Capítulo 57

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Capítulo 57. Complaciendo a David.

Cuando llegué a mi casa lo primero que vi fue la cara de David, me observaba como si estuviera analizándome. Pero yo conocía esa actitud, y sabía que él planeaba algo. Me quedé frente a él esperando una respuesta de su parte.

—¿No tienes planes hoy? —me preguntó, cruzó sus manos hacia atrás—. Pues... No sé... ¿No piensas dormir con tu amor?

Me eché a reír y David me miraba con una malicia querer hacer algo indebido.

—¿Dónde está mamá y Anderson?

—Respóndeme primero.

Respiré frustrada.

—No lo he pensado David —espeté.

Crucé los brazos y lo miraba seriamente.

—¿Podrías hacerlo hoy?

Me sorprendí.

—Quiero la casa para hoy —añadió —. Querida hermana... ¿Podrías hacerme el favor?

—¿Convenciste a mamá de que fuera por hoy? ¿Qué quieres hacer hoy sin nosotros? —cuestioné.

—Ya te lo dije Ashley.

Hubo un silencio entre ambos mientras analizaba que yo iba a hacer y decir. Era evidente que algo tenía en mente y en seguida me acordé de Lola.

—David, haré lo que tú digas sólo si me cuentas que vas a hacer —propuse resignada—. Acuérdate que Ludmilla duerme conmigo, y tendré que pensar... En una posibilidad...

Me vino a la mente Tadeo, él vivía solo. Pero en caso de Federico yo no estaba muy segura.

—Vamos hermanita —dulcificó su voz—. Complace a tu hermano, por favor. Luego te cuento. Sólo no quiero que mis planes se derrumbe.

—Ajá—alcé una ceja—. Estás muy mal hermano, muy mal. Veré que hago.

Me sonrió.

Inmediatamente me moví hacia mi habitación, me realicé el aseo y me vestí, luego tomé mi ropa y llamé a Federico.

—Hola Ashley. ¿A qué se debe el placer de tu llamada?
—Es que...
Me rasqué la cabeza.
—Me daría pena pedirte un favor, pero creo que es innecesario.
—¿Innecesario, Ashley? ¿Me llamas y luego te arrepientes? Quiero que me digas.
—Es que... No sé... Si yo pudiera dormir en tu casa hoy. Mi hermano no sé que demonios quiere hacer sólo en casa.
—Te puedes quedar, pero... Hoy tengo mucho trabajo y no sé si regrese a casa.
—En ese caso; olvídalo Federico.
—No, Ashley. Ve, mi hermano no se impondrá. Si quieres ve con Ludmilla.
Sonreí.
—Gracias.
—Te llamo más tarde.
—Cuidate.

Colgué.

Luego me movilicé hacia mi cama a esperar a Ludmilla.

Una hora más y tarde llegó.

—Ludmilla, prepara ropa porque no dormiendo aquí.

Me miró extrañada quitándose los zapatos.

—Mi hermano nos ha votado a todos por hoy. Nos quedamos al frente —me miró con picardía —. No me mires así pervertida. Federico no dormirá allá.

Alzó una ceja.

—No, ¿Y por qué?

—Él tiene algo que hacer. Tú sabes... trabajo —me moví de la cama a buscar que me me iba a llevar—. No me mires tanto. Báñate y recoge tus cosas.

Me mantuve buscando ropa para llevar, mientras Ludmilla hablaba.

—Tú hermano es sorprendente, Ashley. ¿Sabes lo que me dijo tu madre? —pausó, pensé en que pudo haber sido—. Que me mantuviera alejada de su hijo.

Dejé de hacer lo que yo estaba haciendo para reírme.

—No te rías Ashley —me reprochó Ludmilla—. Tu madre es una arpía y perdóname. Pero no tiene un buen corazón.

Respiré y me giré a observarla.

—Lo sé, créeme que soy su hija y la conozco perfectamente.

Ludmilla me miraba seriamente, desvíe mi mirada de ella y volví en ocuparme en recoger algunas cosas.

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Uriel nos recibió alegremente en su casa, ya había sido informado por Federico. Cuando entramos pude ver la silueta de Vanesa. Nos sentamos en el mueble a charlar un poco.

Al poco rato Vanesa apareció frente a nosotros y pide ver que miraba a Ludmilla un poco rara.

—Ah, eres la amiga de Ashley que tanto menciona la señora Monica —refiriéndose a Ludmilla, me sorprendí—. No sé cómo aguantas tanto.

—¿Cuántas veces mi madre ha venido aquí? —le pregunté a Vanesa.

Esta se giró a observarme.

—Creo que Federico debiera de contarte, Ashley —se movió u se sentó al lado de Uriel.

—¿Qué cenaremos hoy? —cuestionó Uriel.

—Lo que sea —le respondí.

—Lo que sea —repitió Ludmilla.

Nos quedamos ahí charlando y Uriel decidió ordenar pizza, charlamos otro poco después de cenar y nos retiramos a dormir.

Al día siguiente, me asusté cuando me giré a mi izquierda y vi a Federico acostado al lado mío. Este me observaba y yo seguía sin entender.

Me voltée hacia el otro lado y Ludmilla estaba dormida, luego observé el reloj de mi muñeca. Era gusto la hora de levantarse. Volví a moverme y me coloqué boca.

—¿A qué hora llegaste? —le pregunté.

—Hace una hora aproximadamente.

—Me imagino que no tienes que trabajar hoy.

—No.

—Voy a tomar una ducha y a vestirme —me moví y llegué hacia el baño.

Cuando tomé el baño de aseo y me había secado, corrí la puerta de la bañera y me topé con la figura de Federico en frente de mí.

—Ve a dormir, no te quedes ahí mirándome —le sugerí.

—¿Dormir? ¿Contigo? —cuestionó irónicamente —. ¿Vas a perder un día de labor por quedarte conmigo?

Alcé una ceja.

—No es una broma querido. No quiero sexo por ahora.

—¿No? ¿Acaso se te olvida de que estás en mi casa —se aproximó a mí hasta quedar cara a cara—. ¿A caso no eres mía?

Una corriente de placer me produjo sus cuestionantes. Relaciones antes de ir a trabajar podría ser agotador y más si era con Federico.

Alzó sus manos y las colocó atrás de mi cabeza; atrayéndome hacia él. Unió nuestros labios en un beso apasionado; urgiendo en mí un deseo inmenso de sentir su carne dentro de mí.

Sus manos se hundieron en mi piel, dejándome llevar por la pasión.

Acuéstate conmigo ahora y siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora