Capítulo 13. Mi primera salida con Federico
Desde aquel día que tuve una pequeña disputa con Teresa, mis sentidos se supieron en alerta.
«Verdaderamente está loca».
«Si ella supiera la verdad».
Le conté a mis amigas y llegamos a la conclusión de sentarnos junto a otros compañeros de trabajo. Para así evitar tener contacto con Gilbert. Mi novio Henry me escribía constantemente y yo le respondía. Fernanda me hacía muchas preguntas sobre Uriel, pero no sabía casi nada de él.
El sábado había llegado y Federico estaba muy emocionado. Yo también, entre ambos emanaba algo distinto, como una conexión que hasta lo más tonto nos parecía fenomenal. En la noche Federico llegó hacia mi casa a buscarme, nos fuimos en su formidable auto hacia la casa de mi amiga Clara. Fernanda se encontraba en frente de la puerta, me hizo una seña para mí, mirara algo observé a Ludmilla besándose con Nolasco. Continué caminando hacia Fernanda y Federico me siguió.
—Fernanda pensé que no ibas a venir.
—¿Y por qué no? Yo convencí a Ludmilla a que viniera y viste.
—Bueno. Después no se quejen...
Federico se colocó a mi lado. Voltée mi cara para verlo luego la aparté. Los presenté a ambos para que se conocieran. Después de un buen rato entramos adentro. Carla estaba ya ebria. Muchos bailaban y saludé a algunos que ya conocía.
Me senté a tomar con Federico y visualicé a Ludmilla que venía con Nolasco hacia mí.
—¡Ashley! —gritó Ludmilla.
—No me digas que estas borracha Ludmilla. ¿Desde que hora estas tomando?
—Desde la tarde. ¿Y tú hace cuánto llegaste? No te vi.
—Tú te estabas besuquiando con aquel engendro que tienes al lado.
Nolasco me sonrió y se le notaba que estaba ebrio también. Ludmilla le dio un beso largo a Nolasco en la mejilla.
—¿Ese es Federico?
Asentí.
—Hola Fede. Mucho gusto en conocerte. Mi amiga me ha hablado de ti —Ludmilla le tendió la mano a Federico y este le correspondió.
—El placer es mío.
Ludmilla volvió a mirarme.
—Te dejo, hablamos luego —se despidió Ludmilla de mí.
—¿Quieres bailar? —me preguntó Federico.
—Sí.
Federico se levantó, y me tendió la mano para que lo acompañara. Tomé su mano y puse mis pies en acción. Sonaba reggaeton, bailamos al son de la música. De vez en cuando observaba a Ludmilla, dando un tremendo espectáculo con Nolasco, no parecía que fuera una mujer casada. Buscaba a Fernanda con mis ojos y no la veía por ningún lado.
La música sonaba, Federico y yo bailábamos al son de la música. Se veía feliz y mucho más guapo. Después que nos cansamos tomamos una botella de whisky, salimos de la casa hacia la parte trasera y nos sentamos en el suelo a tomar la botella. Entre nosotros fluía conversaciones normales como de la rutina diaria y cosas así. Pero el alcohol suele ser traicionero. Sin darnos cuenta, nuestros labios se unieron en un beso que nos condenó a un rico deseo de ir a la cama. Como era normal tener sexo en las fiestas de Carla, lo llevé hacia una de las habitaciones de la casa. Coloqué seguro a la puerta para que nadie pudiera entrar, me aproximé hacia Federico, este me tumbó con él había la cama.
Sus besos sobre mi piel eran muy ricos, los deseaba desde el primer día que lo vi. Yo estaba encendida de placer, podía sentir la erección de Federico a través de nuestras ropas, nos quitamos la ropa lentamente hasta quedar desnudos. Mordió mis senos y los lamió con vehemencia. Pensé que iba a tener un orgasmo en ese instante. Luego se apartó y bajó hasta mi sexo estremeciéndome de placer por la buena mamada que me estaba otorgando. Cuando llegué al clímax, me embistió con fuerza haciéndose escuchar nuestros gemidos en la habitación.
Al día siguiente me sentía avergonzada, el alcohol había causado una noche totalmente loca hasta a tal punto de llevarnos a la cama. Cuando llegué a casa mi mamá me miraba con una ceja enarcada, y no sabía por qué. Iba caminando lentamente y cuando pisé el primer escalón, me detuvo.
—Ashley.
Giré mi rostro hacia ella. Me quedé pensando todo lo ocurrido la noche anterior por unos segundos. Respiré profundo y llegué hacia mi madre que desde que llegué no me había quitado la mirada.
—Dime mamá.
—Eres mi hija y como tal tengo que aconsejarte, tienes 25 años Ashley, y creo que debes de asentar cabeza de una vez por todas. Tu novio Henry es un buen muchacho. Te quiere mucho y no me parece justo que andes por ahí de regalada.
Funcí el ceño.
—Mamá... No soy una regalada. Disfruto mi vida como una persona normal.
—¿Normal Ashley? ¿Acostándote con el nuevo vecino?
No tuve palabras que decir. Era cierto, yo me había acostado con Federico. Pero era algo que mi madre no iba a entender.
—Y esas amigas tuyas desde lejos se ven que son unas desvergonzadas. Ludmilla está casada, pero no creo que por eso respete al marido.
—No dejaré de vivir mi vida mamá.
Apartó su mirada de mí y yo me aparté de ella iéndome hacia mi habitación. De un momento a otro me ardió el deseo de querer conversar con Ludmilla y con Fernanda, pero luego recordé que quizás estarían dormiendo en ese momento. Me quité los calzados y me tumbé sobre la cama. Dejé el móvil a un lado y en rato sonó. Deslicé la pantalla y visualicé un hermoso mensaje de Federico.
Muchas gracias por la noche de anoche, te lo recompensaré. Un beso enorme y que tengas un muy buen día como yo la estoy pasando.
En el momento que leí eso sonreí. Le contesté brevemente, me levanté, despogé la ropa de mí para tomar un baño y visualicé en el espejo de que yo tenía muchos moretones en mi cuerpo a causa de los besos de Federico. Hasta en mis mejillas eran visibles, no le di importancia y me incorporé en la bañera a tomar una ducha.
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Acuéstate conmigo ahora y siempre
RomanceAshley es una joven llena de vida casi graduada de la universidad, se enamora totalmente de nuevo vecino Federico