Capítulo 36. Ashley vs Teresa
Terminé mi jornada de trabajo y salí inmediatamente del área rumbo al ascensor, una voz insignificante me hizo detenerme con incomodidad.
—¡Ashley espera! —gritó Teresa.
Me voltée molesta, pero no le mostré mi incomodidad sino una sonrisa bastante amplia.
—¿Qué quieres Teresa? Tengo cosas que hacer.
Se aproximó a mí como siempre, su egoísmo era notable en su rostro.
—¿A qué juegas? —inquirió —. ¿Qué es lo pretendes?
—No sé por qué me preguntas esas cosas —le respondí falsamente sorprendida —. Yo no juego a nada. ¿Por qué?
—Sabes perfectamente a que me refiero —me contestó entre dientes.
—De verdad Teresa que no sé. Explícame mejor.
Teresa respiró frustrada y no dijo nada por unos segundos.
—No eres más que una arribista —dijo determinándome de arriba a a abajo —. Como no logras que mi novio sea tuyo, entonces engatusaste a Robert. Mujer de poco valor.
—Mujer de poco valor será tu madre, además no me vengas con moralidades estúpidas que sé perfectamente de que tú y Robert eran amantes. O sea. ¿Una hipócrita hablando de otra hipocresía? Ese papel no te queda bien ridícula.
Teresa apretó la mandíbula. Lucía completamente molesta.
—Ah, y no soy tan pobre como tú crees, no soy rica pero una mujer que se da gustos sí —añadí —. Pues Robert es sólo un empujón al éxito total.
Reí.
—Maldita estúpida —masculló.
Alcé una ceja, y en de un momento a otro alcé mi mano derecha y le di una bofetada. Cuando se compuso ella me dio una bofetada también, y ahí me lancé sobre ella a estrujarla contra la pared, pero no pude continuar porque Robert apareció en ese momento y me apartó de Teresa.
—¡Tranquilas! —exclamó Robert.
—Eres una maldita, te voy a romper la cara —intensificó la voz Teresa señalándome con su dedo índice —. Desvergonzada.
—Si yo lo permito —bufé.
Robert se encontraba en medio de nosotras para que no haya roce entre las dos.
—Teresa retírate, por favor —le pidió Robert a Teresa.
—Esto no se quedará así —sentenció Teresa, y se marchó dejándonos solos.
Robert se quedó observando a Teresa, mientras yo miraba la pared fijamente. Luego se me acercó.
—Ashley evita peleas a toda costa, eso podría traer consecuencias —me recomendó mientras con sus manos me hacía moverme para que yo caminara con él —. Sé que tienen ganas de romperse los huesos, pero tienes que controlar esas ganas un poco.
No dije ni una sola palabra, avanzábamos hacia el ascensor en silencio.
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Al día siguiente cuando iba caminando hacia mi puesto de trabajo Ludmilla me detuvo por el brazo.
—¡Hey! ¿A dónde vas tan rápido? —me cuestionó Ludmilla.
—A trabajar, obvio —le respondí —. ¿A dónde más crees?
—Ashley —se rio —. Ven vamos a conversar un poco a mi oficina.
—No Ludmilla —me negué rotundamente, mi mente estaba fijada en Gilbert —. Lo que quiero es darle una bofetada a Gilbert.
—¿Por? ¿Qué te hizo ese idiota ahora? —cuestionó Ludmilla.
—Que no me ha hecho —recalqué echando humos hasta por los poros —. Ese idiota le contó a Henry de que yo le fui infiel con él y que de que yo me acuesto con Federico.
Ludmilla abrió su boca sorprendida.
—Pero que chismoso y hablador —dijo Ludmilla indignada —. Yo sé donde está él. Se encuentra en el baño justo en este momento, ve allí, rómpele los huevos, en el baño no hay cámaras.
Inmediatamente me dirigí hacia el baño y me supervisé de que haya terminado de orinar. Entré allí adentro y lo giré, me miró extrañado y luego lo impacté contra mi mano, habían dos hombres más y se sorprendieron.
—Esto fue para que no seas tan metiche.
Se rio.
—Desvergonzada —pronunció.
—Y tú eres el doble, hipócrita de mierda.
—Ya yo te lo había advertido antes —dijo entré dientes mientras se acercaba a mí —. No podrás estar conmigo pero te haré la vida imposible por bruta.
—¿Bruta yo?
—Sí, tú misma Ashley.
Volví y le di otra bofetada. Justo en ese mismo momento Teresa había entrado.
—¡Deja a mi novio maldita escórea! —gritó Teresa.
Me giré para mirarla, ella venía furiosa hacia mi dirección, y yo la miraba desafiante, lista para atacar. Antes de que estuviera cerca de mí caminé unos pasos y le di una bofetada. Cuando se compuso volví y le di otra que cayó al suelo.
Yo voltée mi rostro para verle las caras a los hombres que estaban an ahí. Ellos miraban sorprendidos menos Gilbert que se encontraba inmutado.
—¿No vas a defender a tu novia? —le pregunté a Gilbert.
Reí.
Sentí un minuto de satisfacción, Gilbert no decía nada y no decía nada, sólo observaba. Teresa se compuso furiosa y se veía que venía para encima de mí, pude impactarla con mi puño derecho sobre su cara y cayó al suelo de nuevo.
—¿No crees de que ya esté bueno de que esa mujer golpée a tu novia Gilbert? —cuestionó uno de los hombres.
—Por mí que se maten si quieren —respondió Gilbert.
—Pero Teresa es tu novia —protestó el hombre que lo había cuestionado anteriormente.
—Hombre entiende de que en una pelea entre mujeres, nosotros no podemos meternos —alegó Gilbert.
—Pero Teresa está lastimada —insistió el hombre —. Ve, socórrala.
Gilbert gruñó de mala gana. Y no tuvo de otra que ir a recoger a su novia, la levantó y se la llevó consigo. Luego me acordé de Ludmilla y observé por todo el baño de hombres y no la vi. Luego uno de ellos me saludó con las manos y me mostró sus dientes.
—Me gustan las mujeres como tú, salvaje, fuerte, luchadoras y pelionas —me dijo el hombre que me había saludado.
—Y a mí me gustan los hombres como tú para después de tener sexo dejarlo amarrados en la cama con el pene adolorido.
A quien yo le había dirigido mis palabras me miró extrañado y los demás hombres se rieron.
Después abandoné el baño sin dudas. Me desquité un poco la rabia que sentía por aquellos dos cavernícolas. Busqué a Ludmilla con los ojos y la vi al final del pasillo.
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Acuéstate conmigo ahora y siempre
Roman d'amourAshley es una joven llena de vida casi graduada de la universidad, se enamora totalmente de nuevo vecino Federico