Ceremonia de Asignación

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De camino a mi casa no puedo dejar de pensar en lo que ha pasado este día y en lo raro que ha sido todo. Primero la electricidad falla por un periodo de tiempo superior a los anteriores y ahora la directora Teresa ha dicho que deben tomar una decisión con respecto a nosotros. Todo esto... no lo sé, algo no pinta bien. Pero mientras no sepa con certeza que ocurre lo mejor será mantener la boca cerrada, en especial con mi madre. Si se entera podría ponerse nerviosa y no quiero que eso pase, menos el día de hoy que parece estar un poco sentimental.

Al llegar a casa mi madre ya ha preparado un caldo de verduras cultivadas por ella misma y carne de iguana —les juro que sabe mejor de lo que suena—. Almorzamos juntos mientras le hago un pequeño resumen de mi paseo matinal y el tema de la falla sale a flote.

—Estaba intentando despellejar el animal cuando ocurrió. A cada segunda temía más que no regresara la energía —comenta mi madre.

Yo le digo que no pasa nada, que no tiene porque preocuparse, pero sé que ambos somos consientes de que solo lo digo como apoyo. Las fallas son un problema que no podemos ignorar.

Al terminar me voy a mi cuarto y me recuesto un rato sobre la cama. Pero hace tanto calor y no soporto tener que esperar el resto del día sin hacer nada, así que decido salir a caminar un rato cerca de un bosquecillo que esta por el área oeste, bastante cerca de mi casa. Eso sí, sin acercarme mucho a la alambrada.

Son cerca de las tres de la tarde. El sol brilla con intensidad y la temperatura hace casi imposible pensar que apenas esta misma mañana el cielo estaba nublado. Los climas ahora son cambiantes e impredecibles —esta es una secuela del pasado—. Empiezo a caminar por un sendero custodiado por plantas de hierba buena. En esta parte del bosque aun no vive nadie y no se ha destinado a ninguna actividad de producción. Me gusta que sea así y poder venir aquí de vez en vez a pensar un poco. Veo como las aves vuelan en bandadas libremente sin preocupaciones ni problemas. Gracias al cielo que las aves fueron una de las pocas especies que no mutaron. Si eso hubiera pasado quien sabe qué tipo de aberraciones habrían cruzado volando sobre la alambrada y acabado con nosotros.

Llego hasta un enorme árbol de frondoso follaje y me recuesto entre sus enormes raíces. El recuerdo de lo que escuche esta mañana me llega de nuevo pero lo aparto y cierro mis ojos, intentando no preocuparme por nada. No quiero pensar en lo que he oído ni en que pasara después. Solo quiero olvidarme de todo un instante y transportar mi mente a ese mundo donde puedo ser libre y no estoy confinado a estas verjas que sirven tanto de guarida protectora como de prisión. Me concentro en los sonidos del bosque; percibo el canto de las cigarras que aun emiten su molesto sonido, el trinar de algún pajarillo en una rama próxima y de vez en cuando oigo una especie de ladrido a lo lejos. Me pregunto si será una mutación.

Luego de los drásticos cambios que sucedieron a la contaminación, los climas se modificaron considerablemente. Antes las épocas del año se dividían en estaciones precisas, que eran periodos de tiempo en los cuales los climas y la naturaleza cambiaban. Desgraciadamente es imposible en la actualidad hacer cualquier cálculo exacto pues el clima cambia sin ningún orden.

Ahora mismo el bosque se encuentra teñido de un verde que empieza a perder su intensidad dando paso a un tono amarillento, aunque solo puedo ver la parte frontal del bosque al otro lado de la alambrada, por supuesto nunca he cruzado la alambrada y tampoco tengo planes de hacerlo. Es difícil pensar que criaturas tan horrendas puedan vivir allí, en un lugar que aparenta albergar belleza. Las apariencias suelen ser engañosas.

Ya hace casi una hora que estoy aquí así que decido que es hora de volver. El aburrimiento me mata y me desgarra las ganas de caminar. Apenas llego en mi cuarto abro las ventanas de par en par e ignorando un poco el calor me recuesto y me quedo allí, tumbado.

Me transporto de nuevo a ese mundo de sueños donde las mutaciones desaparecen y no tengo que preocuparme por las fallas. En ese mundo no hay muros ni alambradas, solo horizontes que se pierden hasta donde la vista alcanza y me invitan a descubrir que maravillas se hallan en sus lejanías.

—Nethan —escucho como alguien dice mi nombre a lo lejos. El sonido viene de todas partes—. ¡Nethan! —oigo decir a mi madre. Me sobresalto.

—Mamá, ¿qué ocurre? —le digo con un inevitable bostezo.

—Ya son las siete y treinta, ¿no crees que deberías alistarte?

—¡¿Qué?! —le suelto a la vez que me espabilo de golpe—. ¿Las siete? No Puede ser, llegaremos tarde. ¡Mama alístate ya!

Salgo corriendo a la ducha. Me doy un rápido baño, me pongo una camisa roja que me regalo mi madre hace un tiempo para la ocasión, unos jeans negros y mis botas, que mi madre ha tenido el detalle de lavar.

—Apresúrate mamá o llegaremos tarde —le digo mientras la toma del brazo y la arrastro literalmente por el camino.

Llegamos con el tiempo justo a la plaza, la cual está llena. Todo se encuentra ya organizado. Hay una tarima de madera en un extremo y sobre ella un podio con gravados de vides en la madera. Detrás se encuentran once sillas ocupadas; una por cada uno de los jefes de los cargos, los reconozco porque cada uno lleva el distintivo emblema con su respectivo color atado en el brazo. En la silla del centro se encuentra nuestro gobernador Henry Ridenson. Frente a ellos las sillas acomodadas en filas para los jóvenes a ser asignados y sus familiares.

Los ciudadanos empiezan a tomar asiento. Por lo general solo asisten los familiares de los jóvenes y alguno que otro habitante curioso. Para muchos la ceremonia se ha vuelto un simple evento rutinario pero para mí es el momento más importante de mi vida.

La Ceremonia de Asignación se podría definir como nuestra graduación de la escuela. Después de hoy ya no seremos estudiantes ni simples jóvenes. Seremos piezas clave en la sociedad cuyo cargo aportara en ayuda a los habitantes. Mañana mismo empieza nuestra capacitación para el cargo que nos toque y empezaremos a desempeñarlo casi de inmediato. Los nervios empiezan a hacer su indeseada aparición.

Los jóvenes que seremos asignados nos empezamos a sentar en las primeras filas de asientos frente a la tarima. En unos minutos la ceremonia por fin empezara y conoceré mi cargo. Ruego porque la roca que me toque sea blanca y poder ser sanador.

Veo llegar a Daniel un poco agitado y con el flequillo despeinado. La situación me parece un poco extraña. Estoy a punto de preguntarle porque se había demorado tanto, pero llega Mónica detrás. Se acomoda un cabello suelto detrás de la oreja y se limpia el borde del labio con su dedo asiendo un gesto pícaro. Estallo en risas, no puedo creérmelo. Daniel sonríe y se sonroja.

—¿Que fue lo que paso allá atrás? —le pregunto con un tono de incredulidad aunque en realidad la escena habla por sí sola.

—¡Oye! no paso nada —me dice riéndose—. Solo nos besamos y ya.

—¿Y qué? ¿Ya es tu novia? ¿Se lo pediste? —le suelto mientras se sienta a mi lado.

—Pues no aún, pero si todo sigue así, tal vez lo haga —me alegro por él porqué se lo mucho que gusta de Mónica. Yo en cambio... solo diré que en cosas del amor soy un completo fracaso.

Estoy por decir algo más pero noto que todos, jóvenes y acompañantes, toman sus lugares. La ceremonia finalmente está por comenzar.

Más allá del bosque del AvernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora