Cap. 25: La ciudad

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—¿Qué le habrá ocurrido? —pregunto luego de unos instantes.

—No lo sé, quizá ha sido una mutación, mira —Mónica señala el lugar del que, aparentemente, ha brotado la mayor parte de la sangre—. Su espalda esta rasgada.

Observo una rasgadura en la parte media de la espalda de Marlene, una gran abertura deja claro que algo le ha desgarrado la piel y la ha cortado muy profundo.

—¿Donde estará Anthony? —pregunta Leah.

—Debe haber escapado supongo, o quizá una mutación... —dejo la frase a medias, de solo pensar que esas horribles mutaciones estén en estos momentos asechándonos, listas para lanzarse sobre nosotros y despedazarnos hace que se me encoja el estomago.

—¿Creen que deberíamos sepultarla? —dice Leah, quien está sentada en un trozo de escombro en el suelo. Creo que ha notado lo que estaba pensando y ha cambiado el rumbo de la conversación.

—Sería lo mejor —empiezo a decir—, Pero esta cosa, la mutación, aun podría estar cerca. Además no tenemos con que hacer un hoyo, es más, ni siquiera hay donde hacer uno —termino de decir mientras miro a nuestro alrededor donde todo es escombros y pavimento.

Al final decidimos dejar el cuerpo de Marlene tal como lo encontramos. Me siento un poco culpable por ello, no es que la conociera muy bien de antes o que a estas alturas importe mucho, pero dejar su cuerpo allí y así, no lo sé.

Trato de no pensar mucho en el asunto y centrarme en la misión. El edificio está ubicado en el centro de la ciudad por lo cual es un poco difícil de llegar a él. Este lugar tiene cientos de calles e intersecciones que se desvían y cruzan a todas partes, como un laberinto.

Observo detenidamente los edificios que, en comparación del edificio central, son más pequeños. La mayoría de ellos tienen las ventanas rotas y sucias, algunos han empezado a cuartearse y trozos de escombros cubren las calles. Una maleza se enreda en algunos lugares y arropa las paredes de algunas casas y edificios. Llegamos a una calle ancha y con muchos de los aparatos metálicos con cuatro ruedas que vimos cuando estuvimos en el pueblo, el que nos resguardo de la bestia. Estos estas igual de deteriorados, dispersados por todas partes sin ningún orden aparente, algunos inclusive están impactados unos contra otros, la mayoría están en distintas etapas de oxidación, con las ventanas rotas y algunas malezas creciendo a su alrededor.

El edificio se alza imponente al final de la calle, estamos a menos de quinientos metros de llegar cuando un ruido extraño sale de un callejón oscuro. Entrecierro los ojos intentando ver que lo ha ocasionado pero la escasa luz que dejan entrar las altas edificaciones es realmente escasa.

Una figura se empieza a mover, aun en la oscuridad puedo notar su presencia. La criatura empieza a avanzar hacia nosotros y juraría que, a pesar que esta a varios metros de distancia, puedo oír su respiración.

Una extraña forma de unos dos metros de alto se mueve lentamente hacia la luz dejando detrás las sombras del callejón que la mantenían oculta. Un plumaje casi majestuoso de color amarillo y rojo refleja la luz del crepúsculo, se mantiene en pie en dos largas patas con garras que se asemejan a dagas y un pico que podría cortar por la mitad a alguien, sin duda alguna esta es la peor mutación que he visto en mi vida.

—¡Corran! —escucho gritar a Leah pero mis pies ya se han puesto en movimiento antes de que ella lo ordenara.

Escucho como la mutación, que es una especie de ave mortífera, suelta un agudísimo chillido que me cala en el cerebro y hace que cada vello de mi piel se erice. Luego, el sonido de un aleteo, como si una bandada de pájaros emprendiesen el vuelo al mismo tiempo. A mi derecha, Mónica corre casi tan aprisa como yo, a mi izquierda Leah va unos centímetros por detrás, al parecer la herida en la pierna ha dejado secuelas. Le extiendo la mano y ella la toma sin pensarlo, así podre llevarla a mi paso, o al menos eso intentare.

Una sombra alada cruza sobre nuestras cabezas, el ave suelta otro de sus infernales chillidos y nos confirma que se encuentra encima de nosotros. Miro hacia arriba y veo como desciende en picada sobre nosotros.

—¡Cuidado! —digo y me lanzo hacia un lado tirando de Leah, Mónica hace lo mismo en el preciso instante en el que las garras filosas de la mutación se estrellan contra el pavimento justo en el lugar donde nos encontrábamos hace un momento. Luego reemprende el vuelo soltando un chillido más largo y aterrador que los anteriores.

Nos levantamos y seguimos corriendo sin detenernos a mirar a donde ha ido la mutación. Cuando faltan solo unos cien metros para llegar al edificio me cuesta enviar aire a mis pulmones, casi no logro hacer que Leah corra más de prisa y Mónica también ha empezado a minorar el paso. Yo no me detengo y le extiendo la mano a Mónica, ella la mira un instante pero luego la toma.

Tomados de las manos, corremos por salvar nuestras vidas, somos la esperanza de nuestras familias y de toda la aldea. Esto no es solo por nosotros, es por todos ellos.

Finalmente llegamos a la base del edificio, pero al intentar empujar las enormes puertas de cristal el corazón se nos cae a los pies; están cerradas.

—¿Qué aremos ahora? —pregunta Leah jadeando.

Tomo un trozo de escombro del piso e intento romper el vidrio pero extrañamente no logro hacerle ni un solo rasguño, parece que el cristal es anti golpes o algo similar, nuestro tiempo se acaba.

—Quizá si... —mis palabras quedan ocultas tras el sonido de un nuevo chillido, esta vez más potente.

Miro hacia el cielo y veo como la mutación hace una vuelta y empieza a caer en picada desde una gran altura. Se acabo, este es nuestro fin. Si tan solo tuviéramos un...

—¡Arma! —exclamo y miro a las chicas. Tomo la mochila con manos temblorosas y encuentro lo que buscaba; el arma que nos había dado Anthony la última vez que lo vi.

Respiro profundo y apunto hacia la mutación que ya está a solo unos metros de nosotros, pongo mi dedo en el gatillo y lo presiono varias veces hasta que ya no queden más balas.

Más allá del bosque del AvernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora