacer eso, solo tengo una pistola, nos dejamos las bolsas de armas fuera.

- Yo tengo el cuchillo, podemos intentar coger las bolsas y escapar.

- Te he dicho que no, no saldré de aquí -replicó Wilsa.

- Pues ahí te quedas -dije levantándome.

Empuñé el cuchillo y abrí poco a poco la puerta. Los zombis se estaban dispersando y muchos estaban nerviosos, la lluvia era su punto débil. 
Iba andando poco a poco y metiéndome entre coches para despistar a los zombis. Me acerqué al lugar donde dejamos las armas y un cuerpo estaba rebuscando en las bolsas. Cogí fuertemente el cuchillo y me dirigí a incárselo en la cabeza, pero justo cuando le iba a dar...

- Eh, eh, eh, tranquila. Yo ser tu amiga, amiga tuya, tú amiga mía, ¿entender tú? -me dijo una chica con pelo largo, castaña, ojos grandes y delgada.

- ¿Es qué eres china o qué? -le contesté.

- No soy china, pero te hablé así por si no entendías mi idioma. Soy Cristina -me dijo levantándose del suelo.

- Otra egocéntrica como Eli, bien... -susurré.

- ¿Perdona? No te entendí.

- Nada, nada... Dame las armas ahora mismo.-

- Tranquila, tranquila... -dijo dándome las bolsas.

- Gracias, adiós, chinita -contesté dándome la vuelta.

- Espera, por favor. Mi compañera, Paula, está herida y no para de derramar sangre.

Mi 'compasión' me traicionó como siempre y me paré para saber si podía echarle una mano.

- ¿La han mordido? -pregunté acercándome a Cristina.

- No, se enganchó con un cristal y se cortó la muñeca derecha -contestó.

- ¿Dónde está? Tenemos que taponarle la herida ahora mismo.

Señaló un coche gris y la seguí hasta este.

- Y bien, ¿dónde está? -pregunté.

- Suelta las bolsas y danos todo lo que tengas -dijo Cristina apuntándome con una pistola.

Deslicé mi mano derecha hacia atrás para coger el cuchillo, pero justo cuando fui a sacarlo...

- Sh, sh, sh, quietecita -me dijo una chica agarrándome las manos.

- Puta china -dije.

- Cuidadito con lo que dices, porque yo de china tengo poco -me contestó Cristina.

- Y tú, suéltame -dije soltándome de Paula. - Ya tenéis lo que queríais, ¿no? Ahora dejadme ir.

- De eso nada, cuando encuentres un coche que arranque te dejaremos ir -contestó Cristina.

Tenía la mente bloqueada, era la típica escena que pasa en casi todas las películas de zombis: te engañan, te atracan y te acaban matando. Hasta que una solución se me vino a la mente.

Apocalipsis finalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora