CAP 8. NUNCA

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Nunca supe lo que era el amor, nadie me lo había enseñado, por aquella época, donde creces y aprendes cosas nuevas, vivía en las calles con odio en mi alrededor. La mentira estaba cerca, el odio y falsedad aún mas. 

Nunca he tenido miedo a perder a alguien.

Nunca supe lo que es llorar en la noche con el corazón roto. 

Nunca supe nada de eso, por que mi hermano decía que eso era para débiles. 

Me hubiera gustado poder aferrarme tanto a alguien que sintiera que tengo hogar. 

—¿Horacio? —murmuró una voz medianamente lejana golpeando de manera leve mi mejilla. Abrí mis ojos lentamente, lo suficiente como para que la luz no me deslumbrara.

—¿Claudio? —murmuré con los ojos entrecerrados. 

Claudio.

Fue uno de mis compañeros en la noche, ambos disfrutamos del otro. Todo quedo en el pasado cuando aseguro que empezaba a quererme. Huí, de manera cobarde escape de sus sentimientos, pero ahí estaba, sanando aquella herida de bala del muslo, salvándome una vez mas.

—¿Estás bien? —preguntó con tranquilidad.

No, me duele mucho.

Volví a cerrar los ojos con fuerza, seguido de abrirlos, su rostro me observaba con algo de preocupación.

—Solo es un disparo, estoy perfectamente, ¿Por quién me tomas? —pregunté con falsa ofensa santandome en la cabilla.

Estaba en la pequeña enfermería del departamento de Claudio, supongo que Gustabo me dejo aquí y se marcho. 

—¿Seguro? —preguntó confuso, ante seguro mis pequeñas muecas instantáneas de dolor.

No.

—Segurisimo —afirme posando mis pies descalzos en la fría madera. 

—Oh, entonces me alegro —dijo poco convencido girándose a un estante lleno de medicamentos. Era consciente de que no me creía y que solo me dejaba a mis anchas para no agobiarme demasiado —. Gustabo me dijo que disimularas y no contaras nada en tu infiltración sobre disparo ni nada así. 

—¿Qué? ¿Como mierda disimulo eso? ¿¡Es imbécil!? —exclamé colérico.

—Por evidencia cojearas —comento Claudio dándose la vuelta con dos pares de vendas —. Así que puedes decir que te has torcido el tobillo o alguna situación simple que no levante sospechas. 

Se preocupaba por mi, lo notaba en su mirada, en su voz, sus gestos.

—Oh. Perfecto. 

—Te sanare el disparo, tendrás que tomarte lo que te recete —me informo dejando las vendas en la camilla, a un lado de mi, volvió a darme la espalda rebuscando entre sus útiles médicos —, también te vendare el tobillo como si realmente fuera una torcedura de tobillo.

—Vale —dije simple, no sabía que mas responderle aquella información.

—Iré cada dos días a tu casa a sanarte y revisar —advirtió una vez más.

—¿Eso no levantara sospechas u algo así? 

—Levantaría mas si te mueves por estos barrios tanto.



Pecado delicioso. Volkacio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora