Capítulo V: One, two, three

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Capítulo V

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Capítulo V

Uno, dos tres.

Uno, dos, tres.

Uno, dos, tres.

Natasha murmuraba en voz baja mientras caminaba de un lado al otro de su pequeña habitación. De izquierda a derecha podía dar tres pasos. Desde la puerta hasta la pared del fondo eran cinco pasos. Prefería contar hasta el tres, porque le recordaba a un vals. Si pensaba en eso, en bailar, en salones amplios, en espacios abiertos, podía espantar a la claustrofobia al menos por un rato. Además, tenía que seguir moviéndose. Si no se movía, sus músculos se atrofiarían, perdería fuerza y flexibilidad y lo peor, las paredes la aplastarían de una vez y por todas. Llevaba días temiéndolo. Estaba segura de que, si se quedaba quieta, las paredes caerían sobre ella y le robarían el poco aire que le quedaba. No quería morir aplastada. Con un arma en las manos, peleando, esa sí era forma de morir. Aplastada por la nada, vencida por la locura... así no. No quería terminar así.

Se reclinó en el suelo y comenzó a realizar flexiones de brazos, mirando de reojo las marcas que había hecho en el catre. Había veintiún marcas. Veintiún días ahí encerrada. Se había percatado de que sólo le daban una comida al día y así, había podido llevar una cuenta más o menos exacta. Tomando en consideración que los días posteriores a la visita de Steve (a quién no había vuelto a ver, por cierto) no le habían llevado agua ni alimento, estaba segura de que sus cálculos estaban correctos, con un margen de error de dos o tres días. Se preguntó qué sería de sus amigos. ¿Seguirían vivos? ¿Los habrían atrapado? Recordó que Wanda estaba herida cuando huyeron y pensó en ella. La chica era fuerte, de eso no había duda alguna, pero, ¿y si no lo había logrado?

Siguió haciendo flexiones hasta que sintió el sudor correrle por la frente y se dejó caer de bruces en el piso helado, respirando agitadamente. Sentía el cabello pegado a las sienes y pensó que habría dado cualquier cosa por una buena ducha, o mejor, por un baño de tina largo, muy largo. Sintió las lágrimas picando sus ojos y se levantó de golpe, sacudiendo la cabeza con fuerza. No, no lloraría. No iba a llorar, no iba a llorar... cuando un sollozo escapó de sus labios se dio cuenta de que ya llevaba llorando un buen rato. Temblando, se subió a su camastro y se abrazó las rodillas, dejando que la desesperación la envolviera, la arrastrara. Por mucho que le pesara, estaba al borde de su capacidad de resistencia y ya no podía contenerse. Cerró los ojos y pensó en otras cosas. Dejó que su mente vagara lejos, libremente, sin dirigir su pensamiento consciente. Y así fue como se encontró frente a un recuerdo que creía perdido.

Vio a Steve frente a ella, sonriéndole mientras limpiaban algunas armas que los nuevos voluntarios habían traído con ellos. Doce oficiales de policía se acababan de unir a la resistencia y habían aportado con armamento ligero y pesado que pudieron robar antes de huir de las instalaciones de HYDRA. Día sí y día no llegaban nuevos voluntarios. Policías, bomberos, paramédicos, enfermeros, militares, miembros de la guardia civil... incluso tenían cocineros, ingenieros, abogados y profesores entre sus filas. Eran ciudadanos de pie, gente de todas las edades que estaban dispuestos a pelear y morir por recuperar su libertad. Todos o casi todos habían perdido a familiares y amigos en manos de los soldados de HYDRA y clamaban venganza.

Long live the kingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora