Capítulo 28

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Capítulo 28. Sorprendidos

Cuando llegué a mi casa, lo primero que vi fue la cara de Anderson jugando con su tablet. Y me miraba extraño, como si supiera algo, pero no me lo decía. Dejé mi maleta cerca de las escaleras y caminé hacia la cocina.

—¡No me llevaste Ashley! —exclamó Anderson mientras yo me aproximaba a la cocina.

Rodée los ojos y lo ignoré.

«Ya va a empezar con la cantaleta».

Continué caminando hasta mi punto de llegada, y observé a mi madre leyendo el periódico.

—¿A esta hora tú leyendo el periódico? ¿No te dio tiempo? —le pregunté a mi mamá incrédula.

Mi madre bajó el periódico, y se quitó los lentes sin dejar de mirarme, mientras yo la observaba.

—¡Ashley! —gritó Anderson.

Me giré hacia él con los brazos cruzados y achiquée los ojos.

—No me grites, no te he hecho nada y no tengo por qué darte explicaciones —le contesté rápidamente —. Esta noche te quiero fuera de mi cama.

Anderson arrugó la cara.

—¡Mamá! —gritó Anderson.

Le di la espalda y volví a observar a mi mamá para ver qué iba a decir.

—No voy a decirte Ashley si eso es lo que esperas de mí. Sólo ruégale a Dios de que Henry no se de cuenta de los cuernos que le pones con el sinvergüenza de al frente —se expresó seriamente —. Y no me digas que no lo es, él es tanto sinvergüenza como tú.

—¿Siempre le fuiste fiel a papá? —le pregunté sin remordimiento alguno.

—¿Qué tú crees Ashley? —refutó.

—No lo sé.

Mi mamá dejó de mirarme, tomó sus lentes y se los colocó de nuevo, luego retomó su lectura. Yo salí de la cocina y no vi a Anderson por ningún lado. Tomé mi maleta y subí las escaleras, cuando llegué a mi habitación dejé las maletas a un lado y me tumbé sobre la cama.

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Al día siguiente cuando iba caminando hacia mi lugar de trabajo, por casualidad me topé con la odiosa de Teresa. Venía caminando justo al frente de mí como toda ella. Pero noté de que no entró a nuestra área, sino que pasó de largo al frente de la puerta. Continuó avanzando su paso hacia adelante y cuando pasó de mi lado dejándome su aliento femenino, me imaginé en mi mente lo que ella pudiera hacer, disminuí la velocidad de mis pasos y me sumergí en mi imaginación.

De un momento a otro, me voltée hacia atrás, y decidí retroceder mi paso, avancé rápidamente siguiendo las huellas de Teresa, y visualicé de que iba rumbo a la oficina de Robert.

«Vaya calenturienta».

Me aseguré de que nadie me habría visto husmeando, y continué aproximándome. Teresa se dirigió a la oficina de Robert, lo comprobé y entró adentro. Luego yo llegué allá y me quedé frente a la puerta escuchando toda la conversación.

Pero no se escuchaba nada. Me imaginé que se estaban besando, de un momento a otro escuché que al fin alguien dijo algo.

—Tengo algo que hacer, me llaman desde la administración, nos vemos luego —escuché que dijo Robert.

Inmediatamente me aparté y corrí hacia el pasillo izquierdo. Pero cuando doblé, choqué con Gilbert.

—¿Qué te sucede Ashley? ¿Por qué huyes? —espetó Gilbert —. ¿Estás loca? ¿Eh? O mejor dicho... —se frotó la barbilla —. ¿Qué hiciste?

—No he hecho nada, y disculpa —le respondí sin ganas de dar explicaciones.

Gilbert, alzó una ceja.

—Que no haz hecho nada dices... —se acercó a mí y me puso entre la pared y su pecho —. Creo que tenemos algo que hablar. O mejor dicho; tenemos muchas cosas de que hablar.

Su cercanía estaba tan cerca que pensé que iba a desmayar, su loción masculina era algo que me mataba, y sus labios cerca de mi cara. Sentía que iba a desmayarme justo en ese momento, y mi corazón latía fuertemente, pero mi mente se negaba a aceptar lo que yo estaba sintiendo en ese preciso momento.

«Aléjate de él Ashley».

—No te coloques tan cerca, nos podrían ver, y se lo podría decir a tu novia, por favor aléjate un poco —le pedí amablemente —. Y en cuanto a que tenemos algo de que hablar, yo creo que no.

No me hizo caso y me apretó más fuerte hacia él.

—Sabes lo que me da rabia de ti —dijo entré dientes enojado —. Tú no aceptas de una maldita vez de que te mueres por mí, a mí no me lo niegues. Tu corazón dice lo contrario, estás respirando con dificultad y tu corazón se te quiere salir de la boca.

Terminó cellando nuestros labios, yo impedía a toda costa de que no continuara, pero el muy maldito me dominó. Ciertamente no pude negarme a su beso por mi mente se había transformado en un mundo donde sólo éramos él y yo. Pero una voz imprevista detuvo nuestros besos.

—Creo que es hora de que cada quien esté en su puesto —interfirió Robert.

Gilbert se apartó de mí, y me voltée hacia Robert. Me sentí avergonzada ante su presencia.

—Me retiro —se marchó Gilbert.

—Robert... Que bueno que viniste. Ese idiota... —No pude concluir porque Robert interfirió de nuevo.

—No te preocupes Ashley. Me haz contado cómo han sudó las cosas. Estoy aquí para ti cuando quieras —sonrió —. A trabajar.

Respiré en ese momento. Pensé que Robert me iba amonestado, yo había cometido una falta en la empresa.

—Gracias por no amonestarme Robert. No pensé que iba a tener este incidente. Gilbert es muy impredecible.

Asintió.

—No dejes que ese idiota te pisotée, se merece una pisada a sus huevos —dijo entré dientes, percibí de que le Gilbert le molestaba —. Mira Ashley, creo que sería conveniente que de una vez por todas le des una lección a ese canalla. Eres fuerte. No te desmayes.

—¿Me ayudarías a poner a Gilbert en su lugar? —cuestioné curiosa.

—Por supuesto Ashley. Vamos a ver que vamos hacer. Tenemos que hacer algo para que ambos nos sintamos bien de una vez por todas.

—Bien, hablaremos hoy después del trabajo, te escribo luego para citarnos. Me voy a retirar, hasta luego.

Caminé por el pasillo hacia mi lugar de trabajo.

Acuéstate conmigo ahora y siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora