Capítulo 20

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Capítulo 20. Sorpresas

A Fernada y Ludmilla les conté todo lo ocurrido e inclusive de mi salida con Robert, y lo que propuse con él desde ese entonces. En la salida visualicé a Fernanda en el parqueo y caminé hacia ella. Estaba conversando en su móvil, y cuando me vio cortó la llamada.

—Rara —pronuncié.

—Loca.

—Fernanda. ¿Será qué sé todo de ti? ¿Me escondes algo?

Rodó los ojos.

—¿Qué te sucede? —inquirió.

—Nada hermosa —le respondí —. Me voy hasta luego.

Me giré dejándola sola y partí hacia mi casa. Cuando llegué encontré a Henry sentado en el pavimento. Estacioné mi auto cerca de él, Henry al verme alzó su cabeza, me miró y bajé el cristal. Incliné mi cabeza para empezar una conversación.

—Querido. ¿Por qué te haz quedado ahí? ¿Te hizo algo mi mamá? O quizás mi hermano.

—Nada de eso. Vine a este lugar y me senté aquí, hace rato toqué la puerta y nadie me respondió.

Me extrañé, pero recordé que mi mamá era impredecible.

—Ven, levántate y ábreme la marquesina —le otorgué las llaves.

Se movió a abrirme la marquesina, entré el auto adentro y lo invité a llegar a la cocina.

—¿Quieres algo de comer o beber? —le pregunté, me detuvo a observarlo —. Si quieres vamos arriba a ver televisión. Aprovecha ahora que mi hermano menor no se encuentra.

Se rio.

—Anderson, un niño muy curioso —murmuró.

—Es un demonio. Todavía no haz visto su parte endemoniada. ¿Y dime seguro que no quieres nada de comer?

—No Ashley.

Lo tomé por el brazo y lo conduje a mi habitación de mala gana.

—Eres un apoyador Henry —dije mientras íbamos subiendo por las escaleras.

Seguimos caminando y llegamos hacia mi habitación, Henry se quedó parado y lo hice moverse para que me acompañara en la cama.

—¿Qué te pasa Henry? —cuestioné —. Estas como un block; tieso.

Se movía lentamente y se recostó en mi cama.

—Podrías quedarte hoy —le sugerí —. No sé... Y cuéntame, ¿pudiste solucionar el problema con Leonardo?

—Desde que me fui a Miami, no he vuelto a saber de él —me respondió deshaciéndose de sus calzados.

—Bien... —respiré —. ¿Podrías quedarte hoy conmigo?

—Será que no quieres que yo duerma hoy.

Reí.

—¿Entonces a qué viniste?

—A pasar solo un rato contigo.

—Está bien Henry. No creo que sea buena idea que te quedarás —alegué —. Anderson es muy curioso.

—¿Se atreve a espiarte? —me preguntó sorprendido.

Volteó su rostro hacia mí.

Asentí.

De un momento a otro cerró los ojos, yo tomé mi móvil y teclée a mis amigas. Como en dos horas mi hermano entró con una sonrisa malévola como lo caracteriza. Desperté a Henry y le dije de que ha era hora para retirarse. Dejé a mi hermano en mi habitación sobre mi cama y bajé junto a Henry. Antes de abrir la puerta nos dimos un beso de despedida. Y me dirigí a la cocina a beber un poco de agua. Por un momento me dio curiosidad y abrí la ventana de la cocina, visualicé un poco el panorama y todo estaba normal. Luego escuché el sonido de algo que se había caída hacia afuera de la cocina, salí hacia los alrededores y no vi nada. Pero cuando retrocedí para ir a la cocina me topé con la visión de alguien que me hizo asustar.

—Sorpresa.

En ese momento reconocí la voz de quien era y sentí mi corazón aliviado.

—Federico me asustaste —guardé silencio por unos segundos —. ¿Qué haces aquí?

—Iba a tirarte piedras a tu ventana pero fallé, me caí del muro —me explicó —. Pero no te preocupes no me hecho nada.

—¡¿Qué?! No hagas eso. Sólo tenías que llamarme o venir a mi casa.

—Es que... Sólo te conozco a ti.

Avancé hacia más adelante.

—¿Y qué querías? —cuestioné.

—Tenemos varios días que no nos vemos —contestó avanzando hacia mí —. Me preguntaba que si quizás podrías tener un encuentro privado.

De un momento a otro esas últimas palabras me encarecieron, sentía fuego dentro de mí, mi entrepierna se humedecía recordando las veces que Federico y yo habíamos tenido sexo. Colocó sus dedos sobre mi barbillas, y luego me aparté.

—¿Será qué podemos conversar mañana? —le pregunté dudosa —. Anderson está en mi habitación y es un niño muy curioso.

—Vamos para mi casa —murmuró.

Me sentía llena de dudas, no sabía que hacer. Pero estaba que no aguantaba el calor que surgía dentro de mí.

—Mejor quédate en la mía —le pedí —. Ven y no hables.

Entré a la cocina, Federico me siguió, luego apagué las luces, y subimos por las escaleras. Una vez adentro dejé a Federico en una de las habitaciones que no dormía nadie, y me moví rápidamente hacia mi habitación para sacar a Anderson de allí. Abrí la puerta e inmediatamente llegué hacia él, agarrándolo por el brazo.

—Hoy no te quiero en mi habitación Anderson, necesito descansar.

—Pero yo no quiero —protestó agarrándose de las sábanas.

—Vamos querido te sacaré a pasear mañana.

En ese momento dejó que lo guiará e iba muy emocionado.
Cuando dejé a mi Anderson en su habitación de una vez busqué a Federico y lo llevé conmigo a mi habitación. Visualicé mi móvil encima de mi cama y lo tomé. Vi un mensaje de mi mamá. Me pareció extraño y lo leí.

—Vaya, mamá dormirá fuera de casa —murmuré.

—Entonces no tendré problemas —aseguró Federico.

Giré mi rostro hacia él y le sonreí.

—Ella es extraña, aveces sale y ni señales de ella.

—¿Sabes qué me gustaría? —cuestionó sonriente —. Beber vino de tu ombligo.

Reí.

—Estás loco.

—Ve, busca una botella —insistió.

Parecía que no le importaba nada de lo pudiera ocurrir.

—Tengo que trabajar Federico.

—Y yo también, pero un día que faltemos no sería nada Ashley.

Me quedé pensativa, nunca yo había faltado a mi trabajo y decidí hacerlo por primera vez en mi vida.

—Muy bien ganaste —retrocedí moviéndome hacia la cocina.

Tomé una botella de vino que había en el refrigerador y llevé conmigo dos copas. Cuando llegué a mi habitación coloqué la botella y las dos copas en el suelo. Y me desplacé a tomar mi móvil, le escribí a Fernanda y Ludmilla lo que yo estaba haciendo para que encontraran una excusa que decirle a Robert. Luego dejé mi móvil y me desvestí quedando en ropa interior. Federico ya estaba tomando pero muy rápidamente y me dirigí hacia él, después me senté a su lado.

—Federico, hoy precisamente invité a mi novio a dormir aquí, pero bueno. Si se hubiera dado el caso, creo que hubiera sido un problema.

—Está bien, no lo volveré a hacer. Pero por lo menos acepta mi consejo.

—Fede...

Asintió.

Continuamos tomando hasta que la botella estuvo vacía, luego dos unimos en un tierno beso y abrazo, que nos hizo envolvernos en la llama de la pasión.



Acuéstate conmigo ahora y siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora