Capítulo XV: Cracks

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Capítulo XV

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Capítulo XV

Natasha observó su imagen frente al espejo, sin poder salir de su asombro. Tenía manchas de sangre en la mejilla y se veía pálida y desencajada... aterrada. Le habían disparado a Steve, se supone que debería sentirse eufórica y, sin embargo, no podía dejar de relacionar su imagen ese día con su primer atentado. Ambos sentimientos se le habían confundido dentro del pecho y no sabía bien cual predominaba. No entendía porqué su corazón latía desenfrenado, ni porqué estaba tan asustada. Sus ojos bajaron suevamente hacia sus manos y, al verlas llenas de sangre, una náusea le subió por la garganta. Tragó pesado para alejarla y abrió la llave del agua, comenzando a lavarlas con furia. Su primer pensamiento fue que no quería su sangre en sus manos y aquello la hizo detenerse de golpe.

El sonido del agua corriendo acompañó aquel terrible pensamiento. Se había hecho el firme propósito de asesinar a ese hombre, de convertirse en la Vengadora de sus amigos y de todos aquellos a los que él había lastimado y, de pronto... no quería ver su sangre en sus manos. Sacudió la cabeza con fuerza y se negó a creerlo. No, ella ya lo había superado. Ella ya no lo amaba. No. Cerró los ojos, intentando alejar las imágenes de su mente, pero, éstas seguían ahí como en un loop, mareándola. Aún tenía el sabor de su beso en la boca, el resabio a whisky de malta mezclado con menta. ¿Por qué lo había besado? ¿Por qué le había dicho la verdad? Sabía que con eso le había entregado las riendas, que se había expuesto y que ahora estaba débil frente a él, vulnerable, como un nervio desnudo.

El plan era que debía mostrarse vulnerable para debilitarlo a él y, sin embargo, la débil resultaba ser ella. El amor que aún sentía por él y que creyó sepultado, seguía ahí, acosándola y corrompiendo sus defensas a fuerza de paciencia y constancia. Un par de lagrimas cayeron por sus mejillas y se dejó caer lentamente de rodillas, mientras el agua seguía corriendo y su mente se llenaba del sonido del disparo. Tenía fresca en su memoria el ruido de la detonación, la forma en que Steve había roto el beso para contener un quejido y como había tenido que sostenerlo cuando se dejó caer contra ella, jadeando. El tiro había sido perfecto: el proyectil entró por su omóplato derecho y salió por debajo de sus costillas en su costado izquierdo, atravesando toda su caja torácica. El ángulo en diagonal indicaba que había sido un francotirador... probablemente desde el mismo techo de la Casa Blanca.

En otras circunstancias, incluso habría admirado al tirador, pero, en ese momento... sólo podía temblar y llamarlo por su nombre, sacudiéndolo por los hombros. En los breves momentos que tuvo antes de que llegaran los guardias y se armara una batahola de gritos, órdenes y caos, lo miró a los ojos y, le pareció ver, apenas por una centésima de segundo, aquel azul cerúleo que ella había amado tanto. Luego sus ojos se cerraron y alguien la empujó a un costado y, lo subieron a una camilla llevándoselo lejos de ella. Natasha quedó en medio del jardín, con las manos llenas de sangre, temblando. Observó las rosas salpicadas de sangre y corrió de regreso a su habitación.

Y ahí se encontraba, llorando suavemente hasta que un golpe en la puerta la sacó de su ensimismamiento.

⸺ ¿Fräulein Romanoff? ⸺ la voz de la doctora Zola llenó el cuarto y ella se secó la cara con una toalla antes de salir. Euphemia observó los ojos enrojecidos y el rostro congestionado y sonrió para sus adentros⸺ Me pidieron que la revisara, fräulein. El disparo le pasó muy cerca...

⸺ Yo estoy bien, no se preocupe⸺ respondió con la voz tensa, implicando la pregunta en su tono. Euphemia comprendió la silenciosa pregunta, por supuesto, pero, no caería en la trampa. Ella tendría que preguntar directamente por él.

⸺ Me alegra escuchar eso⸺ respondió, haciendo el amago de dejar la habitación. Sin embargo, la voz de Natasha la detuvo.

⸺ Y... ¿y él como está? ⸺ preguntó en voz baja. La mujer se giró hacia ella y negó muy suavemente.

⸺ Nada bien, fräulein. Ahora lo están estabilizando para poder llevarlo a pabellón. Por eso vine muy rápidamente a comprobar que usted estuviera bien antes de ir con él. Lo crea o no, su seguridad es muy importante para Herr Rogers⸺ Nat apartó la mirada, respirando hondo.

⸺ ¿Ya saben quién fue? ⸺ preguntó, sin mirarla al rostro, con los puños apretados.

⸺ Sí, ya lo atraparon. Dijo que el tiro era para usted⸺ Natasha giró el rostro hacia ella tan rápido que temió lastimarse el cuello⸺ Herr Rogers lo bloqueó...

Dicho eso, la mujer cogió su maletín y salió de la habitación, dejando a Natasha de una pieza. Tenía un agujero en el estómago, un vacío en el alma que no era capaz de explicar. Ni bien Euphemia salió, la espía se dejó caer en la cama y permaneció con la mirada fija en el techo. No tenía ganas de moverse, ni de pensar, ni de respirar. Se sentía completamente perdida, hundida en sus más oscuros pensamientos: de pronto todo se le había volteado, lo que creía más firmemente se había convertido en un amasijo de pensamientos incoherentes que reptaban por su piel y querían ahogarla. Tenía que concentrarse, pensar en su misión: eliminar a Steve. Nada podía ser mayor a su misión, nada. El sólo pensamiento la hizo sonreír, debido a la ironía que representaba. Recordó con amargura el día que le dijeron eso mismo en la Red Room. Recordó cuánto había odiado a Madame B cuando ella, sonriente, se lo explicó antes de que la esterilizaran.

Lo más terrible era que la perra había tenido razón todo el tiempo.

Euphemia salió del quirófano dieciséis horas después. La verdad era que había sido muy difícil, pero, afortunadamente, las mejoras que había hecho en el capitán habían dado resultado. Su daño interno habría sido mortal en una persona normal, pero, él estaba diseñado para sobrevivir a esa clase de atentados. Euphemia Zola no dejaría que su mejor creación muriera sólo por un disparo... no, él tenía que sobrevivir, tenía que vivir hasta que ya no lo necesitara más. Entonces, se desharía de él y el mundo ya no tendría un rey, sino a una diosa que gobernaría con mano de hierro. Durante algún tiempo, ella le había temido. Había pensado que él se le había escapado de las manos, pero, luego, su mente brillante dio con la solución y ahora, por fin, lo había conseguido. La vida de Steve Rogers estaba, literalmente, en sus manos y nadie, nadie más que ella pondría fin a esta.

Cuando Steve despertó, estaba en una habitación segura, en el búnker presidencial. Sentía el cuerpo pesado, producto de la anestesia y la boca seca y pastosa, pero ya todo había pasado. Debía reconocer que aquel había sido un plan arriesgado. Buscar al tirador perfecto había sido todo un desafío y ahora tendría otra cicatriz más, pero, cuando giró el rostro y vio la rosa en su mesilla de noche, se dijo que había valido la pena. Natasha cedería, más temprano que tarde y él cumpliría por fin su destino, creando un imperio que duraría mil años... Aquello sonaba gracioso. Había peleado contra el Führer en la Alemania Nazi por proclamar esa clase de ideas y, ahora, él hacía exactamente lo mismo. No importaba. A diferencia del pobre enano grandilocuente, él lo haría bien. Alargó una mano hacia la flor y acarició un pétalo, sonriendo para sus adentros. Volvería a orquestar un falso atentado en contra de él mil veces más si con eso conseguía que Natasha se entregara a él de buena gana. Sabía que tenía las de ganar, que era cosa de forzarla y ya.

Con el tratamiento que le estaba dando Euphemia, sería cosa de que la obligara a estar con él para conseguir un heredero digno. Un par de noches atada a su cama y ya, pero, él no quería eso. El sólo hecho de pensar en ello le revolvía el estómago, porque eso significaría darse por vencido. Y él no se rendía. Él siempre, siempre obtenía lo que quería. Y lo que más quería en ese momento, era que Natasha lo amara. Quería el amor que un día había visto en sus ojos... un amor que no era para él, pero, que lo sería. Los recuerdos de Steve que aún aparecían de cuando en cuando en su mente le hablaban de que también él la había amado y esa sensación era tan cálida y agradable que quería volver a sentirla. Era ridículo de su parte, lo sabía. ¿Qué era el amor, después de todo? Una bobería, un juego de niños. Un juego que él quería jugar... 

Long live the kingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora