Capítulo 56

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Capítulo 56. Conversaciones pendiente

Dos días después...

Ludmilla me había contado sobre lo bien que la pasaba con Tadeo que no dudé un segundo en querer conversar con Tadeo sobre un asunto pendiente al respecto. Fernanda no había ido a trabajar ese día y Robert estaba muy ocupado sobre un encargo especial que le asignaron. Por lo tanto; tuve que hacer todo el trabajo yo sola.

Ya pasada la hora del almuerzo, regresé tranquilamente hacia mi oficina y la persona que vi sentada en mi escritorio hizo que yo arrugara mi cara de enojo y decepción.

Entré furiosa hacia adentro y cerré la puerta de un portazo.

Gilbert se echó a reír maliciosamente.

—¿No vas a saludarme...? ¿Mi amor?

—¿Qué diablos quieres Gilbert?

—Tu lindo cuerpo, amor —suspiró —. Aquí te follas a Robert. ¿Por qué yo no puedo?

—¡¿Estás loco?! ¡Vete de aquí!

Con su cabeza me hizo una seña de negación.

—Tú y yo no tenemos nada, así que te pido el favor de que te marches y me dejes sola.

—Ashley quiero que recapacites.

—No tengo nada que recapacitar —dije duramente —. Recuerda que vas a casarte y que lo nuestro ha quedado atrás.

—Sabes perfectamente que a quien amo es a ti.

—Pero yo no te amo.

Se rió.

—¿En serio Ashley?

—Creo que tendré que llamar a Robert.

—Hagamos algo —sugirió mientras se levantaba —. Nos vemos esta noche en mi apartamento. ¿De acuerdo?

No le contesté y Gilbert se marchó dejándome sola en la oficina. Coloqué seguro a la puerta y me senté en mi asiento aliviada. Continué con mi jornada laboral normalmente, cuando iba a salir de la oficina terminada mi jornada laboral, le marqué a Ludmilla a su móvil, cerré la puerta e iba con mi móvil pegado a mi oreja mientras caminaba.

—Ashley, tengo que decirte que hoy cambié de rumbo, vete sola a tu casa yo llegaré después. Tengo cosas que hacer —alcé una ceja.
—Está bien, ¿y qué harás?
—Te cuento luego.
—¿Por qué tanto misterio, Ludmilla?
—¡Ashley, no seas tan curiosa! Te dijo luego.

Colgó.

Respiré un poco incómoda, Ludmilla me había dejado con la boca abierta.

Proseguí mis pasos hacia el parqueo, y junto a mi carro ví a Tadeo. Él se percató de mi presencia sin dejar de mirarme. Me detuve frente a él y me sonrió.

—¿Qué haces aquí?

—¿Sabes a dónde Ludmilla ha ido? Me han dicho que se fue más temprano.

Me sorprendí.

—Creo que pudo ser algo muy urgente que le haya urgido. La llamé recientemente y no me quiso decir por el momento. Según ella;  será luego.

Tadeo colocó sus manos en los bolsillos. Y bajó la cabeza.

—No te preocupes Tadeo —lo animé —. De seguro vendrá más tarde.

—Ni modo, Ashley —suspiró y alzó su rostro posando su mirada en mí —. Tú y yo tenemos una conversación pendiente.

—Bien.

—¿Podemos ir a un café?

—Claro Tadeo, te conozco y conozco tus pláticas longevas.

—Vamos al más cercano. Yo iré en mi auto, nos vemos allá.

Tadeo se lo movió hacia su auto y yo avancé hacia el mío. Por alguna razón un otra llegué primero que él. Lo esperé en el café como unos cinco minutos.

—Disculpa por el tránsito —se sentó en frente mí.

—No te imaginas lo que mi mamá lamenta de que tú y yo no llegamos a tener nada serio —le confesé y Tadeo se rió —. Odia a mi novio actual. No te imaginas cuanto.

—Es que tú tienes unos gustos peculiares, Ashley.

—Federico es distinto. Mi mamá no ha podido verlo aún y se niega a conocerlo. Ella no entiende de que vivimos en una nueva época —suspiré —. Además los choques que han tenido es por razones justificadas. A mi novio le gustaba entrar por la cocina, ya sea por la puerta o la ventana y muchos veces mi mamá lo vio. También solía hacer lo misma por la ventana de mi habitación. Cómo mi madre lo odio, lo hacía con más gusto; a propósito.

Tadeo se rió.

—Pero nunca me reprochó nada por las veces que tú dormiste allá —añadí —. Para ella tú y Henry serán sus favoritos —me incliné hacia adelante observabando a Tadeo—. Nunca le conté a mis amigas sobre lo que había ocurrido entre tú y yo. Esta vez me matarán.

—No tienes por qué decírselo, Ashley —pronunció Tadeo—. El pasado es pasado. ¿Verdad?

Sonreí.

—Ciertamente, el pasado es pasado —me quedé observando a Tadeo por unos segundos —. Realmente me gusta la idea de que tú y Ludmilla puedan...

Pausó porque me pareció de reojo ver a una persona molesta entrando al bar, su voz era muy evidente y me sorprendí. Rápidamente giré mi vista hacia aquella pareja que venía conversando. Gilbert venía con una mujer rubia, alta, podía ver que tenía los ojos claros como verdes o azules.

El descarado me miró y me sonrió lanzándome un beso. Se sentó al lado de la rubia y se besaba muy apasionadamente. Me dieron ganas se acribillarlo, no por celos sino por imbécil que era. Pero a estas alturas ya ni me importaba lo que él pudiera hacer con su vida.

Aparté mi vista de aquella pareja y me enfoqué de nuevo en mi querido amigo.

—Aquí está el estúpido de Gilbert.

Tadeo alzó una ceja.

—¿Qué?

—Con una rubia —proseguí —. Mejor vámonos de aquí, no quiero que luego se le caliente el boxer y me empiece a molestar.

—De acuerdo Ashley —Tadeo se movió y yo lo seguí.

Salimos del lugar y nos trasladamos cada quien en su vehículo.

Acuéstate conmigo ahora y siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora