Capítulo I
Natasha no era una mujer cobarde. Jamás lo había sido. Toda su vida había peleado por vivir, por salir adelante, por limpiar la sangre de su expediente, por superarse a sí misma, por defender a los suyos. Pero, ahora, se vio incapacitada para pelear. Ver frente a ella nuevamente a Steve la desestabilizó de tal modo que no se resistió cuando dos soldados la sostuvieron bajo los brazos y la arrastraron cerca de él, dejándola caer bruscamente contra el suelo.
– ¿La perra estúpida de tu madre no te enseñó a tratar a las mujeres? – ladró el hombre a su subordinado, volteándole el rostro de una bofetada antes de acuclillarse frente a la espía, alzándole la barbilla con un dedo en un gesto gentil. El color de sus ojos, rojos como la sangre, la desarmó. Era él y no lo era al mismo tiempo– ¿Estás bien?
Natasha no dijo nada. Le sostuvo la mirada, en cambio, examinándolo. Él sólo le sonrió, como si esperara aquella actitud de ella. Finalmente, volvió a ponerse de pie y la miró desde toda su altura, sin perder aquella sonrisa mezcla de gentileza y arrogancia y es que el gesto no llegaba a sus ojos, duros y fríos, restándole toda la calidez que habían tenido las sonrisas de Steve.
– Supongo que debería agradecerte, Natasha. Hiciste mi trabajo antes de que yo llegara... ¡Y sin pedírtelo! Tú y tus amigos son más eficientes que toda esta panda de inútiles que me siguen...– comentó, mirando a sus hombres como si fueran insectos, una molestia que no podía sacarse de encima. Natasha no comprendió de qué hablaba hasta que lo vio acercarse al cuerpo sin vida de Pierce, y posar su pie sobre su mejilla, aplastándolo contra el suelo– Ya no eres tan importante, ¿verdad, hijo de puta?
La pelirroja frunció el ceño al verlo. Alexander Pierce se había erigido como el dirigente supremo de HYDRA en esos años, ¿por qué sus propios hombres querrían eliminarlo?
– ¿Por qué querías matarlo? – preguntó en voz baja, analizando la situación. Debía salir de ahí, pero no lo haría sin respuestas. Las necesitaba urgentemente.
Ella había sido una de las que había arrojado tierra sobre el ataúd de ese hombre, la que lo había llorado por semanas, deseando poder volver el tiempo atrás, cambiar de lugares con él, cualquier cosa con tal de recuperarlo, de que él volviera a pelear por la libertad del país y del mundo... cualquier cosa con tal de volver a tener al compañero de batallas, al amigo, al confidente. Habría dado lo que fuera por él y ahora ahí estaba, de pie frente a ella, sonriéndole tras haber asesinado a uno de sus mejores amigos. Él no podía ser Steve. No debía ser Steve. Si lo fuera, sería demasiado para ella. No podría soportarlo.
– Este vejestorio inservible sólo estaba haciéndole daño a nuestra causa. No se puede simplemente ir por ahí, asesinando a todos. Se necesita gente para gobernar, no puedes reinar sobre un cementerio...– explicó con calma, como si aquella hubiera sido una respuesta obvia.
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Long live the king
Fanfiction"A veces, la decisión más difícil es hacer lo correcto".