Capítulo 17

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Capítulo 17. El comienzo de una riña

Dos meses después mi novio Henry había llegado de Miami. No podía negar que en verdad no me gustó su demora. Obviamente era mi pareja de hecho y me sentía un poco incómoda. Gilbert seguía enojado conmigo, no.Me hablaba y ni me miraba si quiera. Un día caminando por el pasillo lo tomé desprevenido, pero para mi sorpresa Teresa venía saliendo de un pasillo que interceptada justo donde estaba y me miró mal. Yo tenía a Gilbert agarrado desde su ropa.

—¿Qué haces tú con tus asquerosas manos sobre mi novio?

Alcé una ceja.

«¿Novio?».

Teresa caminaba rápidamente y rabiosa, mientras que Gilbert quitaba mis manos de él.

—Amor esta loca no quiere dejarme en paz —dijo rápidamente Gilbert a Teresa —. Que bueno que lo visualizaste.

Teresa se paró en frente mí.

—Que sea la última vez que te vea colocándole una mano encima a mi novio —me amenazó —. La próxima vez te abofetearé.

Se prendió de Gilbert y se marchó con él. No valía la pena pronunciar algo, al fin de cuentas él tenía su novia y yo tenía mi novio. Cómo ya era hora del almuerzo me dirigí hacia la cafetería. Volví a ver a Teresa y a Gilbert, ambos besándose, rodé los ojos y me aproximé a la caja. Compré lo que me apetecía comer y rápidamente me desplacé hacía dónde estaban mis amigas. Visualicé a alguien más con ella, no lo reconocía de lejos pero cuando estuve cerca lo reconocí. Tadeo estaba con ellas. Se levantó y me dio un beso en la mejilla.

—Tadeo mucho gusto en verte —dije mientras tomaba asiento —. Me habían dicho de que tú estabas de vacaciones.

—Era hora, pero las extrañé a todas —dijo Tadeo muy emocionado —. Cuénteme mujeres ¿Qué hicieron de sus vidas?

Ludmilla se echó a reír, yo continué comiendo mientras los observaba conversando. Ludmilla había hecho muchas cosas últimamente, según ella iba a dejar de salir con hombres, pero ella misma sin pensarlo se lanzaba a los brazos de algún hombre que le gustaba. Al final del receso, busqué a Ludmilla sin que Fernanda se diera cuenta. Llegué rápidamente a la oficina de Ludmilla y esta me miró extrañada.

—Vengo a conversar algo rápidamente contigo sin que Fernanda se de cuenta porque es de ella que voy a hablarte —pronuncié mientras camina a hacia adentro.

—¿Qué es lo que pasa Ashley?

—Hay algo en Fernanda que no lo podemos ver a simple vista —le respondí —. De eso estoy segura Ludmilla. Creo que nos oculta cosas. No sé que es lo que ven en ella. Nadie dice nada. Sólo dicen que es una desvergonzada y muchos insultos más. Ellas libertina cómo nosotras, pero ni aún así nos juzgan como a ella. No sé. Piénsalo.

—Trataré de averiguar algo con mi esposo. La verdad nunca he tomado en serio el como las personas hablan de ella. Pero tú preocupación podría tener lógica.

—Pensé en contactar un investigador privado. No sé si te haz dado cuenta de que es misteriosa.

Ludmilla se estiró hacia atrás.

—Un investigador... —repitió Ludmilla pensativa —. Nos podría ayudar.

De pronto alguien entró, y dejó unos papeles encima de la mesa de Ludmilla.

—Me voy tengo cosas que hacer —me despedí.

Regresé a mi puesto de trabajo y por casualidad me encontré a Teresa sentada en mi silla de trabajo.

—¿Estás son horas de llegar a trabajar después del receso?

—¿A ti que te importa? —inquirí.

Se levantó de mi sills quedando frente de mí.

—¿No te importa Ashley? ¿Segura? —cuestionó —. Yo podría haber que te voten.

—No me importa así que ve y quéjate —espeté.

—Sabes que... No me interesa que te despidan. Sólo quiero saber hasta donde serías capaz de llegar.

«Celos de mujer loca y resentida».

—Pues bien querida. Ya lo dijiste. Espero no poder desilucionarte.

—¿Por qué? Tú nunca me haz caído bien —se sincerisó conmigo —. La verdad ni nunca he dejado de pensar de que no eres más que una desvergonzada.

—Para tu bien. Te recomiendo de que no me tientes arpía.

Se quedó por un momento observándome a los ojos sin decir nada.

—No sé que demonios tienes en tu cabeza. Pero me resbala lo que digas.

Reí.

—Tú debilidad es tu novio. Y es muy obvio que por ahí es que voy a empezar a atacarte. Así que lárgate de mi camino Teresa y déjame en paz.

—Te lo voy a decir por última vez. Con mi novio no te metas, sino te la verás conmigo. ¿Está claro?

—Qué pregunta tan estúpida haz formulado ridícula. Obvio que me voy a meter con tu novio.

De un momento a otro sin esperarlo recibí una bofetada furiosa de Teresa. Una vez que estuve compuesta se la devolví. Luego Teresa abandonó mi puesto de trabajo y se marchó dejándome el amargo sabor del momento.

Respiré profundo y aproximé a mi asiento sentándome de golpe. Coloqué mi móvil sobre mi escritorio. Y me puse a pensar en lo que sería de mí en un futuro.

«Gilbert volvió a cometer las mismas estupideces del pasado, espero que en un futuro no me reclame».

—Desgraciado, maldito. Esta vez me hizo quedar como la mala y él como el santo —murmuré —. Pero le sacaré partido a todo esto, lo disfrutaré.

En mi mente divagaba situaciones anteriores entre Robert y Teresa. Ese sería un buen punto de partida. Pero no pensé revelar ese secreto. Aunque habían sospechas y comentarios, pero nadie estaba seguro.

—¿Y si yo...? —musité —. Voy a seducir a Robert. Quisiera ver que tal.

Me levanté rápidamente de mi asiento y salí en busca de Robert. Este me debía un café desde hacía año y sentí que era el momento perfecto para reclamarlo. Llegué a la oficina de mi jefe, este estaba tecleando su móvil, cuando me vio dejó el móvil a un lado y me invitó a sentarme.

—Hola Robert. No vengo a hablar nada sobre el trabajo. Es que vine a invitarte a salir.

Alzó una ceja y me miraba confundido.

—¿Qué? Pero si tú me habías rechazado antes.

—No importa ahora las cosas son diferentes —le contesté segura de si —. ¿Qué te parece si mañana salimos a tomar un café?

—No lo puedo creer Ashley. Por supuesto mujer que acepto. Pero yo invito.

—Cómo quiera Robert —me levanté y le envié un beso con mi mano derecha.

Robert se sonrojó y dibujo una sonrisa muy marcada en su rostro.

Acuéstate conmigo ahora y siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora