CAP 30. LA VERDAD

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—¿Qué haras? —murmuró sin apartar la mirada del amanecer.

Sonreí girandome a mirar el perfil del titulado doctor —. Lo correcto.

Empuje las acristaladas puertas de la comisaría, los pocos que habían en el recibidor me observaban, sonrió soltando el humo de mis pulmones, continúe caminando ignorando los reclamos de los alumnos. Divise la plateada cabellera en una esquina de la recepción. Parecía estar redactando una denuncia. 

Comencé a caminar decidido.

Había despertado.

El comisario, como si hubiera sentido cómo iba hacia él, alzó la mirada.

Tire el, ya consumido, cigarro al suelo, lo pise sin dejar de caminar. Me puse en medio del civil y comisario —. Afronte sus problemas y deje de llorar —dije al civil, tome de la corbata al comisario Volkov.

—¿Qué mierda hace? —exclamó caminando conmigo siendo arrastrado por su corbata.

Entre quejas e insultos por parte de Volkov llegamos hasta los vestuarios —. ¡Horacio! —exclamó furioso.

—Dijiste que querías la verdad. Te la daré, te la daré por que ya no tengo mucho que perder.

—¿Pero qué mierda estás diciendo? 

Estire de su corbata hasta tenerlo a mi misma altura, estaba tan cerca que sentia su respiracion en mi hombro —. Te estoy diciendo que tienes una oportunidad única para arrestarme y matarme o salvarme.

Afloje el agarre, haciendo que la corbata se escapara de mis dedos, Volkov me miraba desde su gran altura con desconfianza.

—Dan y Fred, ¿Te suenan? —pregunté sacando de mi traje una imagen, Gustabo y yo estábamos con los pasamontañas, sujetamos una escopeta —. Soy Dan, un gusto bombón —me presente con seriedad —. Soy el que casi te mata hace un año, no lo tomes muy a lo personal —sonreí sin gracia.

No me dio tiempo a reaccionar cuando el ruso me agarró del cuello de la camisa, me hizo retroceder hasta que la pared me golpeó bruscamente —. ¿Pero qué mierda estás diciendo? —gritó con toda la rabia en su cuerpo.

—Monte una mafia con mi hermano, soy una de tus pesadillas —hable tranquilamente, como si no estuviera en aquella situación, como si no estuviera cabreando a un ruso de casi dos metros —. ¿No querías descubrir de qué calaña era? Ahí está, soy de las peores que hay. 

—No se si eres consciente a quién se lo estas contando —me amenazó sutilmente.

—Se lo estoy diciendo a un comisario —le respondí con tranquilidad —. Uno que prometió ayudarme —tome una pausa. Puse una de mis manos en del ruso, haciendo que me soltara —. Vine a esta comisaría con la intención de infiltrarme, pero sin darme cuenta ya no quería matar a diestro y siniestro, ya no quería ser respetado de aquella manera. Te protegía inconscientemente cuando debía de matarte. Perdí la cabeza —asegure en tono bajo lo último —, sé que soy un criminal, posiblemente el más buscado de Los Santos —en un suspiro alce la mirada, observandole —. Arrestame si eso es lo que ves conveniente. Ya nada me importa y la batalla con mi hermano cada vez la siento más perdida. 

Tendi ambas manos, dejando libres mis muñecas, esperando ser esposado.

—¿Por qué has venido aquí? —pregunto ignorando mis manos. Las baje lentamente. 

—Por que me prometiste ayudarme. No quiero ser salvado —asegure con toda la sinceridad del mundo —. Quiero ser un héroe que se salve a sí mismo y a su pasado. Ya no quiero ser el villano. Ya no quiero Volkov. Ayudame o encierrame. 

Pecado delicioso. Volkacio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora