Cap. 16: El reencuentro

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Siento como el vital líquido me baja por la garganta. Primero son pequeños sorbos y luego tragos, el agua empieza a devolverme la vida.

Abro apenas los ojos porque aún el sol está ardiendo sobre nuestras cabezas. Miro sus ojos, le brillan y tienen una chispa de alegría al verme.

—Has despertado —dice Mónica con una sonrisa en el rostro.

¿Mónica? casi me olvido de que ella también estaba buscando los núcleos. Cuando nos separamos pensé que no volveríamos a vernos, me alegra tanto de verla. Tiene mejor pinta que nosotros, se nota que está cansada pero con más energías.

—¿Que sucedió? —logro apenas decir.

—Se desmayaron y yo los encontré justo a tiempo.

Miro a Leah quien está sentada, recostada en el pilar de la estructura. Está tomando agua de una botella.

—¿Como nos encontraste?

—Cuando nos separamos, mi compañero y yo caminos mucho por un espantoso túnel y llegamos a una de esas estaciones abandonadas, a él se le ocurrió la estúpida idea de revisar y yo lo deje a regañadientes. Empezó a romper el candado de una puerta, dijo que tal vez hubiera algo dentro para defendernos o que nos ayudara. Cuando lo hizo, una serpiente de unos diez metros salió y lo atrapo, lo enrollo y creo que lo mato al instante porque casi podía oír sus huesos romperse. Entonces salí corriendo de ahí sin mirar atrás, salí a la superficie por unas escaleras y seguí mi camino.

—Vaya —alcanzo a decir, no puedo creer que haya sobrevivido sola.

—Si —me contesta encogiéndose de hombros—. Luego cuando ya se me acababan los suministros pase por una casa, estaba medio decente, no tenía tan mala pinta. Entre y había muchas botellas de agua, quizá alguien las tenía cuando empezó la guerra. Lo mejor era que estaba preservada, era potable. Entonces tome tantas como pude, las guarde en mi mochila y seguí mi rumbo y aquí estoy.

—Nos has salvado la vida —menciona Leah.

—Cuando vi que había personas aquí tiradas no sabía si eran ustedes, si estaban vivos o no, no me lo podía creer. Al ver que eran ustedes me sentí tan aliviada, por suerte seguí esta carretera —agrega Mónica.

—Te lo agradezco —y lo hago de verdad. De no ser por ella estaríamos muertos—. ¿Y la comida?

—Pues ya no tengo más que dos latas y agua suficiente, no sé cuanto más pueda seguir si no encontramos comida, ¿y ustedes?

—Tenemos cuatro latas aun, el agua se nos termino hace horas. Además, Leah perdió su mochila cuando una mutación nos persiguió por el túnel —comento.

—Creo que deberíamos ponernos en marcha ahora mismo, es difícil aguantar el sol pero no me fio de andar de noche con tantas mutaciones, ¿Creen poder caminar? —pregunta Mónica poniéndose la mochila sobre los hombros.

—Si, si —miro a Leah que ha estado oyéndonos, ella parece entender lo que le quiero preguntar y asiente.

—Bueno, pues en marcha. Si tenemos suerte llegaremos a otro refugio antes de que caiga la noche.

El crepúsculo nos trae la calma. El sol empieza a esconderse y la temperatura desciende un poco, el calor se vuelve más tolerable.

Caminamos varias horas y no vimos ni una sola casa en pie que nos resguardara. Todas están destruidas y regadas, como si un viento muy fuerte las hubiera arrancado y lanzado lejos.

Finalmente llegamos a lo que supones que es un pueblo. Hay varias casas aún, mayormente de ladrillo, las de madera están desechas. Aquí la vegetación es un poco más visible; hay maleza entre las grietas del pavimento, arboles que crecen sin ningún orden e incluso veo algunas plantas que estoy casi seguro son comestibles.

Decidimos caminar un poco más y aprovechar la poca luz, luego nos alojaremos en una de esas casas.

"Crac"

Una rama rota. Los tres nos saltamos de la impresión y nos miramos. No sé que sea y parece que ellos tampoco.

Estoy a punto de decir algo pero me quedo sin habla al ver la enorme bestia de unos tres metros de alto que empieza a salir de entre las sombras del atardecer.

Más allá del bosque del AvernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora