Cap. 28: Oscuridad implacable

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Caminamos con paso lento, avanzando entre la espesa oscuridad del interior del edificio que solo se interrumpe por algunos rayos dorados de sol que entran a través de los cristales rotos manchados por el paso del tiempo. El piso es una especie de cerámica, esta cuarteado en algunos lugares y hace que nuestras pisadas produzcan un peculiar sonido que se propaga con un potente eco en todo el lugar. Las paredes del lugar parecen haber estado pintadas de un pulcro tono blanco, pero ahora la pintura ha empezado a desprenderse y solo se pueden ver distorsionadas palabras pintadas en colores brillantes.

Al aproximarnos a la primera escalera observo irregulares rasguños en la madera cuarteada de los escalones. Los barandales de metal están doblados en varios lugares.

—¿Creen que deberíamos subir? —pregunta Leah cuando llegamos al pie de las escaleras.

—No lo sé, este lugar es demasiado grande, tardaremos demasiado en hallar los núcleos —Responde Mónica.

—Quizá deberíamos dividirnos, así podríamos encontrarlo más rápido —opina Leah.

— ¿Crees que sea seguro aquí dentro? —digo. La idea no me termina de agradar.

—Puede que no pero es la única forma.

—Bien, yo estoy de acuerdo —suelta Mónica cruzando los brazos.

—Supongo que no queda más remedio —digo con poca convicción, este plan aunque podría ayudarnos no me convence del todo.

—Yo iré por estas escaleras. Mónica tu ve por aquel pasillo y Nethan tu revisa la escalera del otro lado del salón —me impresiona ver como Leah ha tomado el mando de la situación. Su determinación es asombrosa.

—¿Y si encontramos los núcleos o a otra cosa? —pregunta Mónica refiriéndose seguramente a las mutaciones.

Caminamos con paso lento, avanzando entre la espesa oscuridad del interior del edificio que solo se interrumpe por algunos rayos dorados de sol que entran a través de los cristales rotos manchados por el paso del tiempo. El piso es una especie de cerámica, esta cuarteado en algunos lugares y hace que nuestras pisadas produzcan un peculiar sonido que se propaga con un potente eco en todo el lugar. Las paredes parecen haber estado pintadas de un pulcro tono blanco, pero ahora la pintura ha empezado a desprenderse y solo se pueden ver distorsionadas palabras pintadas en colores brillantes.

Al aproximarnos a la primera escalera observo irregulares rasguños en la madera cuarteada de los escalones. Los barandales de metal están doblados en varios lugares.

—¿Creen que deberíamos subir? —pregunta Leah cuando llegamos al pie de las escaleras.

—No lo sé, este lugar es demasiado grande, tardaremos demasiado en hallar los núcleos —Responde Mónica.

—Quizá deberíamos dividirnos, así podríamos encontrarlos más rápido —opina Leah.

—¿Crees que sea seguro aquí dentro? —digo. La idea no me termina de agradar.

—Puede que no, pero es la única forma.

—Bien, yo estoy de acuerdo —suelta Mónica cruzando los brazos.

—Supongo que no queda más remedio —digo con poca convicción. Este plan, aunque podría ayudarnos, no me convence del todo.

—Yo iré por estas escaleras. Mónica, tu ve por aquel pasillo y Nethan tu revisa la escalera del otro lado del salón —me impresiona ver como Leah ha tomado el mando de la situación. Su determinación es asombrosa, ¿A qué se debe este repentino enfoque autoritario?

—¿Y si encontramos los núcleos o a otra cosa? —pregunta Mónica refiriéndose seguramente a las mutaciones.

—Griten. Estoy segura que nuestras voces se oirán claras debido al magnífico eco del lugar.

Los tres nos dividimos y cada quien empieza a revisar la zona que se le ha encargado.

Empiezo a subir las escaleras con cuidado. Los escalones suenan bajo mis pies produciendo un sonido de crujir de madera que me hace pensar que en cualquier instante podría terminar cayendo bajo alguna tabla rota. Al llegar al último escalón respiro con alivio.

Observo a través de la penumbra como un largo y extremadamente ancho pasillo se extiende sin que pueda alcanzar a verle el final. El piso está cubierto de papeles, pequeños aparatos metales y vidrios rotos. Avanzo con cuidado, intentando que mi vista se adapte a la oscuridad para poder ver un poco mejor. El crujir de los cristales bajo mis botas me pone los nervios de punta y el aire denso y polvoriento hace que me arda la nariz y la garganta.

Pienso en que este sería un buen momento para tener nuestras linternas. Es una lástima que Leah perdiera la suya en el túnel, la mía se quedara sin baterías y Mónica dejara la de ella en la mochila de su compañero muerto. El no poder ver nada me desespera.

Luego de caminar a tientas en la oscuridad por este largo pasillo, en el cual hasta ahora no he tocado puerta alguna, empiezo a visualizar a lo lejos una luz. Camino más aprisa para averiguar que es.

Al llegar descubro que se trata del final del pasillo, el cual acaba en una gran ventana de cristal manchado que va desde el techo hasta el piso dando una increíble vista, aunque solo he subido un piso. Además, gracias a la luz que entra, logro ver una extraña tela tejida que cuelga de las paredes, como si antes el lugar estuviera cubierto de telas blancas.

Me siento intrigado con respecto a este pasillo tan largo y sin ninguna puerta, o al menos yo no note ninguna, ¿Por qué alguien haría algo así? Un pasillo tan grande y sin puertas.

Entonces observo con mayor detenimiento mí alrededor. Esto no es un pasillo, es un enorme salón.

El tamaño del lugar me deja pasmado. Sin dudas esta habitación es más grande que todas las habitaciones de mi casa juntas. Quizá más grande que la toda la escuela.

Decido regresar por donde he venido. Al llegar al borde de las escaleras veo algunas puertas. Para mi suerte todas están abiertas pero con la escasa luz que logra entrar solo alcanzo a ver escritorios y archivadores destrozados en cada una de ellas. Luego me percato de que detrás de una pared de cristal hay otras escaleras que dan al segundo piso. Me dispongo a subirlas cuando un grito me deja petrificado.

Ha sido en la planta baja, debe ser Mónica ya que Leah ha ido por la otra escalera. Bajo las escaleras de dos en dos sin importarme que tan peligroso pueda ser. Al llegar a la plata empiezo a mirar hacia todas partes, intentando ubicar de donde ha provenido el grito de Mónica. Estoy a punto de llamarla cuando un segundo grito hace que me dé un vuelco el corazón. Corro hacia el lugar de donde ha venido el grito sin detenerme a pensar que pude estar ocasionándolo.

Al llegar a la entrada del pasillo veo que Mónica está hecha un ovillo en el suelo. Rápidamente me tiro a su lado para ver de qué se trata.

—¿Qué ha ocurrido? —pregunto intentando averiguar si tiene alguna herida.

Ella solo saca una mano de entre su apretado cuerpo y con un dedo tembloroso señala una extraña figura que cuelga del techo. No sé que sea pero con la mísera luz que ilumina el lugar logro distinguir varios pares de ojos que destellas un rojo sangre y me observan muy de cerca. En ese instante me queda claro que debemos corren, otra vez, o moriremos.

Más allá del bosque del AvernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora