Capítulo 30. Libertad
Decidí terminar con Henry definitivamente porque ya no le veía sentido a nuestra relación. Lo que Federico y Robert me decían era muy cierto. La soledad era mejor que a que estar fingiendo amor. Henry merecía a alguien que lo fuera a querer, no a una persona que estuviera con él por no estar sola. Henry sólo me dijo: "Ok". Esa misma noche en que habíamos terminados, me dirigí hacia la casa de Federico y Uriel.
Uriel como siempre me recibió amablemente, y como había días; Federico no se encontraba por motivos de trabajo. Miré por todos lados por si Vanesa se encontraba. Respiré porque no se encontraba.
—Sabes algo Uriel... —dije mientras avanzaba a un mueble —. Aveces siento un poco de temor por tu novia. No quisiera nunca que mal interprete las cosas entre tú y yo, si Federico no está.
—No te preocupes Ashley, le he contado más o menos de tu relación con Federico —me alentó —. Tú no tendrías ningún tipo de problemas con ella, eso te lo aseguro.
—Yo también he conversado con ella, pero tú sabes como son las cosas —insistí.
—Espero que no me hables de tu amiga. ¿De acuerdo?
Asentí.
«Canalla».
Uriel está muy serio, y me miraba siempre. De pronto me surgió preguntar cosas personales.
—¿Te gusta dominar? —le pregunté.
Me miró extrañado.
—Tu aspecto lo dice Uriel —pronuncié.
Cruzó los pies y alargó sus brazos.
—Acertaste —me respondió —. Me gusta que las mujeres me escuchen y que sean obedientes con lo que le pido.
—¿Aún en contra de su voluntad? —cuestioné —. Vanesa me dijo que eres difícil de llevar.
—Porque soy claro y firme a lo que digo. Me gustan que las cosas sean llevadas seriamente. No soy un relajo —argumentó seriamente —. Soy un hombre serio, no un charlatán.
Uriel era la clase de hombres que yo no me involucraría, podría pensar de que no le gusta que si pareja salga a fiestas sin él o algo así, se veía controlador, pero buena persona.
—¿Podríamos jugar billar un poco? —sugerí.
Uriel sonrió.
—Perfecto —se levantó dirigiéndose hacia el salón de billar.
Jugamos durante una hora, luego me devolví hacia mi casa, y guardé el auto. Como siempre mi madre me miraba desde la sala con los brazos cruzados, y antes de subir las escaleras para retirarme a mi habitación me dirigí hacia ella.
—Terminé con Henry, así que soy una mujer libre de hacer lo que quiera. Y te pediré el favor de que te acostumbres de una vez por todas a Federico.
Mi madre arrugó la cara, en verdad no le caía bien, y no sabía por qué. Federico era muy buena persona, y eso ella no quería verlo. Me voltée y me dirigí hacia mi habitación. Antes de cerrar la puerta, tomé a Anderson por los brazos y lo hice levantarse de mi cama.
—¡Ashley estoy viendo la televisión! —protestó Anderson.
—Eso a mí no me importa —le respondí —. Esta noche no te quiero en mi habitación. Ve a tu cuarto y prende tu televisión.
Lo saqué como pude, se rehusaba a toda costa hasta que lo dejé afuera. Y coloqué seguro a la puerta. Luego me tumbé sobre mi cama, y teclée mi móvil hasta que el sueño me venció y me dormí.
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En la noche del día siguiente salí a la parte trasera de la casa y me quedé sentada sobre la grama, mi espalda quedó ajustada a la pared de la casa, mi hermano y mi madre no se encontraban hasta varios días. Llegué a pesar de que le bajó la presión por lo que le dije de mi ruptura con Henry. Quedamos siendo amigos, nos escribíamos todo el tiempo como si nada hubiera sucedido.
La noche estaba hermosa, observaba la hermosa esfera lunar, luego le escribí a Federico y le comuniqué de que me encontraba sola en casa. Lo invité a llegar a mi hogar, al principio como que dudó, pero después aceptó. Me levanté del lugar en donde me encontraba, y me dirigí hacia la sala a esperar que Federico llegara. Visualicé su rostro desde la ventana, y me desplacé a abrir la puerta.
—Vamos no te preocupes por mi madre —le dije cuando estaba a un metro cerca de mí.
—No es eso. Es que... —se arrascó la cabeza —. No me siento muy cómodo viniendo aquí sabiendo que no le caigo del todo bien a tu madre.
Cerré la puerta.
Me giré hacia él, y me reí.
—Ella debe de estar contándole sus penas a las demás señoras de su edad —sincerisé irónicamente—. Ella no es mala, ya verás que luego le caerás bien. Es que en la forma que nos hemos tratado ha hecho que ella te desprecie, pero no es de preocuparse.
—¿Por qué no tratamos de vernos en otro lugar Ashley? —cuestionó dudoso —. En verdad, verdad. No está bien lo que hacemos. ¿Venir a tu casa? Y más sabiendo que a tu madre no le agrada esas acciones.
Lo miré pensativa.
—¿Prefieres que nos veamos en tu casa?
—Claro Ashley, sería más alentador para mí.
—A partir de mañana.
Me acerqué hacia él y lo tomé del brazo mostrándole la alegría que sentía al verlo en mi casa. De hecho me agradaba. Lo llevé conmigo hacia mi habitación, y desde mi móvil apagué las luces de la casa. Al principio se mostró un poco tímido, y se quedó parado.
—Vamos Federico, no te quedes como una caricatura de póster —lo animé a moverse —. Ven.
Me recosté sobre mi cama, y Federico vino a mí lentamente aún dudando. Antes de acostarse en mi cama, él se quitó todo lo que tenía puesto. Quedó completamente desnudo. Y se echó sobre la cama. Me acerqué a él y le mordí la oreja. Luego él me mordió la nariz.
—¡Federico! —protesté.
—Eso es para que veas, lo bueno que es morder —argumentó Federico.
Después se vino encima de mí, y me besó apasionadamente, me desvistió, y en seguida me penetró, yo esparcía mis manos sobre su piel arañando su cuerpo mientras sentía su rica carne dentro de mí moviéndose de adentro hacia afuera gran parte de la noche.
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Acuéstate conmigo ahora y siempre
RomanceAshley es una joven llena de vida casi graduada de la universidad, se enamora totalmente de nuevo vecino Federico