Capítulo XXIV: The one that could break my heart

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Capítulo XXIV

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Capítulo XXIV

─ ¿Un hijo? ¿Está segura? ─ preguntó, mirando a la mujer frente a él con tal expresión de azoro que ella no pudo reprimir una sonrisa.

─ Ahí lo dice claramente, herr Rogers. La señorita Romanoff está esperando un hijo. Tiene un par de semanas de gestación, calculo, pero, no estaré segura hasta que pueda revisarla apropiadamente─ explicó y Steve ponderó las posibilidades.

Natasha no estaba consciente del tratamiento al que la habían sometido y él recordaba vagamente haberla escuchado en alguna ocasión decir que era un alivio no tener que preocuparse por la posibilidad de un embarazo. La mujer no deseaba ser madre, entonces, ¿qué haría cuando se enterara de que estaba a punto de convertirse en una en contra de su voluntad? ¿Sería capaz de dañar al hijo de ambos, comprometiendo así el futuro de su imperio?

─ No le diremos nada aún─ respondió, finalmente. Ya tendría tiempo para sondearla y averiguar cuál era su opinión al respecto. En el intertanto, lo mantendría en secreto.

─ ¿No le dirá? Siento decirlo, herr Rogers, pero, ella lo notará de un momento a otro... después de todo, el niño crece dentro de ella. No podemos hacer nada para impedir que lo note─ replicó Euphemia y él asintió, irritado.

─ Sí, lo sé, lo sé. Pero, como usted dice, aún tiene apenas un par de semanas y hasta ahora no ha presentado ningún síntoma. Tenemos tiempo para ayudarla a... a que se haga a la idea de que será madre sin que ello perjudique al niño─ explicó y Euphemia alzó una ceja, comprendiendo.

Cruzó sus manos sobre su pecho y lo observó fijamente.

─ ¿Y qué haremos si ella no acepta la idea de ser madre? ¿Qué pasará si se niega a tenerlo? ─ preguntó, conociendo de antemano la respuesta.

─ Me encargaré de que eso no pase, doctora Zola─ Euphemia asintió, dejando el tema por la paz. Sabía cuando debía presionar y cuando no. Después de todo, Rogers era como una bomba de tiempo: siempre había que andarse con cuidado con él.

Steve observó a Natasha dormir por un largo rato. Ella se veía tan tranquila, tan libre de preocupaciones y miedos cuando dormía... distaba mucho de la imagen de la mujer siempre alerta y llena de desconfianza que mostraba cuando estaba fuera del cerco de sus brazos. Sus ojos se fueron involuntariamente hacia su vientre y pensó en la criatura que ahí se gestaba. Un hijo. Su hijo. Lo que siempre había querido. Lo que siempre había soñado. A través de esa criatura, su futuro como Emperador del mundo conocido se cimentaba y se fortalecía. Pero, ahora que sabía que estaba en camino, lo sentía como algo más que una pieza de su plan. Por extraño que pareciera, por extraño que se sintiera al respecto, esperaba a ese niño o niña, porque lo quería. Realmente deseaba ser padre. Verlo crecer, acompañarlo. Se inclinó hacia la mujer y posó una mano sobre su abdomen, soltando un suspiro cargado de ilusiones.

Long live the kingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora