CAP 20. MIERDA

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Su azulada mirada me observaba, no me dejaba ir aún que se lo pidiese. Le había dicho que antes de tan siquiera seguir hablando quería ser invitado a una copa, pero yo no quería seguir hablando, no tenía nada más que decir, tampoco, en teoría, quería verlo cerca de mi, pero el impulso de tomarlo de la muñeca fue mayor a ser racional.

Llevábamos minutos en silencio.

Solo nos mirábamos.

Desde lo sucedido con Gustabo, como bien dije, decidí dar un freno y pensar bien lo que quería hacer.

No entendía el por qué de mis dudas. En el lado ganador estaba mi hermano, un demente que llevaba junto conmigo desde que tengo uso de razón.

—¿Se quedará mudo eternamente? —pregunto el ruso en tono serio. Parecía aburrido de mi silencio. Aún que siendo sinceros yo también estaba saturado de mi propio silencio.

¿Pero que decirle? ¿Cómo mirarle? ¿Que estaba haciendo?

—¿Me llevas a tu casa? —pregunte con simpleza, alzando el rostro a mirarle.

Frunció su ceño —. ¿Qué? No. Claro que no.

Sin saber por qué, todo de mi se estremeció y un leve dolor se posicionó en mi pecho.

—Vaya, eso a dolido —asegure ofendido volviendo a beber por la pajita.

Un suspiro pesado sonó de este, se levantó del asiento, por segunda vez en el inicio de la noche —. Esto es inútil. Me voy.

Quería dejarlo ir. No tenía nada más que decirle.

Pero sin saber por qué me levante y camine tras él.

Atravesé multitud de personas algo pasadas de copas, parecían disfrutar del inicio de la noche con la música alta. Hacia que sintiera envidia pasajera.

Una vez llegué a la salida le divisé, caminando por las oscuras calles.

—¡Que maleducado abandonando a tu cita! —vacile caminado tras él.

—No era una cita, solo estaba perdiendo mi tiempo —no me miraba, caminaba erguido.

Siempre con esa elegancia, era serio, malhumorado y posiblemente un amargado en toda regla. Le faltaba disfrutar. Necesitaba alguien que le enseñará que la vida no es sólo blanco, negro y gris.

Sonreí sin darme cuenta observando su espalda, me gustaba picarle con bromas sin sentido por que a él simplemente le molestaban, era de mecha corta, y eso era divertido.

—Vayaaa... Y yo creyendo que era una —dije en tono infantil.

No me dio tiempo a reaccionar. Todo ocurrió tan rápido que solo pude jadear.

Mi espalda estaba en la fría pared de ladrillos, estaba acorralado por la pared y el cuerpo de Volkov.

La mano del ruso subió hasta mi hombro, lo apretó levemente —. Quería saber el por qué de su puta desaparición. Todos creían que se había rendido de ser alumno. Yo sabía que eso no era así. Que solo era un capullo con mierda hasta el cuello. Esperaba que me dijera lo contrario, que todo lo malo que creía no fuera real. Pero sorpresa, sorpresa. Es real. Es un capullo con el agua hasta el cuello. Y yo no voy ayudarte a salir de ese estanque.

Sus palabras intentaban ser hirientes, cosa que podían serlo para quien realmente le dolía la verdad. Pero no podía dejar de pensar el la enorme cercanía. En su respiración chocando con mi rostro.

No pude simplemente ignorar el nerviosismo de mi sistema.

Ni los frenéticos latidos de mi corazón.

Mierda.

Esos latidos y nervios no me gustaban nada.

—No se acerque más a mi, yo haré lo mismo —con molestia me soltó y se marchó.

Pestañee varias veces.




Pecado delicioso. Volkacio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora