Prólogo

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Prólogo: The fall

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Prólogo: The fall

El día en que se enteraron que SHIELD no era más que una cubierta para HYDRA fue el comienzo del fin. El Proyecto Insight se cobró la vida de millones de personas en un momento y dejó al mundo devastado y débil. Frágil. La diabólica organización dejó de lado toda sutileza y se alzó como una ola negra, dispuesta a tragarse el planeta por completo. Utilizando aún como cubierta a SHIELD y a otras organizaciones del gobierno, declararon a los Avengers y a todos sus aliados como fugitivos de la ley y se convirtieron en los más buscados del país.

No tenían a quién recurrir: el presidente, el Congreso, los más altos jueces de la Corte Suprema, los jefes de la policía... todos eran miembros de HYDRA. La organización había estado deslizando sus tentáculos a través de todos los poderes del estado por años, corrompiendo a la nación desde dentro. Y así, alrededor de todo el mundo. Los reyes y líderes de las naciones europeas fueron corrompidos o asesinados; al igual que en el resto del globo. En todas partes, HYDRA se alzaba como gobernante supremo, declarando abiertamente la guerra a todo aquel que se opusiera, seduciendo a las masas y asentando su tiranía a base de miedo y fuerza.

La mayoría de los agentes que se declararon leales al director Fury y su gente fueron asesinados de inmediato. Todo aquel que se opuso a su tiranía, a sus ansias de apoderarse del mundo se convirtió en un paria, en un blanco. Steve, Natasha y Tony se convirtieron en los líderes de la resistencia. Una resistencia que trabajaba desde las sombras, a base de pura fuerza de voluntad y tesón, ya que no contaban con ayuda ni recursos. Vivían escondidos como ratas, peleando por su vida cada día. Sin embargo, no estaban solos. Cada día se unían más personas dispuestas a ayudar, a sacrificarse por un ideal superior. Y el rostro de aquella batalla siempre fue Steve Rogers.

El hombre llevaba sobre sus hombros el peso de la nación, del futuro. Su rostro se convirtió en símbolo de resistencia y de lucha, de esperanza. Natasha veía sus hombros hundirse por el peso de la responsabilidad, lo veía decaer día con día y se juró a sí misma que no lo dejaría caer. Llevaba años trabajando a su lado, y éste no era el momento en el que lo abandonaría a su suerte. Fue su toque suave y su mano firme la que lo sostuvieron por meses. La cercanía que habían comenzado a desarrollarse amenazaba con convertirse en algo más, algo más profundo, pero ella no podía permitirlo. No podía permitir que ese sentimiento creciera cuando cada día podía ser el último y no tenían ninguna certeza del futuro. Pero el dolor que la envolvió el día en que finalmente lo perdió, le dijo que su lucha era un caso perdido.

Cuando lo vio caer, con la frente atravesada por una bala, sintió que su corazón moría con él. Los brazos de Sam la jalaron y la sostuvieron, impidiendo que se lanzara sobre su cuerpo, que llegara a él y que se pusiera también en la línea de fuego. Sintió las lágrimas quemándole las mejillas y gritó como nunca antes, peleando y revolviéndose hasta que lograron llevársela. De ese día recordaría como su cuerpo quedó tendido sobre las escaleras del Capitolio, su escudo olvidado a su lado, sus bellos ojos azules fijos en el cielo encapotado que desató un aguacero cuando se fueron, como si llorara con ellos la pérdida del Capitán América.

Los meses siguientes, Natasha se obligó a seguir adelante a impulsos de su salvaje fuerza de voluntad. No había podido salvar a Steve, pero, lo vengaría. Cuando finalmente se encontró frente a frente con Alexander Pierce, sonrió. Sonriendo aún, alzó el arma y le disparó entre las cejas, observándolo caer tal como había caído Steve ese día maldito. Escuchó el grito de Sam a sus espaldas y se volteó, con el arma en alto, alerta. Wanda y Bucky, quién se les había unido tras la muerte de Steve, la imitaron. Se hizo el silencio a su alrededor y la tensión podía palparse en el aire.

Sabían que algo así podía pasar. Llegar a Pierce no había sido fácil, les había costado la vida a muchos de sus aliados, pero había valido la pena. O, eso creían ellos. Unos pasos firmes, lentos y el sonido de algo arrastrándose en el suelo se acercó poco a poco. A través de la puerta acristalada de la destruida oficina de Alexander Pierce se asomó una figura desconocida. Se trataba de un hombre alto, de anchas espaldas, que llevaba un uniforme negro, con el símbolo de HYDRA adornando su amplio torso. Un casco cubría su cabeza y la mitad de su rostro, dejando ver sólo su cuadrada mandíbula, los labios gruesos y los ojos de un extraño color rojo.

El hombre, que arrastraba a Sam por el suelo, se detuvo frente a ellos, sin asomo de sorpresa o temor en sus rasgos. Miró el cuerpo de Pierce en el suelo y les dedicó una salvaje sonrisa, amplia y llena de alegría.

- Gracias por ocuparse de él- dijo con voz gruesa, rasposa- Era un hombre muy molesto...

- Déjalo ir- ordenó Bucky, apuntándolo con el rifle, sin dilación. Wanda dejó que su poder la envolviera y jugó con sus dedos, mirándolo amenazante.

El hombre miró el cuerpo maltrecho de Sam Wilson y ladeó el rostro, como sopesando la orden.

- No quiero hacerte daño, pero lo haré. Hemos asesinado a tu líder, ya no puedes hacer nada por él. Deja ir a nuestro amigo- ordenó Natasha, amartillando el arma.

- Corta una cabeza y dos más la reemplazarán- respondió el desconocido en voz baja. Alzó a Sam del suelo con una mano y cuando rompió su cuello, todos se estremecieron. Había sido apenas un movimiento de su muñeca y Falcon cayó al suelo, inerte.

Natasha contuvo un sollozo y disparó. Él evadió el tiro con una velocidad y una agilidad impresionantes y en ese momento, al menos cincuenta agentes de HYDRA hicieron acto de presencia, disparando a diestra y a siniestra sobre Nat y sus amigos. Wanda los cubrió con un escudo de energía, pero, aquello no duró demasiado. El dolor por la pérdida de Sam la hizo perder la concentración y una bala impactó contra su muslo. El escudo tembló y Bucky la arrastró con él para sacarla de ahí. Se refugiaron tras los escombros y se parapetaron como mejor pudieron.

- Váyanse- exclamó Natasha, devolviendo el fuego como mejor podía.

- No vamos a dejarte aquí, Romanoff- respondió Barnes, presionando la herida de la chica.

- No saldremos todos de aquí. Sácala de aquí, Barnes, yo estaré bien- el hombre frunció el ceño, pero, al mirar a Wanda malherida, terminó cediendo.

- Volveremos por ti- murmuró, cogiendo a Wanda y corriendo con ella, buscando una salida.

Natasha los vio alejarse y cubrió su huida lo mejor que pudo. Cuando se terminaron las balas de su cargador, todo quedó en silencio, sólo roto por los latidos enloquecidos de su corazón. Sintió pasos acercándose y salió de su escondrijo, dispuesta a dar pelea. No iba a dejar que la mataran, así como así. De pronto, el hombre apareció en su línea de visión y se quitó el caso con parsimonia, lentamente, dejando ver su cabello rubio. Cuando Natasha vio su rostro, sintió que el suelo se abría bajo sus pies y todo se tambaleó dentro de ella.

- ¿Steve? - musitó, temblando de pies a cabeza.

- Hola, Natasha. Gusto en verte- sonrió él con dulzura.

Long live the kingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora