Capítulo 4: Las rubias son tontas

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Muchas personas dicen que en ciertas situaciones es imposible no tener miedo. Yo opino que el miedo es un estado de ánimo que tú mismo creas en tu interior. Siempre fui muy propensa a tener miedo en situaciones absurdas, pero esta vez no tenía miedo. La valentía era lo único que me quedaba y no podía perderla.

En cuanto amanecío, Alejandro y yo salimos del bosque para andar hacia mi casa. Hacía un día bastante caluroso y soleado, perfecto para que los zombis salieran a cazar.

- Deberías sacar la pistola Patri, hace muy buen día y podríamos llevarnos algún susto.

Siempre quise tener una pistola en mi poder y disparar a cualquier blanco que quisiese, pero yo no sabía lo mucho que pesaba y lo complicado que era manejar una pistola.

- Emmm, sí... Pero llévala tú que yo estoy cansada.

- ¿Sabes disparar o no?

- Mi padre era militar pero nunca me enseñó a usar una pistola.

- Entonces será mejor que yo lleve la pistola y tú cojas cualquier arma de mano.

- Bueno eso ya lo veremos. Deberíamos ir por la autovía.

- ¿Por la autovía? Es demasiado peligroso.

- Te equivocas, si vamos por la autovía podemos detectar más fácilmente a los zombis y podemos huír por varios caminos.

- ¡Tienes razón! Cojamos la autovía.

Yo pensaba que la autovía iba a estar llena de coches parados, algún que otro cadáver, grupos de zombis rastreando la zona... Pero para mi sorpresa no había nada, estaba todo totalmente despejado. Andamos cosa de una hora hasta que ya dimos con la ciudad.

- ¡Por fin! Hemos llegado. Ya hemos pasado el peligro, lo fácil llega ahora -me dijo Alex mientras levantaba los brazos.

- No sé yo qué decirte, deberíamos de tener bastante cuidado...

Nos metimos por un camino donde había muchas tiendas y daba directamente a mi casa. La ciudad estaba completamente abandonada, no había ni rastro de vida. Las calles eran tenebrosas. El único ruido que se oía era el de el viento.

Al girar la calle, había una manada de unos 15 zombis rodeando un cuerpo.

- ¡MIERDA -gritó Alejandro.

- Cállate estúpido -le dije mientras le tapaba la boca.

 - Los mataré a todos -dijo mientras empezó a disparar.

- ¡¿Pero qué haces gilipollaaaas?! ¡CORRE! ¡CORREEEE!

Los zombis giraron sus cabezas, se levantaron y empezaron a gruñir fuertemente. Alejandro y yo empezamos a correr hacia la autovía de nuevo. Pero al echar calle para abajo otra manada de zombis hambrientos subía para arriba.

- ¿Ves lo que has hecho? ¡Vamos a morir!  -le grité mientras me paraba en medio de la calle.

- Corre, ven. Está abierta -me dijo abriendo la puerta de un supermercado.

Cerré la puerta y Alejandro y yo pusimos varios carritos de la compra para que hicieran de tapón y los zombis no pudieran entrar.

- Oh, genial. Estamos en un supermercado y la única salida que hay la rodean unos 30 zombis, ¡qué día máaaas guapo!  -dije irónicamente.

- No sabía que haría tanto ruido la pistola...

- Por favor, eso lo sabe hasta un crío de 5 años.

- Vale, dejemos de discutir y supervisemos el supermercado porque es bastante grande y puede haber algún zombi por aquí dentro. Además, hay que buscar una salida porque los zombis ya están llegando.

Apocalipsis finalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora