No había sido consciente del alcohol que mi cuerpo había ingerido hasta la mañana siguiente de aquella "tranquila" fiesta para distraernos del arduo trabajo. Mi cabeza palpitaba generandome un dolor casi insoportable. No recordaba casi nada de aquella note, solo unos ojos celeste y cabellera plateada, y a ser sinceros eso me asustaba demasiado. Rezaba a los dioses que no me hubiera ido de la lengua u al menos que no hubiera dicho ni hecho nada extraño. Pero era Horacio Pérez, sabía que algo bueno no habría hecho.
Abrazaba la columna de la comisaria, me aferraba a esta para no caer de lleno al frío mármol, me sentía cansado, sentía que no había dormido nada y para colmo aquella resaca fruto de la irresponsabilidad me mataba.
—Buenos días Horacio —saludó jovialmente el barbudo acercándose a la maquina de café, que estaba a unos pocos pasos de mi —, ¿Cómo se encuentra?
Jodidamente mal.
—Bien —mentí descaradamente —, un poco de dolor de cabeza, pero por lo demás, bien.
Jamás admitiría lo mal que me encontraba, era humillante para una persona tan perfecta como yo. Por que sí, yo jamás mostraba, ni mostraré una debilidad.
—Me sorprende, la verdad —volvió hablar interrumpiendo mis pensamientos —, ayer se paso demasiado de copas —dijo de una manera que mi cuerpo se heló —, al parecer si se gano la confianza del comisario, no como esperaba, pero...
—¿Cómo? —pregunté con algo de temor —, ¿Qué quiere decir?
No quería saber la respuesta, no quería saberlo, pero tenía que saberlo.
El barbudo apretó sus labios mirándome con burla —, ¿No recuerda nada?
—Comisario me está asustando —dramatice haciendo un leve puchero —, ¿Qué debería recordar?
—Yo les encont...
—Dedíquense a trabajar —interrumpió el ruso malhumorado.
Eran las seis de la mañana, ¿Qué se supone que quería que hiciéramos? No había nadie.
Me tome el lujo de observar a ambos comisarios mientras discutían de algo a lo que yo no prestaba atención, parecía la típica disputa tonta que tienes con un hermano. Ambos comisarios parecían estar frescos como una rosa después de aquella fiesta. En cambio yo parecía salido de un secuestro de meses.
De manera inconsciente bajé mi mirada, llegando a la gran sorpresa de que, el comisario Volkov tenía una gran marca en su cuello, parecía intentar ocultarla un poco, pero para su mala suerte se divisaba.
Mierda.
Aquel amargado me había pillado observando aquella marca.
—¿Qué mira tanto? Póngase a trabajar de una vez —exclamó con enfado, parecía— que el capullo no estaba de humor.
Callaté.
—Oh. Claro, discúlpeme —murmuré separándome lentamente de la columna.
Acababa de llegar a trabajar, pero sin duda quería irme a mi casa.
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Pecado delicioso. Volkacio.
FanficTengo un problema... -¿Qué coño hace? -oí el grito del ruso desde la otra esquina de la recepción de aquel infierno llamado comisaría. Bueno tengo muchos problemas. -¡No me decepciones hermano! -exclamó Gustabo -, te deje jugar a los policias por qu...