A veces pienso que somos fichas de ajedrez, que alguien nos mueve a su gusto. Realmente, es así. En la sociedad de antes de que todo esto pasase siempre me dejaba llevar por lo que la gente decía de mí, a veces me faltaba personalidad. Siempre nos preocupamos por el qué dirán y no nos damos cuenta de que nos hacemos daño a nosotros mismos.
- ¡Por aquí! -gritó un joven mientras nos dejaba libre el paso de zombis.
- ¡Corre, Patri! -gritó Wilsa cogiéndome del brazo.
El chico nos metió en lo que parecía su hogar, un piso de la primera planta. No era muy bueno disparando... Lo raro era que disparaba en el estómago u otras partes del cuerpo del zombi, pero no en su cráneo. Y eso lo único que hacía era retrasar a que el zombi mordiese, pero no lo mataba.
Respecto al físico, era un chico de estatura media, con una gran barba negra y tenía una cara que causaba terror.- ¿Quiénes sois? ¿Qué buscáis aquí? -nos dijo apuntándonos con una pistola.
- Mejor que bajes la pistola y así podamos explicarlo mejor -contestó Wilsa.
- Mejor que os hubiera dejado fuera y esos depredadores os hubiesen arrancado la piel -dijo sarcásticamente.
- Cállate, puto yonki -dije quitándole el seguro a mi revólver y apuntándole a la cabeza.
- Calma, calma -dijo dejando el arma en el suelo.
- Tranquilo, que no estaba cargada -contesté riéndome y cogiendo su arma.
- Patri, deja de hacer esas tonterías, podría haber salido mal... -dijo Wilsa.
Después de un rato hablando me proporcionó medicinas para mi herida y algo para cenar. El chico se llamaba Pedro, era un estudiante de segundo año de arquitectura. Nos contó que no había salido de su piso desde que pasó el desastre, excepto una vez que fue a por suministros. Se veía un chico bastante inseguro y, por lo visto, no tenía ni idea de como enfrentarse a los zombis, solo sabía que atacaban.
- Patri, ¿estás despierta? -me preguntó Wilsa.
- Ahora sí -contesté cabreada.
- Creo... Creo que me ha bajado la regla...
- Wilsa, no me cuentes tus intimidades -dije con cara de desagrado.
- Te las cuento porque necesito una compresa, gilipollas.
- Gilipollas tú, que cortas jamón con tijeras de papel -añadí a su insulto.
- Cállate y dame una compresa -contestó cabreada.
- ¿Tú te crees que yo soy un supermercado o qué?
- Joder Patricia, ayúdame.
- Está bien, está bien... Iré a despertar a Pedro para pedirle una -dije levantándome.
Me dirigí al pasillo. Era un piso bastante chico y muy oscuro. Tenía un dormitorio, un baño, la cocina, el salón (donde Wilsa y yo dormíamos) y una habitación que estaba cerrada. La curiosidad mató al gato y no me pude aguantar. Abrí muy poco a poco la puerta de esa misteriosa habitación, pero estaba totalmente a oscuras.
- ¡¿Qué haces?! -gritó Pedro cerrando la puerta rápidamente.
- Yo, emm... Solo...
- Solo estaba buscando una compresa para mí -dijo Wilsa salvándome de la situación.
- En esa habitación no hay nada que os incumba, no la volváis a abrir -contestó muy cabreado. - En el mueblecito del baño tenéis paños que os pueden ayudar.
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Apocalipsis final
Terror¿Adolescentes, zombis y comedia? Este es tu libro. Patri es una chica de 16 años a la que su mayor sueño se le convierte en su mayor pesadilla. Obra registrada en Safe Creative. Cógido: 1502043180002 Licencia: All rights reserved