La misión inicia ahora

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Salimos de la alcaldía hacia el espeso aire matutino y nos dirigimos a la parte de atrás del edificio. Allí, entre malezas y tierra, encontramos unas puertas de madera al nivel del suelo cerradas con cadenas oxidadas y enorme candado uniéndolo todo. La guardiana saca unas llaves de su bolsillo y abre los candados. Luego de retirar las cadenas las puertas de madera se abren de par en par. Dentro hay unas escaleras de metal con peldaños de concreto, la oscuridad no deja ver mucho más. La guardiana enciende una linterna y va delante, luego entran los chicos que no conozco, voy yo, Mónica y por último el guardián más joven.

La chica busca un interruptor y con un clic una bombilla, que está en el centro del cuarto, ilumina la habitación con una luz tenue y sombría.

El lugar apenas es más grande que la habitación donde hemos pasado la noche y posee un aspecto abandonado y lúgubre. En todo el sitio solo hay una mesa redonda con cuchillos y otros objetos de aspecto letal. Frente a nosotros se hallan unas compuertas de metal con una gran cerradura en el costado y una especie de rueda metálica en el centro. El aire huele a polvo y dificulta la simple acción de respirar.

—Jorge, ve por las mochilas de suministros que están en la entrada de la oficina —ordena la chica al guardián joven—. Muy bien, llego el momento de dividirlos; he decidido que irán un chico y una chica. David, tú iras con Mónica.

David es un chico alto de aspecto desgarbado. Tiene la piel morena y lleva el cabello rapado hasta el cráneo.

—Anthony irás con Marlene —Anthony tiene el doble de mi tamaño y seguro que de mi fuerza también y Marlene también demuestra estar en forma. Creo que a ella la he visto en las clases de gimnasia de la escuela. Ambos de seguro formaran un buen equipo.

—Y Nethan, tú iras con Leah.

Miro de reojo a la chica, creo que la vi un par de veces en los pasillos de la escuela pero nunca le he hablado siquiera.

Leah es de mi estatura, quizá un par de centímetros más baja. Tiene ojos café aunque más claros que los míos, cabello oscuro que le llega poco más abajo de los hombros, piel levemente bronceada y aparentemente posee un carácter bastante temperamental y rudo.

El joven guardián, a quien la guardiana ha llamado Jorge, entra al sótano con unas mochilas colgando de las manos.

—Cada uno tendrá su propia mochila, en cada una hay agua y comida que hemos procesado para hacer más duradera. Una soga, fósforos, y otras cosas que les serán útiles. Además llevaran una linterna y un arma para defenderse por si la necesitan.

Y de seguro la necesitaremos —pienso.

—Cada uno tome una o dos —nos dice la guardiana señalando la mesa con los cuchillos y otros artilugios filosos.

Sobre la mesa hay cuchillos de diferentes tamaños, puñales, navajas, cadenas y otras armas más de apariencia temeraria.

Yo tomo una navaja y un cuchillo; aseguro el cuchillo a la mochila y guardo la navaja en el bolsillo del pantalón. Todos toman una o dos, luego regresamos a nuestro lugar al lado de la puerta.

—Creo que es hora. Jorge, abre la puerta —ordena la guardiana.

El chico toma una llave, cuyo inusual gran tamaño hace pensar que no hay una puerta en la que logre entrar, y la introduce en el orificio de las enormes puertas metálicas, da una vuelta y suena un golpe seco. Toma la rueda y la empieza a girar contrario a las manecillas del reloj. Luego se detiene, agarra el mango de la puerta y lo jala con fuerza.

La puerta se abre con un chirrido que me pone el vello de punta. Un escalofrió me recorre el cuerpo al ver el interior; un túnel ancho y alto, hecho de hormigos y ladrillos. Solo llego a ver lo que la escasa luz de la bombilla alcanza a iluminar.

—Muy bien, pueden escoger su túnel, vallan siempre recto y recuerden darse prisa. Un túnel los llevara directo a la ciudad y si no hay salida regresen, den tres golpes a la puerta con mucha fuerza y se les abrirá. Nosotros haremos todo lo posible para mantener el generador funcionando. Recuerden que nuestra paz y seguridad están en sus manos. Dense prisa.

Encendemos las linternas y entramos al túnel en fila. La puerta tras nosotros se empieza a cerrar y la luz que emite la bombilla empieza a abandonar el interior del túnel. En el último instante oigo la voz de la guardiana decirnos "buena suerte". Luego la puerta de metal se cierra por completo con un traqueteo y la oscuridad nos envuelve por completo, dejándonos observar solo lo que nuestras linternas alcanzan a iluminar.

El túnel es más grande de lo que imagine, huele a moho y humedad. El silencio es perturbador, solo se escuchan nuestras respiraciones y nuestras pisadas sobre el hormigón.

Seguimos en marcha y no tardamos en llegar a donde el túnel se divide en tres caminos. Todos tienen el mismo aspecto al iluminarlos con las linternas; oscuros y lúgubres.

—¿Y bien? ¿Cual tomara cada quien? —pregunta Mónica.

—Cualquiera será igual, yo pido el de la derecha —dice Anthony. Toma a su compañera del brazo y comienza su camino.

A lo lejos oigo que dice "manténganse vivos" y se pierden en la penumbra.

Yo y mi nueva compañera Leah tomamos el túnel de la izquierda. Mónica y su compañero el del centro.

Miro a Mónica tal vez por última vez y ella me devuelve la mirada. Ambos guardamos silencio pero asemos un simple gesto de asentir con la cabeza que indica que esperamos que todo salga bien, luego nos separamos y nos adentramos en el camino que nos ha tocado.

Finalmente emprendo mi camino junto a una chica que apenas conozco, en un túnel totalmente aterrador para cumplir una misión que parece casi imposible. Que Dios se apiade de nosotros.

Más allá del bosque del AvernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora