Capítulo 9. Celos de Gilbert
Me quedé estática observando a Gilbert, pero este sólo me miraba seriamente hasta que de un momento a otro salió de su auto y se dirigió hacia mí. Pensé en querer entrar pero cambié de idea, no vaya a ser que se le ocurriera otra cosa. Se detuvo y me miraba serio.
—¿A qué viniste Gilbert? Te he dicho de que no quiero que vengas a mi casa así por así.
—Eso a mí, no me importa —masculló —. Vendré las veces que yo quiera.
—Gilbert. Por lo menos haz las cosas bien aunque sea una vez en tu vida. Vamos a dejar las cosas en claro. Tienes novia, ella te ama. Tú la descuidas, casi no tienen sexo y eso es algo que puede llevar a la infidelidad. Para que después no te quejes.
—Y tú engañas a tu supuesto novio con varios hombres. Eso lo sé Ashley, sé muchas cosas de ti.
—¿Acaso me vigilas?
—Siempre lo he hecho Ashley.
Se pegó a mí, rozando su boca con la mía, provocándome mucha excitación, recordaba los besos que nos habíamos dado anteriormente. Gilbert era el hombre que yo más amaba en ese momento. Sentía como los fluidos de mi vagina salían por la fricción de nuestros cuerpos. Uno pegado al otro tocándonos cómo dos locos desesperados. Pero el sonido de la puerta hizo que nos despegáramos. Me giré hacia atrás y observé a mi hermano menor.
—Anderson entra —le ordené serenamente.
Negó con la cabeza.
Me sentí incómoda en ese momento, respiré profundamente en búsqueda de una respuesta para mi hermano menor.
—Ve adentro, en la noche te llevaré a comer helado y pizza.
Anderson se balanceaba pensativo y luego me dio un respuesta.
—Pero también quiero que me lleves a los juegos —añadió.
—Está bien y te presentaré mañana a un nuevo niño del vecindario.
Anderson se alegró y entró rápidamente hacia la casa. Supervicé de que él haya retirado hacia lejos de la sala y así lo hizo. Visualicé de que él se había ido hacia su habitación. Después volví hacia Gilbert de nuevo.
—Anderson es un niño muy curioso —guardó silencio —. Lástima que lo que vi hace unos minutos me hizo desilucionar de ti.
Alcé una ceja.
—¿Cómo?
—Te vi sonriendo con tu vecino Ashley.
—¿Y eso qué? —inquirí.
Se acercó a mí enfurecido.
—Tú no vas a acostarte con ningún otro hombre que no sea yo —espetó —. A partir de ahora vas a contarle a tu novio la verdad, te estaré esperando en mi casa y si no lo haces, te las verás conmigo. Porque no tendré piedad.
No pude decir nada. Quise asimilar lo que Gilbert había dicho. No lo podía creer, iba a contarlo todo y de verdad, yo no quería.
—Gilbert, por favor. Evitemos causar daño a terceros.
—¡¿No te das cuentas de que nos hemos estado haciendo daño?! Estoy harto de vivir en la maldita hipocresía —espetó —. No pienso perderte por nada del mundo. El momento es ahora. Ve, llama a tu novio y corta con él. Yo haré lo mismo; dejaré a Teresa de una vez por todas.
Se retiró sin decir nada y me regresé hacia mi casa con el corazón en la mano. Busqué el teléfono rápidamente y llamé a Fernanda.
—Bueno.
—Fernanda, necesito tu ayuda urgentemente. ¿Podrías venir a mi casa hoy?
—Claro Ashley, ven con tu hermana menor, llevaré a mi hermano a que se divierta a una plaza.
—Pero Ashley, no vamos a tener un buena noche.
—No importa, es urgente lo que tenemos que hablar.
—¿Podrías adelantarme algo?
—No, sólo alístate y a tu hermana también pasaré por ti dentro de una hora.Colgué.
Llegé a mi habitación, tomé un baño y me alísté lo más rápido que pude. Luego me dirigí hacia la habitación de mi hermano y vi que estaba jugando Nintendo. Entré hacia adentro y cerré la puerta.
—Anderson ve a bañarte.
Mi hermano se alegró y detuvo su juego.
—Te espetó abajo.
Abandoné la habitación y me dirigí hacia la sala. Visualicé mi móvil sobre el mueble y lo tomé. Le escribí a Ludmilla, pues ella estaba en casa de sus suegros con su esposo. Le conté lo ocurrido con Federico y de mi salida con Anderson, Fernanda y su hermana. Cuando iba a escribirle sobre la conversación que tuve con Gilbert, Anderson apareció muy emocionado.
—Laila irá también —pronuncié.
Me levanté e íbamos conversando cosas sin sentido. Hasta que llegamos a la casa de Fernanda. Las hice montarse rápido en mi auto y llegamos a una pizzeria donde habían juegos. Ordené una pizza y Fernanda otra. Cuando los niños se habían saciados les dije que se retiraran a jugar. Una vez que ellos se habían retirado me animé a conversar tranquilamente con Fernanda.
—Creo que estoy metida en un tremendo rollo. El estúpido de Gilbert llegó a mi casa hoy y me dijo que si yo no dejaba a Henry iba a decirle todo. Según él, va a tomar la decisión de dejar a Teresa.
Fernanda estaba con la boca bien abierta, totalmente atónica.
—Desde aquel 31 se comporta como sino le importará nada y ni nadie —seguí —. Podría ser algo tonto, pero me preocupa un poco está situación. Además podría poner inestable mi situación laboral actualmente.
—Es que Gilbert ya probó de la manzana prohibida amiga —alegó Fernanda —. Obvia está desesperado.
—Es que él no sabe amar.
Fernanda se mordió los labios.
—Necesito detenerlo antes que cometa una locura —continué —. Debo de ser cuidadosa. Estaré pensando en algo...
—La verdad no tengo idea de como ayudarte —dijo Laila, luego apartó su mirada.
Me quedé pensando en algo. Mi supervisor y Teresa tenían un romance oculto. Cualquier cosa sólo tenía sur agarrarme de esa verdad.
—Fernanda necesito que observes muy bien a Robert y a Teresa, si fuera posible tomar fotos o vídeos pues hazlo —le pedí —. Se cautelosa, veré como le podré sacar provecho.
—Mala —argumentó Fernanda.
Después nos reímos juntas. Y continuamos conversando. Los niños terminaron de jugar y lo llevamos a la heladería. Cómo a las once de la noche llevé a Fernanda y a Laila a su morada. Cuando llegué a mi casa me animé en revisar mi móvil, lo primero que vi fue mensajes de Gilbert recordándome que me vio con mi vecino. Rodé los ojos y apagué mi móvil.
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Acuéstate conmigo ahora y siempre
RomansaAshley es una joven llena de vida casi graduada de la universidad, se enamora totalmente de nuevo vecino Federico