Cap. 27: Un día a la vez

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Me levanto empapado en un sudor frio que me corre por el cuerpo, haciendo que la camiseta se me pegue al cuerpo. La imagen del cuerpo sin vida de mi madre parece estar gravado en mi mente con fuego y se niega a desaparecer, pero yo insisto en quitarla. Siento como la angustia y el miedo avanzan apoderándose de mi mente, enloqueciéndome.

Observo como el sol empieza a iluminar el interior del que ha sido nuestro refugio esta noche. Mónica está sentada con un cuchillo en una mano y mantiene la vista fija en la entrada.

—¿Necesitas descansar un poco más? Podría relevarte —pregunto al mismo tiempo que apoyo la espalda en la pared. Ella no aparta la mirada.

—No hace falta —su voz suena diferente, parece estar mentalmente distante. De repente me mira directo a los ojos—. Es mejor estar despierta sabes, así las pesadillas no pueden atormentarme.

Escucharla solo hace que me siente aun peor. Sé que esto es por la aldea, que este es nuestro cargo y muchas personas dependen de nosotros pero... no lo sé. Solo estoy seguro que después de esto no podremos volver a ser las mismas personas de antes, como hubiese querido. Debo afrontar la realidad y es que si logramos volver a tiempo, nuestras vidas serán muy diferentes a lo que fueron hace menos de un mes.

—Te entiendo, yo también las tengo —es todo lo que se me ocurre decirle.

—Íbamos a ser novios —me dice de la nada, dirigiendo su mirada al techo mientras deja escapar un suspiro que demuestra tristeza—. Yo y Daniel. Se lo pediría si él no lo hacía. Ahora quizá nunca más lo vuelva a ver. La vida es un asco.

Oírla me hace pensar en casa de nuevo, ¿Qué estará pasando en la aldea en estos momentos? ¿Y si el generador ya ha renunciado a seguir funcionando y todos nuestros esfuerzos han sido en vano? No, no puedo permitirme perder las esperanzas, no cuando estamos tan cerca de encontrar los núcleos.

Leah empieza a despertarse, soltando un largo bostezo y estirando los brazos para alejar la pereza. Parece ser la única que no ha tenido problemas para dormir.

—Veo que has dormido bien —comento mientras hago un recuento de los que aun nos queda.

—Digamos que en estos momentos el nunca soñar ha traído sus beneficios. Mi madre siempre decía lo extraño que era que nunca soñara mientras dormía, ahora parece ser algo bueno —Responde. La verdad es que por un instante llego a envidiarla.

Nos preparamos para continuar nuestra misión. La revisión de provisiones no ha dado buenas noticias; Tenemos aun agua para algunos días si sabemos cómo racionarla. Una bolsa llena de patatas y algunas toronjas. Comemos una pequeña ración cada uno y luego de guardar todo, quitamos el estante que habíamos colocado para obstaculizar la puerta y volvemos al edificio en busca de una entrada.

Al llegar frente al edifico lo que vemos nos deja impresionados; la mutación ha desaparecido por completo. En su lugar solo quedan un par de plumas y un enorme charco de sangre seca. Además, una gran línea de sangre que se pierde en una esquina nos da a suponer que alguna mutación aun más grande o más fuerte se la ha llevado arrastrando. Un frio de miedo me recorre el cuerpo.

Seguimos caminando poniendo mucha atención a cualquier ruido o movimiento que notemos. El edificio es más grande de lo que pensé. Llevamos un par de minutos caminando cuando llegamos a un costado, donde hallamos una puerta similar a la que vimos antes, sin embargo esta es más pequeña y el cristal está roto, dejando espacio para pasar con facilidad.

Nos colamos por el agujero y el ambiente cambia drásticamente al estar adentro. El suelo está sucio y las paredes manchadas y con lo que parecen arañazos.

Los tres nos miramos, tomamos aire y avanzamos entre la penumbra.

Más allá del bosque del AvernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora