CAP 57. LA DECISIÓN TOMADA

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Habían pasado dos semanas en aproximación, no tenia el tiempo contado con exactitud, tampoco tenia por que hacerlo, no tenia un motivo que me hiciera contarlos con la emoción con la que, una vez, hice.

Mi teléfono había sido, y sigue siendo, bombardeado a llamadas de números ocultos o no registrados. Sabía de quien podrían ser. No era tonto. En todas aquellas llamadas ninguna fue respondida por mi parte, le había dejado claro a Horacio mi decisión, la decisión de soltarle, por que aquello me hacía daño. Me dañaba su miramiento por él mismo.

Greco en dichos días, había estado insistente con que tomara aquellas llamadas, por lo que supuse que Horacio y el, seguramente habrían mantenido alguna conversación. Pero Greco, ni el mismo Horacio iban a cambiar la dolorosa decisión.

Me encontraba en la gasolinera, observando la lluvia caer, apoyado en la máquina expendedora, en mi mano derecha yacía un caliente café negro. No era de los mejores, pero ayudaba en la nocturnidad de Los Santos. Me fascinaba, o más bien relajaba, oír como las gotas golpeaban agresivamente el techo de aluminio que cubría las solitarias máquinas.

Mi tranquilidad no duró mucho más de dos sorbos de café, un coche morado con luces neón bajo y aparco a unos pocos pasos de mi. El seguramente propietario de aquel extravagante coche, salió del vehículo. No tarde nada en ver quien era, cuando vi quien caminaba hasta mi bajo la gran y bestial lluvia.

Pensé en marcharme de allí, pero aquello sólo era huir de un problema. Éramos adultos. Podíamos convivir.

El empapado chico camino hasta posarse delante de mi, observándome fijamente.

—¿Qué? —pregunte un tanto brusco ante su inmenso silencio pero mirada impaciente —, ¿Quieres algo?

—Si. Apártate, quiero unas comer —dijo haciendo el gesto de que me apartara de la máquina expendedora. Le mire de mala manera apartándome, apoyándome en la pared. Oí como hacía el procedimiento de meter las monedas y elegir lo que quería. Inconscientemente el ruido de la lluvia se había eclipsado por sus simples y cotidianos gestos.

Se apoyó en la máquina expendedora de lado, observándome mientras abría el paquete de patatas fritas. Fruncí mi ceño —, creía que no te gustaban esas patatas.

—¿Q...qué?

—Picantes —le dije simple leyendo el plástico —, creía que los odiabas.

Horacio observó el paquete con mala manera —, me gustan, no son mis favoritas pero me gustan —mintió, tomando una entre sus dedos, jugueteó con ella durante un buen rato.

—¿Quieres algo Horacio? —le pregunte mirando a la lluvia. No quería verle.

—¿Por que iba a querer algo? —preguntó con un tono ofendido. Como si aquello hubiera sido una gran ofensa.

—Has venido en plena lluvia hasta aquí, a por una cosa que detestas, con la casualidad que me encuentro también —le recordé, aún sin mirarle, di un largo sorbo al café —, Dime; ¿Qué quieres?

Hizo un gesto de asco tirando a la papelera las nuevas patatas picantes recién compradas. Sin duda había sido una pérdida de dinero y alimentos.

—Quisiera hablar —dijo algo, que yo ya había predicho desde que le vi bajar del coche.

—Ya hemos hablado suficiente, esto ya es sólo abusar de algo que ya está zanjado —le recordé dando el último sorbo al café, estaba listo para marcharme.

—Ni se te ocurría marcharte por que te pinchare las ruedas —me amenazó, le mire, encontrándome que me estaba mirando a los ojos, de manera amenazante y seguro. Horacio si era capaz de aquello, lance el cartón vacío del vaso a la papelera seguido de apoyarme de brazos cruzados —, te he estado llamando.

—Si no te he contestado, ¿No crees que será por algo? —pregunte simple.

—Viktor —me llamo, fruncí mi ceño por la manera en la que me había llamado —... sé que te iras.

En ningún momento me sorprendí, sabía que se enteraría —. Bien.

—¿Y ya está? —preguntó un tanto decepcionado —, ¿Todo ha terminado? ¿Todo acabo por nada?

—¿Qué todo terminó por nada? —le grite lleno de furia apartándome de la pared, posándome delante de este —, ¡Todo terminó por que estabas convencido de que podrías solo! ¡Todo terminó por tu desmesurado ego! ¿¡Por qué estás jugándote la vida!? —le grite lo ultimo, este me observaba —, ¿¡Por qué lo estas haciendo!? ¿¡Quieres quedarte con la mafia entera!? ¿¡Quieres vengarte!? ¿Qué cojones quieres haciendo todo esto?

—Quiero terminar con mi pasado —aseguró en susurro con semblante serio.

—El pasado no se termina, se aprende a vivir con él. Deberías aprender eso de una puta vez —dicho aquello hice el gesto de irme, no llegue a dar un paso por que su mano me empujó hasta la máquina, haciendo que el me acorralara con su cuerpo y la máquina, me había acorralado, pero debido a mi altura no veía una gran dificultad de salir de allí.

—¡Estas siendo egoísta! Deberías respetar mi decisión y apoyarme, ¡Me prometiste...!

Puse una mano en su hombro —, Horacio he estado sin saber de ti en mucho tiempo, esperando a que estuvieras bien, sin siquiera saber cómo estabas. Horacio, prometí ayudarte, incluso con tus reglas, casi lo dejo todo por ti. He decidido dejarlo todo, pero esta vez por mi —murmuré con toda la sinceridad posible, subí mi mano a su mejilla, acariciando con el pulgar —, deja de buscarme ya, por favor Horacio. Tu has elegido la venganza a poder vivir en paz. Así que no pagues tus platos sucios en mi, yo he hecho lo que he podido. No ha sido suficiente pero al menos lo he intentado.

—No te vayas —imploro —, podemos irnos, podemos ser felices un poco más. Podemos... —ante mi seriedad, y resistencia aquella situación dolorosa —... Viktor...

—La decisión ya está tomada. Me iré.

Horacio frunció levemente su ceño, dando un paso hacia atrás sin dejar de mirarme con sus enrojecidos ojos —, entiendo —aseguró asintiendo —, yo también he tomado una decisión.

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¿Qué decisión ha tomado Horacio?

Pecado delicioso. Volkacio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora