Cap. 30: Los salvadores

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El zumbido que siguió a los disparos, penetraba en mi mente como un taladro empeñado en destruir por completo mi percepción de la realidad. Durante varios segundos me quede inmóvil, apretando con mucha fuerza los parpados obligándolos a mantener mis ojos cerrados. No me atrevía a abrirlos y ver la escena. Una parte de mi sentía un leve suspiro de alivio pero en mi estomago sentía que esta pesadilla aun no había acabado y que, al abrir los ojos, vería como la mutación se preparaba para arrancarnos la vida sus filosos dientes.

Pero al final abrí mis ojos, no porque me sintiera más seguro o porque creyera estar a salvo, sino porque el sonido de pisadas y voces, apenas audibles bajo el incesante zumbido, me obligaba a averiguar qué ocurría.

Al principio una luz blanca y potente me cegó por completo, luego el resplandor se aparto de mi vista y, cuando ya pude acostumbrar un poco mas mi decadente visión, logre observar un grupo de personas que se aproximaban rápidamente hacia nosotros.

El grupo estaba compuesto de unas cuatro o cinco personas, la verada es que no podía ver aun con claridad. Cuando estos estaban más cerca la primera que logre reconocer fue a Leah. Apenas llego hasta donde estábamos se dejo caer de rodillas y se precipito a darnos un fuerte abrazo a Mónica y a mí, quienes aun seguíamos de rodillas en el suelo contemplando la escena con cara de incredulidad. La reacción de Leah me tomo por sorpresa, no esperaba algo así de ella, pero en este punto estábamos tan agotados y destruidos mentalmente que la deje y pase uno de mis brazos alrededor de ella para hacerle saber que también yo estaba feliz de ver que estaba a salvo.

Luego de separarnos y ponernos de pie nos encontramos con la sorpresa de ver a Anthony, lo saludamos también aunque con menos euforia de nuestra parte, sin embargo estábamos contentos de verlo a él también con vida.

La mutación, una especie de arácnido combinado con un escorpión, pero de un tamaño y cualidades grotescas, yacía en el piso con cientos de agujeros que dejaban salir una espesa sangre totalmente negra, la cual poseía un terrible y penetrante olor a vinagre. Salimos del lugar dejando el cuerpo atrás y nos dirigimos hacia un pasillo iluminado por la luz solar que entraba por un ventanal.

—¿Están todos bien? —pregunto uno de los hombres que nos habían salvado la vida. Llevaba la barba larga y sostenía un arma que hacía que las armas de los guardianes de la aldea parecieran de juguete.

—Si... señor —fue todo lo que pude decir.

Mónica seguía sujeta a mi brazo, parecía estar en una especie de impacto emocional y no dejaba de contemplar la escena en silencio.

—Tuvieron suerte de que los encontráramos a tiempo, los carroñeros no suelen tardar más de cinco minutos en devorar a un humano promedio.

—¿Carroñeros? —pregunte en voz algo baja, pero el silencio era tan absoluto que se podía escuchar hasta el nervio que transmitía mi voz.

—Es como ellos llaman a las mutaciones —se apresuro a decir Anthony, el hombre de la barba asintió.

—Y, ¿Quiénes son ustedes? —pregunto Leah.

—Somos parte del ejército que protege nuestra ciudad, Temeriza.

—Esperen, ¿existen más personas fuera de nuestra aldea? Pensaba que no quedaba nada después de los que ocurrió hace tantos años.

—La humanidad no se vence tan fácil hijo —empezó otro de los desconocidos, era bastante alto y de piel morena—. Estuvimos al borde de que la humanidad callera en el olvido, es cierto, pero no se lo dejaríamos tan fácil a esas miserables bestias.

—Venimos de una fortaleza a pocos minutos de aquí, en la periferia de esta ciudad —empezó a decir el tercer desconocido—, encontramos a tu amigo durante una expedición de reconocimiento y el nos conto todo sobre su aldea —el tipo era bastante joven pero una cicatriz enorme le cruzaba la mejilla derecha.

—¿Y cómo nos encontraron?

—Prometimos ayudar a tu amigo a regresar a casa, pero él insistió en ir en la búsqueda de ustedes tres, fue una suerte que los hayamos encontrado justo a tiempo —dijo el hombre moreno.

—Pero no hemos encontrado los núcleos, no podemos volver sin ellos —dije con frustración. No tenía pensado volver sin los núcleos, pues sin ellos el futuro de la aldea estaba destinado a la desgracia.

—Eso es lo mejor de todo, no necesitamos los núcleos, ellos van a traer a toda la aldea hasta su ciudad, Temeriza —mis oídos no daban crédito a lo que acababa de decir Anthony, ¿trasladar a toda la aldea?

—¿Qué? —fueron las primeras palabras que pronuncio Mónica desde lo ocurrido hace unos minutos.

—Esos núcleos que ustedes han venido a buscar, no los van a encontrar aquí.

Las palaras del hombre con barba fueron como un puñetazo en el estomago. Todo este tempo, todas esas muertes, ¿acaso todo eso había sido en vano?

—Pero... ¿como...? —no lograba formar las preguntas que inundaban mi mente en ese instante.

—Los indicios que tienen tus superiores están errados, los núcleos si fueron creados con el propósito de alimentar ciudades con sobrevivientes, pero su ubicación actual es desconocida, nosotros mismos hemos buscado por años algún rastro de ellos, hemos revisado cientos de veces este lugar pero nunca pudimos encontrar ni una pista. —la angustia ligada con la rabia hacían que mi corazón latiera deprisa, esto no podía estar pasando.

—¿Entonces como han logrado sobrevivir ustedes? —dije sonando un poco mas enojado de lo que pretendía.

—Hemos hallado la manera de usar otros métodos para conseguir la energía que mantiene resguardada nuestra ciudad. Utilizamos energía solar, el aire, incluso el agua para crear electricidad. Supimos como seguir adelante y estamos dispuestos a ayudarlos a ustedes también. Nuestra ciudad es lo suficientemente grande para averiguar a casi mil personas más. Según nos conto tu compañero, en tu aldea hay alrededor de seiscientas personas así que creo que podremos darles asilo a todos.

—pero... ¿cómo? ¿Cómo podrán transportarlos a todos? —pregunto Mónica quien ya estaba un poco más atenta

—Eso déjennoslo a nosotros.

Más allá del bosque del AvernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora