Capítulo 59. Primer domingo sin Ludmilla
Un mes después...
Todo había transcurrido normal como siempre. Mi mamá no soportaba ver a Federico, y ni a Ludmilla en la casa. Gilbert no se había acercado a mí más nunca, pero yo sabía que eso no sería para siempre.
Ludmilla estaba preparando sus maletas porque se marchaba de mi casa, ya había conseguido dónde quedarse, y más que ella firmó el divorcio. Mi mamá como malvada que solía ser, compró un pastel para Ludmilla y se lo dio con una sonrisa de oreja a oreja. Ambas nos sorprendimos por su gesto, pero sabíamos que no era por buena intención. Cuando mi madre se había retirado; me animé a decir algo.
—Espero que por lo menos de vez en cuando vengas a dormir conmigo —dije con ironía y me eché a reír.
Ludmilla se giró a mirarme con cara de; te voy a matar. No le gustó lo que había presenciado de mi madre y obviamente ese pastel representaba una burla.
Dejé de reír y suspiré.
—No te enojes linda. Sabes como es ella —rodé los ojos—. No vengas si no quieres —tomé el pastel con mis manos, mientras lo observaba me imaginaba devorándolo—. Delicioso, rico, hermoso, apetitoso... Yo si comeré de esta delicia.
—Ludmilla.
Sonreí.
Desvíe mi mirada del pastel y la puse sobre Ludmilla.
—No quiero, cómetelo. Compártelo con tus hermanos —pronunció Ludmilla y continuó recogiendo sus cosas.
Salí de mi habitación y avancé hacia la cocina. Tomé un pedazo y me lo comí seguido de un refresco. Luego me ubiqué en la sala de estar a esperar a Ludmilla que ya se marchaba. Como en eso de media hora se apareció con sus maletas.
—Me voy —se despidió.
En fondo no la vi satisfecha, quizás extrañaría mi compañía, como yo la de ella. Ni si quiera la seguí con la mirada. Y así terminó el sábado, yo dormida sobre el mueble pensado en Ludmilla y en lo acostumbrada que yo estaba.
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Al día siguiente cuando llegué hacia la cocina, observé a mi madre tomando una lata de coca cola frente a la nevera, avancé hacia el termo de café, luego tomé una taza y lo llené de aquel líquido.
Me desplacé con el café en mano hacia la mesa y desde allí continué observando a mi madre, que no me miraba.
—De por cierto madre, tú tienes un muy buen gusto —mencioné refiriéndome al pastel.
—Lástima que a la desvergonzada de tu amiga no le haya agradado.
—A ella lo que no le gustó fue tu expresión hacia ella. Si no hubieras usado aquel sarcasmo, quizás se lo hubiera llevado. Mamá, tienes que aprender a ser unas sutil con las personas y a aceptarlas como son. Eres muy antisocial, por lo menos trata de entender un poco a mis allegados.
—Hija —se giró hacia a mí—. ¿Crees que un tipo que llegue a tu habitación sin permiso es un buen hombre? A mí no me parece nada gracioso aquel sujeto. No me da buena espina, ni tú y ni nadie me quitaría eso de la cabeza. Henry y Tadeo si son unos buenos hombre. Lástima que tu amiga lo haya atrapado. Reconozco que Federico es un hombre muy atractivo, con una buena formación educativa, pero eso no quita que en lo personal no sea un canalla.
—Hablas de Federico como si lo conocieras desde siempre. Además déjame convencerme de que sea un canalla o no.
—Y tú Ashley cómo siempre atraes tipos sinvergüenzas.
Rodé lo ojos y resoplé frustrada.
—No voy a seguir conversando contigo sobre lo mismo, tú no quieres entender...
No pude terminar porque me interrumpió.
—Has lo que quieras hacer con tu vida —espetó mi madre, luego se mostró más seria—. Después no te quiero ver escuchando lo que te advertí.
En ese momento sentí un poco de temor, me quedé observando a mi madre mientras se marchaba.
—Mi madre como siempre tan intensa.
Abandoné la cocina y me aproximé hacia la casa de Federico, toqué el timbre y Vanesa me abrió la puerta. Sonreí al verla, ella era una mujer educativa, bonita, alegre y me caía muy bien.
—Ashley es un gusto verte —sonrió y avanzó hacia atrás facilitándome entrar hacia adentro.
Me movilicé y quedamos frente a frente adentro.
—¿Quiénes están en la casa? —le pregunté.
—Uriel y Federico —me respondió—. El niño de la casa está con sus abuelos.
—Ah que bueno me alegro.
Vanesa se movilizó y avanzó hacia un sillón, yo hice lo mismo. La veía relajada, se inclinó hacia atrás apoyando su cabeza sobre el costado.
—¿Cómo va todo con Uriel?
—Digamos que bien —inclinó su cabeza hacia adelante—. Uriel es difícil de tratar pero ahí vamos.
—¿Qué están haciendo aquellos dos?
Se rió.
—Cocinando, ambos peleando por tomar el mando de la cocina.
Me eché a reír.
—De seguro uno quería una cosa y el otro otra —deduje—. ¿Qué será lo que estarán haciendo?
—No lo sé, hace rato los dejé discutiendo.
No me había percatado, desde la cocina provenía un delicioso olor, pero no podía saber exactamente que era. Decidí dejarlos solos allí y yo quedarme a acompañar a Vanesa por un buen rato.
—¿Vanesa estás segura de que tú en verdad quieres verdaderamente una relación seria con Uriel? —cuestioné lentamente.
—Sí. ¿Por qué? ¿Acaso hay algo que debo de saber?
Me quedé pensando por un momento.
—Los hombres son seres que nunca debemos de sorprendernos.
Se extrañó.
—¿Ashley? Hablaste algo raro.
—Nada, olvídalo. Chúpale la banana a Uriel y vive feliz.
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Acuéstate conmigo ahora y siempre
RomanceAshley es una joven llena de vida casi graduada de la universidad, se enamora totalmente de nuevo vecino Federico