Cap. 12: El tunel

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Cada paso que domos hace un eco resonante en el túnel. Nuestras pisadas se escuchan tan claras como nuestras respiraciones.

No he hablado con Leah desde que todo esto empezó. Hemos caminado unas tres horas pero no me siento tan cansado. Me gustaría detenerme a tomar un poco de agua pero como debemos ahorrar todo lo posible, decido que tomare más tarde.

—¿Te sientes cansada? —le pregunto tratando de romper el hielo.

—No, ¿acaso tu si? —me responde sin siquiera mirarme.

—Tampoco, solo preguntaba.

El túnel empieza a ponerse húmedo, veo moho en las paredes, algunas goteras caer de arriba y una fina capa de agua bajo nuestros zapatos, además de un olor a agua estancada que me provoca nauseas.

Llegamos a un lugar donde hay un gran letrero que dice: "Estación del Metro", es un lugar con una especie de habitación enorme que da a un lado del túnel, con varios pilares y algunas ventanas de cristal roto con cuartos al otro lado. Al final de un pasillo veo unas enormes escaleras, pero están cerradas por unas puertas de metal y candados, así que seguimos caminando sin detenernos a averiguar.

Seguimos andando hasta que ambos decidimos detenernos a tomar agua.

—No la tomes toda, no sabemos cuánto tardemos en salir a la superficie —le digo. Ella solo asiente—. ¿Crees que lo lograremos? ¿Que encontremos los núcleos?

—No lo sé, eso quiero esperar.

—¿Cuánto tiempo crees que llevemos caminando? —pregunto guardando mi botella de agua.

—No tengo idea, cinco o seis horas tal vez —dice.

—Bueno, que tal si caminamos un poco mas y luego descansamos.

—Si, ya mis pies empiezan a doler —dice poniéndose la mochila.

Tomamos nuestras cosas y seguimos caminando entre esta espesa oscuridad.

Al cabo de un rato estamos agotados. Nos detenemos y encontramos una puerta al lado del túnel, está abierta. Entramos y adentro el espacio es pequeño pero esta vacio y seco. Nos acomodamos en el piso con nuestras espaldas pegadas a la pared y los pies extendidos. Sacamos de las mochilas un par de manzanas y las empezamos a comer.

—¿Crees que deberíamos hacer guardias? —pregunto.

—Escuchaste a la guardiana, no hay nada en estos túneles.

—Bueno, entonces supongo que no hay que preocuparnos por ello.

Luego de comer las manzanas nos acomódanos en el frío suelo y enseguida el cansancio me vence.

Más allá del bosque del AvernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora