Capítulo 35

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Capítulo 35. Primer día

Como Robert y yo habíamos acordado en fingir que éramos novios, él me había ido a buscar a mi lugar de trabajo para ir a la cafetería a comer juntos. Caminamos agarrados disfrutando el momento en que todos nos miraban sorprendidos. El día anterior yo les había comunicado a Tadeo, Fernanda y Ludmilla de lo que Robert y yo íbamos hacer para que no se los tomaran por sorpresa.

Tadeo solía llegar más temprano a la cafetería, y ese día no fue la excepción. Me senté junto a él en lo que Robert compraba comida para ambos.

—Hola Tadeo —pronuncié dulcemente sin dejar de mostrar una amplia sonrisa en mí.

Tadeo se giró hacia mí y me sonrió.

—Hola Ashley. ¿Y tú acompañante?

Aparté mi vista de Tadeo y giré mi rostro hacia la dirección de Robert.

—Está comprando comida para ambos —le respondí señalando a Robert.

Tadeo se giró y se quedó mirando a Robert.

—Ashley... No sé si sería conveniente. Pero recuerda que Teresa y Gilbert tienen muchas relaciones importantes en esta empresa y conocen personas de la administración —me alertó —. Eso podría costarle el puesto de trabajo a ambos.

De verdad tenía razón pero Robert me había asegurado de que no tendríamos problemas por ese lado.

—Lo sé —reconocí que Tadeo tenía razón, pero por eso yo no iba a rendirme y dejar que Gilbert me pisotée —. Robert me aseguró de que nuestro puesto de trabajo no correría ningún tipo de riesgo.

—Bueno.

En pocos rato llegaron Fernanda y Ludmilla casi al mismo tiempo que Robert, este le sonrió y ellas lo saludaron, luego Robert se sentó a mi lado, tomamos nuestra comida y empezamos a comer. Tadeo solía ser de esas personas que comen muy lento, terminó de comer casi a par a mis amigas.

—Digan algo —pronunció Tadeo.

Ludmilla alzó una ceja.

—¿Qué digan algo de que? — inquirió Ludmilla —. ¿Estás bien?

—Mucho más que tú —le respondió Tadeo a Ludmilla dejándonos con la boca abierta.

Luego reí porque sabía como iba a terminar.

—Tadeo cuando vas a aprender —le dije topándolo con mi hombro —. Tienes mucho tiempo conociendo a estas mujeres y todo te lo tomas en serio.

—Tadeo está falta de una mamada de ustedes —alegó Robert.

Volví a reír.

—Nunca —se negó Tadeo.

—Ojalá tú, ridículo —dijo Fernanda supuestamente indignada.

—No me gustan las mujeres que tienen sexo con muchos hombres —pronunció Tadeo.

Ludmilla estaba tomando agua y escupió de golpe el agua que tenía en la boca. Todos quedamos estupefactos.

—Vamos chicos dejemos las bromas, por favor —les pedí —. Esto se está convirtiendo en una batalla campal, hablemos cosas serias.

Fernanda lo miró molesta y no dijo ni una sola palabra.

—¿Qué tal si salimos este fin de semana? —propuso Robert con el el fin de suavizar el ambiente.

—De acuerdo —le respondí.

—Por mí estaría perfecto —contestó Ludmilla —. Podríamos invitar a más personas.

—Yo no puedo —dijo Fernanda —. Tengo planes ya pautado.

—Yo iré —dijo Tadeo.

—¿Qué harás tú Fernanda? —le pregunté.

—Tengo planes como salir con unos amigos —me respondió cortamente—. Luego te cuento.

—¿No será que irás a hacerle la vida imposible a Uriel? ¿O a comértelo? —le cuestionó Ludmilla.

En seguida su semblante cambió, se giró hacia Ludmilla con su mala cara.

—No me menciones el nombre de ese imbécil —masculló Fernanda.

—Pero te gusta —pronunció Ludmilla con ironía y se rio.

Las mujeres tuvieron una pequeña disputa que se vio envuelta entre el enojo de Fernanda y los sarcasmos de Ludmilla, mientras que los demás continuamos riéndonos. De pronto visualicé a Gilbert con una cara endemoniada, ahora más que nunca no soportaba a Robert. Me acerqué a Robert y pegué mis labios en su oreja.

—Allí está tu enemigo endemoniado —le susurré a Robert, este sonrió.

Me aparté de él, y abracé a Robert, continué diciéndole cosas al oído, mientras Gilbert se explotaba del enojo que tenía, de un momento a otro no soportó las ganas, vi que intentó levantarse, pero Teresa lo detuvo y lo atrajo hacia ella, aún ella no percibía de que yo abrazaba a Robert, cuando lo notó nos miraba sorprendida y desconcertada.

—Bésense —sugirió Ludmilla.

Supuse que era a nosotros y me giré hacia Ludmilla.

—No hace falta —alegué.

Entonces de pronto Robert con su mano izquierda hizo voltear mi rostro hacia él, y estampó sus labios con los míos de repente, le seguí el juego, nos continuamos besando en frente de todos. Luego de un rato me aparté, pero Robert volvió a besarme y dejé que me besar a hasta que el quisiera.

—Uf —mencionó Tadeo cuando nos despegamos.

—Si hubieran visto como Gilbert y Teresa los miraba —pronunció Ludmilla, luego se rio —. No aguantaron y se retiraron.

—Teresa que deje su ridiculez —dije agobiada —. Ella ama a Gilbert. Lo que siente es egoísmo y orgullo. Y Gilbert no me importa en lo absoluto, lo que quiero es que no me vuelva a dirigir la palabra nunca más.

—En cuanto a Teresa, haz que se trague su estúpido orgullo, vive husmeando con respecto a ti. Además recuerda de que ella cada vez que te ve, te miré mal sin ninguna razón —argumentó Ludmilla —. Haz que Gilbert pruebe de su propio veneno.

—Ustedes si que son bien venenosas —alegó Tadeo.

Fernanda miró a Tadeo.

—Ridículo —le dijo Fernanda a Tadeo —. Lo que no somos; es ser pendejas.

—Tadeo querido —Ludmilla dulcificó su voz —. Tú tienes que aprender también, a ti te pueden tomar de pendejo.

—Con ustedes. ¿Quién no aprendería? No soy pendejo —alegó Tadeo.

Observé el reloj de la cafetería, y vi de que la hora se nos estaba terminando, Tadeo se levantó y luego yo lo seguí.

—¡Ashley espera! —exclamó Robert.

Me detuve y giré hacia Robert, este me alcanzó y me tomó del brazo.

—Ahora sí —pronunció y sonrió.

Avanzamos por el pasillo como si fuéramos dos locos enamorados que iban caminando, Robert me acompañó hasta mi área de trabajo, y me dejó en la puerta no sin antes darme un beso en la boca.

Acuéstate conmigo ahora y siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora